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Columna
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’Modern Love’ o los lectores al poder

El amor no tiene por qué ser desgarrador, pero el que se muestra en esta serie está excesivamente dirigido a satisfacer una audiencia familiar

Anne Hathaway, en 'Modern Love'.
Ángel S. Harguindey

Ni Charles Bukowski ni Corín Tellado: Modern Love (Amazon Prime Video) se basa en las cartas de los lectores de The New York Times que se publican desde 2004 en la columna de igual título, cartas en las que cuentan sus alegrías y tristezas sentimentales suponemos que con la impudicia de quienes buscan su cuarto de hora de fama o un desahogo terapéutico.

John Carney es el avispado responsable de los ocho capítulos, de algo menos de 30 minutos cada uno, que conforman la primera temporada de Modern Love por más que la aludida modernidad no deja de ser una etiqueta asignificativa: el hastío, los imprevistos, los iniciales deslumbramientos o la torpeza son una constante en las relaciones sentimentales de lo que Cioran definió como “la unión de dos babas”: el amor.

Ocho historias independientes con un reparto nacido para triunfar: Anne Hathaway, Andy García, Julia Garner, Tina Fey y Cristin Milioti, entre otros, que muestran un Nueva York amable y confortable, más próximo al de Woody Allen que al de Scorsese de Malas calles. Nada de violencia, pisos estupendos, calles impolutas y, naturalmente, una terapeuta de parejas en uno de los capítulos. ¿Qué sería de los neoyorkinos sin psicólogos para todo?

Y si la ciudad que se muestra es amable, lo mismo ocurre con el tono formal de las historias, mucho más cercano a las películas y guiones de Nora Ephron que al de, por ejemplo, el John Salinger del vaquero nocturno. Naturalmente el amor no tiene por qué ser desgarrador pero el que se muestra en Modern Love está excesivamente dirigido a satisfacer una audiencia familiar, siempre que la familia haya ya criado a sus hijos. A los menores, probablemente, les aburriría tanta moderación.

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