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Alegato de un ‘best seller’ contra el linfoma

¿Se cumple la teoría de los seis grados de separación? Alrededor de ella gira la relación entre Andrea y Clara, dos mujeres sin aparente conexión cuyas vidas se entrelazan. Con motivo del Día Mundial del Linfoma, el escritor Juan Gómez-Jurado publica ‘Dos puertas’, un relato sobre una enfermedad que le tocó vivir de cerca en la niñez

Ilustración linfoma
Raúl Arias

Andrea nota que el móvil vuelve a vibrar en su mano. Allí está de nuevo el mensaje en la pantalla: “Encuéntrala antes de que se marche”. ¿Cuándo se ha vuelto Lucía tan pesada? Se acomoda la camiseta y el vaquero corto, se recoge el pelo con una goma y examina su mochila. Abono de 10 viajes, monedero, agua y la bolsa con la pulsera dentro. Baja por las escaleras y entra en el Metro, que, por ser domingo y agosto, está un poco menos lleno de lo habitual. Son cuatro paradas: Tribunal, Gran Vía, Sol, Tirso de Molina.

Al salir del Metro, Andrea agradece la mascarilla cuando le golpea el hedor a pis. Un precio razonable a pagar para disfrutar de los puestos de plantas y flores típicos de la plaza de Tirso. ¿Cómo se había metido en esto? Solo llevaba un día en Madrid cuando encontró la bolsa en el suelo de su habitación del hostel. Dentro una pulsera verde con una nota:

“Takk fyrir allt, Hilda. Góð ferð”.

Idioma detectado según San Google: finlandés.

“Gracias por todo, Hilda. Buen viaje”.

También un Post-it de color rosa: “Llevar el domingo 24”. Justo al día siguiente era domingo 24 de agosto. Una historia de amor pensó. Una chica finlandesa visita Madrid y se enamora de un madrileño (o de una madrileña, insistió Lucía) y luego se tiene que ir. Esto era más emocionante que su vida amorosa, que apestaba. A punto de terminar la universidad y seguía añorando el desenfreno de los adolescentes de Euphoria o Élite. Es lo que tenía vivir en Zamora y no haberse ido de Erasmus. Su amiga Lucía, no volvía a Madrid hasta el lunes, pero resultó que tenía un compañero de clase que trabajaba en la tienda de donde era la bolsa. Estaba en Tirso de Molina y abría los domingos.

En la terraza de su piso de Chamberí, Clara termina de limpiar sus cuatro plantas, un ritual que repite cada domingo. Es asombroso que hayan sobrevivido al verano, piensa. Se toca el cuello instintivamente con las manos sucias de tierra. “Ensuciarse las manos aumenta los niveles de serotonina –le explicó Hilda en una de sus charlas–. El suelo tiene una bacteria llamada Mycobacterium vaccae que desencadena la liberación de serotonina en el cerebro, un antidepresivo natural que ayuda a fortalecer el sistema inmunológico. Prueba a cuidar plantas. Tus linfocitos te lo agradecerán”. En aquel instante ya habían pasado dos meses desde el descubrimiento del bulto en su cuello.

Al llegar a la tienda, Andrea sonríe. Esto debía ser un paraíso para Lucía, obsesionada por la estética vintage. Un second-hand para modernos con maniquíes de los años 90 y llaveros de Naranjito. Lucas, el amigo de Lucía, le explica que la pulsera es de jade y que la compró un chico con el pelo rizado-casi-afro que trabaja en un escape room por Lavapiés.

–Lo conozco porque ya he ido cuatro veces con mis colegas. Somos los quintos en el cuadro de honor. ¿Has estado alguna vez en un escape room?

–No.

–¿En Zamora no hay?

–Supongo, pero es que no me gustan los espacios cerrados.

–Este te va a gustar, prueba “Rescate 2050”, tiene algunos acertijos muy obvios como el de las dos puertas, pero es la leche.

–¿Cuál es el acertijo de las dos puertas?

Una chica con todo el brazo tatuado pregunta a Lucas por las camisas hawaianas.

–Tengo que seguir atendiendo, sorry. Dile a Lucía que te lleve mientras estés aquí, es un flipe.

Andrea envía mensaje a Lucía: “Camino de un escape room en Lavapiés”.

Tumbada en la terraza Clara se acomoda los AirPods. Dave Brubeck a todo volumen también ayuda a sus linfocitos, más en orden que hace un año cuando la ecografía mostró unos ganglios agrandados y otro bulto en su bazo. La biopsia de los ganglios linfáticos confirmó que tenía cáncer. Linfoma de no-Hodgkin. Una semana después estaba recibiendo tratamiento de quimioterapia. A sus 56 años se vio sumergida en un mundo paralelo, dentro del mundo paralelo que ya estaba siendo la pandemia. De todo el equipo médico de hematología, Hilda, su enfermera, había sido su mayor apoyo.

–Necesito que me digas la verdad –le pidió al salir de una de sus sesiones de quimio.

–Te la diré si me haces la pregunta adecuada.

–Ok. ¿Me voy a morir?

Entonces le dijo la verdad, lo que ella ya sabía:

–Tienes un 70% de posibilidades de seguir viva.

En el mostrador del escape room, Mario apunta a un grupo para la experiencia “Rescate 2050”. Andrea acaba de entrar en el local y mientras espera a que llegue su turno, concluye que el chico de pelo rizado-casi-afro no está nada mal (a falta del chequeo sin mascarilla).

–¿Vienes sola?

–Creo que has perdido esto –Andrea le enseña la bolsa– estaba en mi habitación del hostel.

–¡No me puedo creer que la hayas encontrado! Subimos el viernes a despedirnos de unos colegas y a mi amigo se le debió caer de su mochila.

–¿Es para Hilda?

–¿Hilda?

–Sí, la chica de la nota, la de Islandia.

–Ah, ya. Debe ser la enfermera de Clara. Es mi profesora de piano desde que era pequeño y mi preparadora para entrar en el conservatorio.

–¿Qué le pasa?

–Un linfoma.

–¿Qué es eso?

–Yo tampoco tenía ni idea. Es una enfermedad de la sangre, un tipo de cáncer que afecta al sistema inmunitario.

–Vaya, lo siento. Y entonces ¿se está muriendo?

–No, no. Ahora ya esta bien. Bueno, más o menos. Se quedó muy jodida después de cuatro meses y medio de quimioterapia. Perdió el pelo y apenas conseguía levantar la tapa del piano. Ella todavía no sale mucho de casa por el Covid. Su hermano la ha estado cuidando, pero está fuera por vacaciones y ella me pidió que le llevara la pulsera a Hilda antes de que se marchase.

Salgo en una hora. ¿Quieres venir conmigo a dársela? Sin ti no hubiera sido posible.

“Gracias por la pulsera. Disfruta de tu 70%”. Clara hace un pantallazo del mensaje que acaba de recibir. Se pasa la mano por la cabeza en la que el pelo sigue creciendo. Como sus plantas. Hoy Hilda empieza una nueva etapa en Finlandia y ella un segundo round en Madrid.

Andrea y Mario vuelven en el metro de casa de Hilda.

Mensaje de Lucía: “BlaBlaCar pillado. Llego mañana por la tarde. ¿Ya has encontrado a Hilda?”

“Sí. Y a Mario”.

“¿Quién es Mario?”.

Andrea envía una carita sonriente de medio lado y guarda el móvil.

–¿Así que no sabías cuál es el acertijo de las dos puertas? –pregunta Mario.

–No, pero lo busqué y resulta que aparece en una peli de Bowie.

–Claro, es el rey de los Goblins en “Dentro del Laberinto”. Si no la has visto ya estás tardando.

–Es algo así como descubrir la verdad haciendo la pregunta adecuada ¿no?

–Algo así –contesta Mario y se baja la mascarilla para beber agua.

Chequeo finalizado con éxito, piensa Andrea.


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