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Columna
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Esperando

Leo que medio millón de madrileños están en lista de espera de hasta 18 meses. Esto ocurre en una ciudad que ha votado masivamente a su castiza e inmaculada Virgen

Sanidad publica Madrid
Una manifestación de la Marea Blanca en defensa de la sanidad pública el pasado 27 de octubre ante la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid.A. Pérez Meca (Europa Press)
Carlos Boyero

Son difícilmente rebatibles las deslumbrantes sentencias y paradojas que formuló Oscar Wilde para explicar al ser humano. Tanta inteligencia, profundidad y gracia no le sirvieron para salvarse del naufragio personal, de la ruina en todos sus aspectos. Hay una certidumbre suya que resulta grato compartir: “Señor, líbrame del dolor físico, que del moral ya me encargaré yo”. Pero no es generalizable. Leo que medio millón de madrileños están en lista de espera de hasta 18 meses para que la Sanidad intente curarles los males de su organismo. Imagino que ocurre lo mismo en otros lugares de España. Acojona la cifra. Sospecho que si el cuerpo grita y demoran tanto su alivio, el cerebro y el corazón también desfallecen.

Esto ocurre en una ciudad que ha votado masivamente a su castiza e inmaculada Virgen. Llega el invierno y todo Madrid está en obras tan desquiciantes como demoradas, con un tráfico espantoso. Y entiendo que la hostelería le pusiera sagradas velas a la dama que les salvó del desastre, que el personal vote en función de los beneficios personales que recibe. Incluidos los chavales, que ganarán surrealistas euros por algo tan peregrino como cumplir 18 años. O sea, creo en la nada poética propuesta pero sí pragmática del “yo te doy si tú me das” firmado ante notario. Pero no entiendo que se vote en nombre del mentiroso, sonrojante y hueco discurso de la clase política. Y el 30 o 40% de la población que siente alergia a las urnas al parecer es prescindible. No existen para los que dirigen el tinglado o aspiran a conquistarlo.

Pero los medios de comunicación insisten hasta la náusea en que el mayor problema que tiene ahora la ciudad es decidir quién va a tomar el poder en la guerra interna del PP. ¿Y a quién le importa, aparte de a los que viven de la política?

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