Los hermanos de las cebras
El último ejemplar del quagga, subespecie de la cebra común, desapareció en 1883. Un proyecto lo recupera ahora, gracias a los adelantos genéticos y principalmente a la cría selectiva
El último ejemplar, una hembra, falleció en 1883 en el zoo de Ámsterdam. Nadie se dio cuenta entonces de que era el último individuo de una especie, el quagga, que se creía una mezcla de cebra (tenía la cabeza y el lomo con las rayas características del equino) y de caballo (cuartos traseros y patas lisos y una especial coloración marrón). Un proyecto sudafricano lo está recuperando de la extinción y en ello han sido imprescindibles los adelantos en materia genética y de estudio de ADN para, primero, clasificar al quagga como lo que es, una subespecie de la cebra común o de las llanuras (Equus burchelli) y después iniciar una cría selectiva entre aquellas que presentan las características de los quaggas (sin rayas en los flancos traseros y un color marrón dominante).
Los primeros cuatro individuos trotan ya en fincas de Ciudad del Cabo
El Quagga Project, iniciado oficialmente en 1987 (pero gracias a la iniciativa de un taxidermista que se empeñó en recuperar el animal en los sesenta), dispone ahora, tras la cuarta generación de cría selectiva, de cuatro jovenzuelos repartidos en diferentes fincas de Ciudad del Cabo, que trotan ajenos a sus patas sin rayas, su cabeza de cebra y de color marrón. El proyecto finalizará cuando las primeras manadas de quaggas deambulen libres en los parques nacionales y reservas y su supervivencia esté garantizada.
El quagga fue cazado desde la llegada del colonizador a Sudáfrica en el siglo XVII, que lo veía como un competidor de pastos para el ganado. Se desconoce por qué esta cebra evolucionó en la zona semidesértica del Karoo y en la parte occidental del país y se desarrolló en una coloración tan diferente y poco ortodoxa, que puede ir, dependiendo del individuo, desde tener rayas en todo el cuerpo, pero no en las patas, hasta rayas sólo en la cara y cuello, o a rayas más o menos rotas, o desde un hermoso color canela y blanco hasta un intenso marrón oscuro. Y es que entre las cebras no hay ejemplares de igual pelaje. "Eso creó confusión en su clasificación. También, una vez se extinguieron, lo que llegaba a los museos en Europa era, por lo general, la piel del animal. Cuando se exhibía, se hacía el relleno de la cabeza con cráneos de caballos o burros y eso acabó de liar a los que quisieron estudiar luego la especie", explica el profesor Eric Harley, uno de los fundadores del proyecto.
Habría que haber hecho caso a los bosquimanos desde el principio. Fueron ellos los que bautizaron al animal como quagga (nombre parecido al relincho del equino) y que, más claro imposible, quiere decir cebra. No fue hasta 1960 cuando un taxidermista de origen alemán, afincado en Sudáfrica y colaborador del Museo Iziko de historia natural, Reinhold Rau, inició la recogida de muestras de ADN -primero de un potrillo disecado con poca gracia que encontró en el museo-, convencido de que el quagga no era una especie diferente, sino que había evolucionado de la Equus burchelli para perder sus rayas y camuflarse mejor en los colores rojizos y ocres del semidesierto del Karoo. Rau inició un peregrinaje por museos europeos para recoger el mayor número posible de muestras de piel y músculo de los animales disecados que quedaran. La confirmación de su teoría no llegaría hasta los ochenta, a través de estudios mitocondriales realizados en la Universidad de California. La comparación de las secuencias genéticas de ADN resultó idéntica a las de las cebras de llanura, y el quagga, pues, se afirmaba como subespecie. Posteriores estudios genéticos, en 2005, revelaron que el quagga descendía de una población aislada de la cebra de llanura hace entre 120.000 y 290.000 años, en el pleistoceno.
No quedaba más que buscar entre las Equus burchelli aquellas que tuvieran características de quagga y hacerlas criar. Recriarlas, en suma. Simple, sin clonaciones, sin manipulación genética. Cría selectiva. El proyecto se inició en 1987 con la captura de nueve cebras del parque Etosha en Namibia que tenían o bien rayas rotas o escasas o una coloración marrón. El proyecto, al que finalmente se ha sumado la organización de los parques nacionales sudafricanos (SANParks), tiene alrededor de un centenar de cebras ahora, repartidas en 12 fincas diferentes, cuyos dueños participan voluntariamente, y se mantiene con la venta a reservas naturales de ejemplares que cumplen menos con las características de quagga. Se van sumando también nuevos individuos para aumentar la diversidad genética. Curiosamente, el proyecto también recibe fondos de asociaciones de cazadores. "Cada vez son más conservacionistas. Y alguno nos dijo que el valor del quagga como trofeo sería enorme. Por supuesto, nada más lejos de nuestra intención", apunta Harley, genetista y biólogo molecular.
Cuatro generaciones después, cuatro animales podrían clasificarse como quaggas (aunque la coloración marrón oscura todavía no se ha manifestado, sí hay una reducción notable de rayas en los cuartos traseros). "Hemos recibido críticas, y algunas legítimas, claro. Hay zoólogos que dicen que desconocemos la totalidad de las características de los quaggas más allá de las físicas y por eso no podemos decir con exactitud que tenemos quaggas. Por eso tal vez deberíamos bautizar las presentes como Rau Quaggas, en honor al taxidermista alemán", dice Harley. Este profesor de la Universidad de Ciudad del Cabo, ahora retirado, participará en la primera Conferencia Internacional sobre la Restauración de Especies en Peligro y Extinguidas en mayo en Polonia. Harley considera que el año próximo se podría iniciar la puesta en libertad de una pequeña manada en un parque cercano a Cape Agulhas -lugar donde se unen el Atlántico y el Índico- e iniciar, de verdad, el regreso de los quaggas al que fue hace poco más de un siglo su hábitat natural. Rau no lo llegará a ver. Falleció en 2006. Pero sí vio el fruto del cruce selectivo, un pequeño potrillo, nacido en 2005 y bautizado Henry, de color canela, sin rayas en los cuartos traseros ni en el lomo. Según afirman sus colaboradores, dijo: "Míralo, sus rayas no se acercan ni de lejos a la barriga. Eso es muy quagga".
Se pensaba que formaban parte de los animales extinguidos como el lobo de Tasmania y el tigre persa o del Caspio. Gracias a Rau y a los que forman parte de su proyecto, ya no.
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