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La España rural del 2023, vista con la mirada del nuevo ‘Grand Prix’

En cuanto RTVE dio luz verde al regreso del mítico concurso, la productora se puso en contacto con los 548 pueblos de España que cumplen los requisitos para participar: tener entre 5.000 y 10.000 habitantes censados

Aficionados de uno de los pueblos participantes en la nueva temporada del 'Grand Prix', durante la grabación del programa. Foto: DAVID EXPÓSITO | Vídeo: EPV

Dos chicas fuman en la puerta de una nave industrial en medio de un polígono de Fuenlabrada. Las dos llevan cascos con caritas de monos de peluche, pero fuman como si no llevaran nada en la cabeza. Su atuendo es una camiseta con una vaquilla sonriente dibujada, pero fuman como si su ropa fuera normal. Por la acera caminan varios chinos que se detienen a mirarlas con curiosidad. Este polígono está lleno de almacenes y fábricas de empresas chinas, tantas que los nombres de algunas calles están traducidos al chino. Sería difícil explicarles a esos trabajadores chinos lo que están viendo, pero sería muy sencillo explicárselo a cualquier español que estuviera vivo en los noventa: dentro de esa nave inmensa, una de las pocas del polígono cuyo cartel está en castellano, se graba Grand Prix, “el programa del abuelo y del niño”, que regresa este lunes a las pantallas.

Tanto el abuelo como el niño se quedarían asombrados al entrar en ese plató, en el que todo está listo para arrancar la grabación del cuarto episodio de la nueva temporada de este clásico que amenizó los veranos de TVE entre 1995 y 2005. Es como un chiqui-park gigante en el que ocurren muchísimas cosas a la vez. El cómico acróbata Wilbur hace estiramientos mientras, ya metido en el personaje cual actor de método, emite ruidos de dibujo animado con la voz. Un chico disfrazado de vaquilla se quita la cabeza y coge aire. Alguien le comenta que en las redes sociales hay todo un movimiento que encuentra a la mascota sorprendentemente sexy y su reacción deja claro que no es la primera vez que se lo dicen.

– “Deberías quedarte con el disfraz y utilizarlo para ligar”, le dice un compañero.

– “No, porque luego me lo quitaría y se llevarían una desilusión”, bromea.

Y entonces aparece él. Acompañado de You’re My First, The Last, My Everything de Barry White, Ramón García se mete al público en el bolsillo con su sola presencia. El público del plató le mira con reverencia y le trata como lo que es: un símbolo nacional. Alguien se acerca a decirle que hay una concursante muy ilusionada por conocerlo. Ella le cuenta que es el día más especial de su vida. Que de pequeña estaba enamorada de él. Resulta curioso hasta qué punto Ramón García en los noventa fue el yerno de España, pero bajo ningún concepto el novio de España. Son cosas parecidas, pero radicalmente distintas.

– “Yo siempre veía el Grand Prix con mis abuelos”, le cuenta la admiradora.

– “¿Y tus abuelos están?”, responde el presentador.

– “No, ya no están”, explica ella antes de ponerse a llorar.

Empieza la primera prueba. En una grada el equipo azul, Los Montesinos (Alicante). En otro el amarillo, Tineo (Asturias). Los concursantes entran en fila mientras sus vecinos los ovacionan como a héroes. Cada vez que uno consigue un punto la grada ruge como si se tratase de una final de fútbol. Los 34 seleccionados para participar en las pruebas se han enterado de que lo eran al llegar al plató por la mañana. La productora ha tenido en cuenta diversos factores: la paridad (17 hombres y 17 mujeres), la forma física (no pueden, por ejemplo, ser demasiado altos ni demasiado bajos) y su huella digital. “Nos pidieron sus perfiles en redes sociales”, admite la alcaldesa de Tineo, Montse Fernández. Nadie quiere que el programa del abuelo y del niño quede emborronado porque algún saltador de los troncos locos publicase algo que no debía en 2017.

En los descansos, Belinda Washington, madrina del equipo de Tineo, le explica a su grada que “la fuerza mental es muy importante”, que si entre todos construyen una energía positiva ganarán seguro. Este pensamiento mágico consigue imponerse al realismo del cansancio: los 145 habitantes de Tineo que están en este plató se han montado en el autocar a las cuatro de la madrugada para llegar a las 11, empezar a grabar a las tres, terminar a medianoche y montarse en otro autocar que los devolverá a Tineo apenas 24 horas después de haber salido. Los de Montesinos igual, aunque con un par de horas menos de autocar. Por la euforia con la que animan a su equipo nadie diría que llevan 500 kilómetros encima.

Concursantes participan en una de las pruebas de la nueva temporada del 'Grand Prix'.
Concursantes participan en una de las pruebas de la nueva temporada del 'Grand Prix'.DAVID EXPÓSITO

“Los pueblos de Madrid son un poco menos intensos”, comenta un miembro del equipo de producción en referencia al primer programa, que enfrentó a Alfacar (Granada) y a Colmenarejo (Madrid). Ramón García, que lleva muchos años en contacto con el pueblo y con los pueblos, tiene una explicación para la tibieza madrileña. “Ha pasado siempre”, confirma. “Es porque el programa se graba en Madrid. Su viaje es corto, no acumulan adrenalina durante horas de trayecto, no tienen el mismo sentido de la aventura que los que vienen de excursión desde muy lejos”.

En cuanto Televisión Española dio luz verde al nuevo Grand Prix, la productora se puso en contacto con los 548 pueblos de España que cumplen los requisitos: tener un mínimo de 5.000 y un máximo de 10.000 habitantes censados. Estas son las mismas cifras que se estipularon en 1995 por una sencilla razón. “Si son menos de 5.000, corremos el riesgo de que no haya suficientes concursantes”, explica el productor ejecutivo Carlo Boserman. “Si son más de 10.000, quizá sientan menos pasión por concursar. En los pueblos pequeños todo el mundo se conoce, están más compenetrados y están más conectados emocionalmente con su orgullo de pueblo. Tienen más sentido de equipo”. De esos 548 pueblos, más de 100 enviaron la solicitud para participar. “Luego ocurrieron las elecciones y hubo algún cambio”, indica Boserman.

En 1995, ni Tineo ni Los Montesinos hubieran cualificado para participar. Tineo superaba el máximo y Los Montesinos no llegaba al mínimo. “Hace ocho años teníamos más de 13.000 habitantes”, señala la alcaldesa de Tineo. “Pero el cierre de las minas llevado a cabo por el gobierno socialista fue un golpe muy duro para el concejo. Ahora somos 9.009 habitantes. Esperamos que alguna empresa decida asentase en Tineo”.

Fernández acaba de entrar en el Ayuntamiento. De hecho, fue el anterior alcalde quien envió la solicitud para que el pueblo concursase en el Grand Prix. Ella es la primera alcaldesa del Partido Popular que tiene Tineo en 20 años. Con la llegada de la democracia, se formó un partido local llamado UCA (Unidad Campesina) que ostentó la alcaldía hasta 2001: ganó el PP, la UCA se disolvió, varios de sus integrantes se afiliaron al PSOE y una moción de censura en 2003 colocó al PSOE en el Ayuntamiento, donde estuvo dos décadas hasta la victoria de Montse Fernández el pasado 28 de mayo.

El alcalde de Los Montesinos, José Manuel Butrón, es socialista. “Yo prefiero no saberlo”, replica Fernández. El programa procura que haya paridad de signos políticos en las alcaldías que participan. Butrón lleva 32 años en el puesto y acaba de ser reelegido para su novena legislatura. Los Montesinos tiene 5.600 habitantes censados, así que ha entrado en el Grand Prix por la mínima gracias a su inaudito crecimiento en población reciente: hoy tiene 1.000 habitantes más que hace cinco años y la edad media se ha rejuvenecido. “Tenemos la ventaja de que estamos en segunda línea de playa, justo detrás de Torrevieja, y por tanto las casas no son tan caras”, argumenta el alcalde.

Tanto Fernández como Butrón ven su participación en el Grand Prix como un escaparate para sus pueblos. “Tineo es un pueblo desconocido incluso dentro de Asturias”, lamenta su alcaldesa. “Pero que sepa toda España que es un destino maravilloso desde abril hasta noviembre. Tenemos el chosco, un embutido nuestro; el bateo del oro, porque hay un río con oro; y la mantequilla lorenzana. Pero necesitamos que terminen la carretera A63 para que llegue a nuestro pueblo”. Ante la posibilidad de promocionar Los Montesinos, su alcalde se muestra menos específico. “Que vean nuestro compañerismo, nuestra juventud sana y nuestra deportividad. Para el ocio nocturno quizá la gente se vaya a Torrevieja, pero nosotros hemos crecido mucho en ocio deportivo. Tenemos fútbol femenino, piscinas y pistas de tenis”, presume.

Gran Prix
Ramón García, durante la grabación de uno de los programas de la nueva temporada del 'Grand Prix'DAVID EXPÓSITO

La España vaciada, asunto de interés nacional

“La idea de mostrar la España profunda”, recuerda el creador del formato Francesco Boserman, “surgió porque representa la esencia de la auténtica España y eso lo entiende y lo disfruta todo el mundo”. Desde las ciudades se veía la identidad rural de los concursantes del Grand Prix como algo exótico, simpático y entrañable. Hoy la España vacía es un asunto de interés nacional y el nuevo Grand Prix adquiere un significado social: servirá para mostrarle al país entero que los pueblos están llenos de vida. Y ellos se toman esta oportunidad muy en serio. Jorge, el dueño del gimnasio Vaqueiros Dance (“los vaqueiros son una etnia de aquí, de los montes”, aclara la alcaldesa de Tineo), organizó clases, pruebas físicas y cursillos de esfuerzo para que todos llegasen a Madrid en plena forma por si les tocaba concursar. “Los de Los Montesinos han venido más a la antigua”, confirma Ramón García, “pero Tineo ha venido a las Olimpiadas. Se caen, se tiran, lo dan todo”.

La siguiente prueba es La guardería. Van empatados. Mientras los concursantes se colocan en posición, alguien grita desde la grada de Tineo: “¡Venga Estela que está en tus manos!”. Estela está demasiado concentrada dentro de su disfraz de bebé gigante como para preocuparse de esta presión. Los concursantes se refieren a sus rivales como “los del otro bando” y resulta agradable escuchar esa expresión, tan corrompida durante los últimos meses de campañas electorales, en un contexto tan inofensivo. “Es perfecto que se estrene justo el día después de las elecciones”, opina Ramón García. “Seremos un remanso de paz después de tanto ruido: dos horas y media de tranquilidad viendo el Grand Prix con una cervecita”.

García presenta a los concursantes de la siguiente ronda: Fran, de Los Montesinos (silencio) y Omar, de Tineo (ovación). ¿Será más popular en su pueblo Omar que Fran en el suyo? ¿O es que la grada de Tineo está ya desatada? Entre toma y toma (mientras los operarios montan y desmontan los enormes decorados de cada prueba) una grada corea el nombre de su pueblo, la otra corea el suyo más fuerte y una regidora se les acerca para pedirles que guarden toda esa energía para cuando las cámaras estén grabando. Son las seis de la tarde y quedan unas seis horas de grabación. “A las diez me acercaré a las gradas a picarles”, cuenta Ramón García. “Les digo: ‘¿Qué pasa, que estáis cansados? ¿No tenéis cojones de aplaudir?’”.

Antes del descanso para la hora del bocadillo (tres palabras que despiertan una ovación más grande que Omar), Ramón García anuncia lo que viene a continuación. Abre los brazos con solemnidad, mira al cielo lentamente y exclama: “¡La patata caliente!”. No es para menos. La patata caliente, en este plató, es el vellocino de oro. Es un emblema de la tele de antes, esa que tanto esfuerzo están haciendo todos estos trabajadores por recrear.

Aunque no haya vaquilla, hay suficientes fetiches traídos directamente de 1995 como para evocar la magia de aquella época: Ramón García, los bolos, Belinda Washington. Es como si, en este plató, los últimos 30 años no hubieran ocurrido. Pero han ocurrido. Gracias a los teléfonos móviles e internet, la España rural no vive tan aislada del resto del mundo como en 1995. “Vienen mucho más informados”, confirma Ramón García. “En ese sentido sus vidas ya no son tan distintas a las de los habitantes de las ciudades. Y te alucinaría ver los vídeos que mandan. Están mucho más currados, editados y con efectos y todo”.

Pero los valores atemporales del Grand Prix se mantienen: compañerismo, deportividad, afán de superación. El orgullo del pueblo está por encima del partido político del alcalde. Y esa es la televisión sentimental que Grand Prix propone recuperar. “No hace falta ser de pueblo para tener un pueblo”, asegura su presentador. “Todo el mundo necesita un pueblo. Un lugar al que pertenecer”.

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