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¿Puede Guadalajara ser la Bolonia americana?

Las cifras espectaculares, a veces, oscurecen aspectos más relevantes de ciertos acontecimientos. Acaso ocurra así con el dato de que más de 1.000 rectores se reúnen estos días en Guadalajara para analizar la viabilidad de una aventura académica compartida. La relevancia del dato cuantitativo es innegable, pero su transcendencia va más allá, y se enraíza en la voluntad de colaborar de los universitarios iberoamericanos. Parece que el paso de las declaraciones de intenciones a los hechos puede tener un atractivo camino por delante. Un proyecto universitario compartido, fundado en el análisis, en común, de los problemas.

La unión, dicen, que hace la fuerza. Es verdad. Así ocurre en todos los ámbitos de la vida y así ha ocurrido en todos los tiempos. Pero la unión solo es sólida si se fundamenta en la suma de voluntades, en las reflexiones y las visiones compartidas.

Por un espacio iberoamericano del conocimiento socialmente responsable es la idea que subyace en la convocatoria a la que acuden los rectores. Sentido académico, dimensión social, espacio universitario común. ¿Hasta dónde puede llegar ese deseo de colaboración? Quizás haya similitudes con el tiempo de gestación del Espacio Europeo de Educación Superior; pero Guadalajara no es una cumbre, es un encuentro organizado por una entidad privada.

Hacer lo mismo que desde hace 12 años se está haciendo en Europa respecto a la educación superior tiene atractivo para las universidades iberoamericanas, acaso tenga mucho, también de sueño de futuro, pero las diferencias en el origen son evidentes: la construcción de la universidad europea coincide con un proceso de integración regional y las legislaciones de los países europeos incorporan en su normativa universitaria al Espacio Europeo de Educación Superior. Pero siempre hay que dar un primer paso, debe existir un impulso decisivo...

Si Bolonia tenía antecedentes en la Declaración de la Sorbona ó la Carta Magna de las Universidades europeas, también el II Encuentro Internacional de Rectores Universia 2010 tiene los suyos, entre los que debe destacarse la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno de Salamanca del año 2005, en la que se propuso avanzar en la creación del Espacio Iberoamericano del Conocimiento. El espíritu que alienta nuevamente la creación de ese espacio no parte de cero, por tanto; hay redes temáticas para la definición de indicadores de ciencia y tecnología, programas de colaboración docente o estudios para la comparabilidad de la oferta. Llega el momento de pasar del dicho al hecho, como ocurrió en Bolonia en 1999.

Las diferencias entre la convergencia universitaria europea y la posible alianza académica iberoamericana son notables. La separación entre los sistemas educativos de los países son grandes y las desigualdades sociales lastran muchas de las posibles acciones que se pretendan emprender. No existe equidad suficiente en el acceso al los estudios universitarios y las estructuras educativas tienen importantes deficiencias en bastantes países de Iberoamérica. Por no mencionar que las instituciones universitarias de carácter privado en estos países tienen mucho mayor peso que en los europeos.

Puede que la actual sea la hora de la universidad iberoamericana. Nada será fácil, pero las oportunidades que se perfilan en su horizonte poseen un fuerte atractivo. El avance de la educación es más esencial ahora que nunca en todo el mundo, pero singularmente en Latinoamérica.

Si el Encuentro de Guadalajara ayuda a la cooperación entre los universitarios iberoamericanos, y se crean sinergias y economías de escala que aumenten el valor del conocimiento generado en este espacio se habrá dado un gran paso en su progreso social. La mejora de la educación universitaria favorecerá la identidad iberoamericana, también. El impulso de proyectos de investigación compartidos por universidades del área facilitará un modo de desarrollo basado en el conocimiento y aumentará la competitividad de la región. La educación es el más poderoso instrumento de transformación social, no se cansaban de repetirlo Giner y sus discípulos. Por ello, las actuaciones universitarias que favorezcan la inclusión y la cohesión social, mediante el acceso justo al conocimiento, deben ser materias relevantes en la cita mexicana.

Si importante es el encuentro, mayor es la trascendencia de lo que ocurra al día siguiente. El II Encuentro de Rectores Universia no debe ser visto como una "foto fija". El tiempo futuro manda. Tras los debates, han de seguir estrategias que permitan la consecución de los objetivos deseados. En ese punto cobra nuevamente importancia la mirada a lo que otros hayan hecho correctamente. Aprender de otros, en definitiva.

Las buenas prácticas respecto a la movilidad, la educación fundada en el aprendizaje activo, la incorporación del compromiso social en la misión universitaria o la relación entre la formación universitaria y la empleabilidad de los egresados son valores sólidamente arraigados en la educación superior norteamericana e incorporadas en el último decenio en el proyecto universitario europeo. En el diseño del día después del Encuentro de Guadalajara deben impulsarse programas que apunten hacia esos objetivos. Programas de movilidad académica, de acción social interuniversitaria, prácticas de los estudiantes en el mundo laboral pueden ser algunos de ellos. O iniciativas como las redes de formación del profesorado o los observatorios de empleabilidad. Para llevar a cabo estas, u otras acciones similares, debe existir el compromiso y la complicidad no sólo de las instituciones universitarias sino también de los gobiernos de los países participantes y de las entidades privadas que son sujetos activos en el progreso económico de estas sociedades.

El Encuentro de Guadalajara puede tener un extraordinario valor, pero ello no conlleva necesariamente a que en él se aborden todos los problemas. Los recursos necesarios para producir la deseada transformación iberoamericana, la supresión de las barreras que dificultan la movilidad de los estudiantes y profesores en la región o la coordinación de las políticas universitarias nacionales son otros grandes asuntos que necesitan atención en un plazo breve de tiempo.

Un panorama como el descrito tiene mucho de fascinante sobre todo para los que aprenden en la universidad, los que adquieren en ella conocimientos en los que luego basan su profesión y para los que trabajan, enseñan e investigan en sus campus. Incentivar un proyecto que pretende la colaboración entre todos ellos en pos de un mañana mejor es una iniciativa muy loable. Hay que reconocérselo a la entidad privada que sustenta Universia; tiene mucho de encomiable el impulso que pretende dar a la comunidad universitaria iberoamericana. Se trata de una colaboración ejemplar de la sociedad con la universidad.

Francisco Michavila es catedrático de Matemática Aplicada y director de la Cátedra UNESCO de Gestión y Política Universitaria de la Universidad Politécnica de Madrid

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