El exceso de muertes este julio quintuplica la media de ese mes. Y no solo por el calor y la covid
El Instituto de Salud Carlos III calcula casi 10.000 fallecimientos más de los previstos, 2.124 de ellos son atribuibles a las altas temperaturas
Este mes de julio han muerto en España 9.687 personas más de lo esperado. Ese ha sido el “exceso de mortalidad”, una estimación de los fallecimientos totales en un determinado periodo sobre los previstos. Esto es cinco veces más que la media de julio (1.844) desde que el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) la recoge en las estadísticas en el MoMo (el sistema de monitorización de la mortalidad diaria por todas las causas). En otras palabras, en julio se han observado casi 41.000 muertes, un 20% más que la media para ese mes. Parte del exceso de fallecimientos se explican, directa o indirectamente, por el calor (2.124), otras están causadas por la séptima ola de covid (1.872 con datos provisionales), pero todavía hay miles de decesos no previstos que se deben a otros motivos. Sobre cuáles son las razones hay más hipótesis que certezas.
Fuentes del ISCIII reconocen a EL PAÍS que los cálculos están por encima de lo que podría esperarse y explican que la gran mayoría se atribuyen a personas muy mayores, sobre todo por encima de los 85 años, y también entre los 75 y los 85. “No se pueden saber las causas exactas ni achacarlo a un solo motivo concreto. Puede influir el calor de estas semanas, la covid, las consecuencias de la pandemia [las hay indirectas de muchos tipos, como las sociosanitarias, el menor acceso al sistema sanitario por dificultades asistenciales o por miedo, el aislamiento que han sufrido muchos mayores], la fragilidad de personas vulnerables en relación con todo lo anterior. Se trata de estimaciones que hay que manejar con prudencia, consolidar datos y estudiar en el futuro”, señalan estas fuentes.
Hoy por hoy, no es posible conocer las causas exactas de estas muertes, algo que publicará el año que viene el Instituto Nacional de Estadística. Media docena de epidemiólogos consultados coinciden en señalar que se trata de una cifra muy llamativa que, además, no tiene parangón en otros países de Europa. Las estadísticas muestran un pequeño repunte de la mortalidad en el resto del continente, pero muy inferior a lo que sucede en España, según el EuroMoMo.
Los dos factores diferenciales más claros con respecto a otros veranos son el calor extremo y la covid. Pero su suma no explica un julio con 10 veces más mortalidad que el de 2019, por poner un ejemplo. Otros años (2017 y 2018) el exceso ha sido incluso negativo: fallecieron menos personas de lo que era esperable. Solo hay un mes de julio que se podría comparar con el actual desde que comenzó la serie del MoMo, en 2015, que es precisamente el de ese mismo año, y que también es el que registró mayores temperaturas. Entonces, el exceso de mortalidad ascendió a 5.751, algo más de la mitad que ahora. De ellas, 2.718 se explicaban por el calor, 594 más que este julio.
Pese al impacto de las olas de calor, la gran mayoría de las muertes relacionadas con las temperaturas a lo largo del año tienen que ver con el frío. La mortalidad sigue una estacionalidad que alcanza su pico normalmente entre diciembre y enero; baja después, repunta (de forma mucho menos abultada) en julio y agosto para decrecer de nuevo en septiembre, el mes de menos fallecimientos. Este julio, sin embargo, el exceso de mortalidad ha estado a la altura de los peores inviernos, sin contar los muy excepcionales meses de marzo y abril de 2020, cuando el coronavirus disparó los fallecimientos, que llegaron a superar en más de 25.000 decesos los previstos.
Hicham Achebak, investigador especializado en clima y salud del ISGlobal, centro impulsado por la Fundación La Caixa, explica que el calor suele matar a personas muy vulnerables, generalmente mayores de 80 años. “Una vía directa es el golpe de calor, que por desgracia hemos visto últimamente; la otra, más frecuente, se debe a un agravamiento de las patologías en personas que tienen mayor dificultad para disipar calor”, cuenta. Su sorpresa, como la de otros especialistas consultados, es que el exceso de mortalidad sea tan grande y que el calor solo explique una quinta parte. “Son estimaciones que habrá que consolidar. Quizás el sistema no es tan robusto o no mide bien las muertes atribuibles a las temperaturas”, reflexiona.
El otro sospechoso, la covid, tampoco explica tantos decesos. Los datos provisionales del ISCIII contabilizan por el momento 1.872 muertes por coronavirus en julio. Aunque el mes ya ha terminado, el instituto seguirá todavía durante semanas sumando fallecimientos por los retrasos en las notificaciones. Aun así, lo normal es que sean cientos; en ningún caso los miles que harían falta para explicar el exceso de mortalidad.
Salvador Peiró, director de investigación de la fundación Fisabio, lleva tiempo dándole vueltas a estas cifras, que ya en junio presentaron un enorme exceso sobre lo esperado: 4.404 muertes, más de 10 veces superior a la media del mes. Plantea cinco hipótesis. La primera es que haya muchas muertes de covid que no se cuenten, algo que le parece “muy improbable”. Más bien al contrario: fallecimientos de personas que en las estadísticas entran por covid simplemente tenían una PCR positiva, pero no fue la enfermedad la única o principal causante del deceso.
La segunda hipótesis de Peiró es una que también apuntan las fuentes consultadas en el ISCIII: hay personas que fallecen por el largo descontrol en el manejo de patologías crónicas y la baja detección de cáncer en los últimos dos años. “Otra vez me resulta difícil de encajar. De un lado, esperaría ver más ingresos hospitalarios por descompensación de diabetes, de insuficiencia cardiaca, y otras enfermedades crónicas clásicas. Y los colegas a los que pregunto me dicen que no están viendo esto. Sí que cuentan que hay cánceres más avanzados, pero aquí la latencia hasta fallecimiento debería ser más larga. Podría explicar algo, pero no la totalidad del exceso de mortalidad. Y debería acompañarse de un repunte de hospitalizaciones por urgencias debidas a dolencias crónicas”, señala.
La tercera y cuarta hipótesis tienen que ver con que el MoMo no esté midiendo bien los excesos. “Son modelos y probablemente no están construidos para una ola de calor tan duradera”, apunta el epidemiólogo, que también cree que quizás podría estar subestimando la mortalidad en general, más allá de las temperaturas. “Pero revisé el modelo y me pareció correcto. No sé si podría tener algún efecto, pero no tanto”, asegura.
La quinta hipótesis, que quizás es la más plausible para él, es una mezcla de todas las anteriores. “Pero en dos años ha muerto mucha gente. Enfermos, personas muy mayores que hubieran fallecido (por causas no covid) en los meses siguientes a su deceso por covid. El llamado efecto cosecha (el exceso de mortalidad en una temporada avanza los fallecimientos de la siguiente) debería hacer que a estas alturas tuviéramos un defecto (no un exceso) de mortalidad, lo que complica más la interpretación”, agrega Peiró. En su opinión, “lo sensato” sería adelantar la codificación y análisis de la mortalidad por causas para intentar comprobar qué pasa, si es que pasa algo, porque “en este momento la mortalidad se vuelve un dato relevante para la toma de decisiones”.
Cada vez más calor, pero cada vez mejor preparados
Nadie duda de que el cambio climático traerá veranos cada vez más cálidos y que estas olas de calor se repetirán: serán cada vez más frecuentes, más duraderas, empezarán antes las primeras y las últimas serán más tardías. Este panorama puede conducir a un aumento de las muertes por calor. Sin embargo, España cada vez está más preparada para hacerles frente. ¿Cómo? No hay mucho secreto: con aire acondicionado.
Hicham Achebak explica que el desarrollo socioeconómico del país lo hace cada vez menos vulnerable a las altas temperaturas. “Esto quiere decir que una media diaria de, por ejemplo, 30 grados diarios mataba más hace 30 años que ahora. Hay que estudiarlo más, pero todo apunta a que detrás están las condiciones de vida, más recursos, el sistema sanitario y, sobre todo, el aire acondicionado en las viviendas. Si todas lo tuvieran y lo usaran, el exceso de mortalidad sería prácticamente cero”, asegura.
Las encuestas del INE muestran que en los noventa contaban con aire acondicionado alrededor del 4% de los hogares; en el último estudio, de 2008, esta cifra había subido al 35%. “Sigue siendo un porcentaje muy pequeño si lo ponemos en el contexto de las elevadas temperaturas que tiene España en verano. Es algo que hay que incrementar, pero idealmente, que esos aires funcionen con energías renovables para que no contribuyan más al calentamiento global”, apostilla. Esto será aún más necesario teniendo en cuenta que la media de edad de España no parará de crecer, por lo que cada vez habrá más personas vulnerables a las temperaturas.
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