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TESOROS DEL 'STREAMING'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Random Acts of Flyness’: Como soñar que entiendes la experiencia negra

La brutal y clarividente serie que el videoartista Terence Nance estrenó en HBO en 2018 cobra nuevo sentido en el año de la explosión mundial de Black Lives Matter

La escultora Doreen Garner y el videoartista Terence Nance, en una imagen promocional de 'Random Acts of Flyness'. En vídeo, tráiler de la serie.
Tom C. Avendaño

No todo el arte necesita contexto para existir, pero el que se emite en televisión sí. En agosto de 2018, fecha de estreno de Random Acts of Flyness, la premisa -una serie de video experimental que indaga en la identidad negra estadounidense, y más concretamente la fragilidad del hombre negro- no podía aspirar a un público general. El proyecto de HBO, de seis capítulos de media hora, se vendió como el ejercicio estilístico de un formidable director, Terence Nance, videoartista de 38 años conocido por su película experimental, hoy de culto, An Oversimplification of Her Beauty.

Ahora el contexto es otro. Black Lives Matter es un fenómeno mundial y cada día un titular le vuelve a dar sentido. El pasado martes un policía le atestó siete balazos por la espalda a Jacob Blake, un hombre negro de 29 años, en Kenosha (Wisconsin). Cuando ese ataque provocó disturbios en protesta, un adolescente blanco se echó, fusil en mano, a la calle para plantarle cara a los activistas. Mató a dos personas. Hoy, Random Acts of Flyness no es solo la muestra más brutal, redondo y clarividente de la magnífica explosión de creatividad afroamericana que vivimos (Moonlight y Déjame salir en cine, Atlanta, Dear White People, Así nos ven e Insecure, en televisión) sino que además se ha convertido en una obra clave para acercarse si no a la América negra, al menos sí a este momento histórico.

Cada capítulo se compone de sketches, cada uno filmado en un formato, género, estilo, ritmo y tono distintos. Puede saltar del dibujo animado al absurdismo y de la parodia televisiva canónica al Afrosurrealismo. Solo tienen en común a Nance y sus obsesiones (sobre todo la de jugar con la textura y la tecnología: algunas escenas parecen filmadas por el móvil; otras tienen rayaduras de VHS o Super 8 viejos; otras dan trompicones como un vídeo mal comprimido). Su creatividad no delata límites. Es capaz de hacer una farsa al estilo Dave Chappelle, como una escena surrealista en la que hombres negros se regalan palabras de afecto y apoyo entre ellos en un parque: el chiste es que en una cultura marcada por el mito del duro rapero y camello, eso es imposible (de eso iba Moonlight). Pero vive más cómodo en lo onírico. En el primer capítulo, se ve un programa de la televisión infantil de los setenta, en el que la Muerte, una mujer negra llamada Ripa the Reaper, debe encontrar motivos para mandar a sus invitados, niños negros, al Más Allá. La escena es en realidad un cortometraje de la cineasta ghanesa Nuotama Bodomo; Nance lo hace suyo al insertarle metraje real de abusos policiales a hombres negros.

El énfasis en lo sensorial es clave para el espectador blanco y europeo, que se ahorra así el típico despiste de enfrentarse a un producto pensado para otros. El trance que genera de esta sucesión de escenas y pequeños momentos inconexos tiene una ventaja no solo estilística: hace comprensible lo que nos puede resultar ajeno a los blancos. En el tercer capítulo, hay una parodia del cine afroamericano: el pelo afro de una mujer, harto de oír quejas contra él -muchas mujeres negras han aprendido a odiar sus cabellos porque no se parecen a la melena lisa de los cánones anglosajones-, se fuga de la cabeza de su dueña y emprende una vida callejera. Es inmediatamente detenida, porque es bad hair, pelo malo, y un juez blanco la manda a la cárcel. Allí, contra todo pronóstico, una mujer le enseña a quererse (“¿quién te enseñó a odiar tus rizos, firmes y definidos?”, es la clave del discurso. La respuesta no se pronuncia en voz alta, pero es evidente). El pelo sale de prisión y se sube a la cabeza de una mujer.

Ese chiste solo prepara la bomba que viene después. Un collage de varios minutos que mezcla vídeos de archivo, piezas de informativos, discursos de activistas y de líderes republicanos, e incluso microrrelatos, una pesadilla de seis minutos en la que se suceden bustos parlantes de informativos con vídeos caseros de abuso policial, contradiciéndose, retroalimentándose; las instituciones niegan los testimonios personales y los Pantera Negra crean a Ronald Reagan. La idea que ilustra es la ira negra. Para cuando acaba, hasta el blanco puede intuir en qué consiste. Es imposible salvar la otredad racial, fingir que entendemos mejor la experiencia de otros desde nuestra piel. Pero con vídeos como estos, al menos podemos empezar a intuirla.

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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.

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