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Columna
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Rezar y matar en la civilizada Suecia

En una sociedad hipotéticamente civilizada pueden surgir también individuos y comunidades próximas al irracional fanatismo

Un instante del primer capítulo de 'Reza, obedece, mata'. En vídeo, tráiler de la serie.Vídeo: HBO ESPAÑA
Ángel S. Harguindey

Knutby es una localidad situada en el municipio de Uppsala, condado de Uppsala, Suecia, con menos de 600 habitantes. Unos 100 de los mismos formaban parte de una comunidad religiosa pentecostal. En 2004 ocurrió un suceso extraordinario: una mujer asesina de un disparo a la mujer del predicador y hiere gravemente a otro vecino. Dos periodistas especializados en casos criminales, Anton Berg y Martin Johnson, deciden promover una serie documental, Reza, obedece, mata (HBO) y dirigida por Henrik Georgsson, realizador que cuenta en su haber con la excelente serie Bron.

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De su visión se desprenden varias consecuencias: en primer lugar, que en una sociedad tan hipotéticamente civilizada y, desde luego, realmente desarrollada, pueden surgir individuos y comunidades en absoluto acordes con el civismo y el status económico y más próximos al irracional fanatismo religioso. En esa colonia pentecostal estaban convencidos de que Jesucristo volvería a la Tierra y se casaría con una de sus líderes. La asesina confesa, por su parte, declara ante los periodistas que sus actos estaban condicionados por unos SMS de origen divino por más que el emisor de los mismos fuera el pastor de la comunidad, ansioso de enviudar para unirse a la fallida viuda del vecino herido.

En segundo lugar se comprende que un asunto de estas características, en el que se entremezclan amores frustrados, visionarios e infidelidades, se convirtiera en uno de los temas estrellas de la sociedad sueca. La pega es que los que habitamos en el sur de Europa no somos suecos y que cerca de seis horas de interrogatorios, declaraciones y reconstrucciones de un asesinato se pueden hacer demasiado largas, aceptando el rigor de lo expuesto, naturalmente. No todos son Truman Capote, mal que nos pese.

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