Sexo virtual (cuando el contacto está de más)
La tecnología también es sensual. Lo demuestran los nuevos (y crecientes) gadgets con los que es posible tener sexo virtual. Cuidado: son adictivos.
Las notas de audio o vídeo eróticos se han quedado en el Pleistoceno del cibersexo. Como explica Robert Weiss, fundador de The Sexual Recovery Institute, en Los Ángeles. «Los juguetes sexuales interactivos que se pueden controlar a miles de kilómetros de distancia, a través de una aplicación para el móvil, son la demostración de que el sexo virtual forma parte de nuestra realidad». Un ejemplo es el último masajeador vaginal de OhMiBod. Un dispositivo que, conectado al teléfono inteligente vía Bluetooth, puede usarse como estimulador al ritmo de la música o ser controlado por un compañero con una sencilla aplicación. «También puede mandar mensajes de voz acompañados de vibraciones sincronizadas con el tono y volumen», nos cuenta Suki Dunham, creadora del gadget.
Lo que hace unos años era atrezo del cine de ciencia ficción pronto será parte de nuestra cotidianidad. Es el caso del casco Oculus, planteado en principio como una llave de acceso al mundo de complejos videojuegos. Sus usuarios, que se reunieron en noviembre en Japón en el primer Oculus Rift Game Jam, han mostrado otras utilidades. Como su sencilla conexión a un masturbador masculino con el que tener una doble estimulación (visual y genital) por parte de un interlocutor real o imaginario. O las Google Glass, que saldrán a la venta en el primer semestre de este año con un precio superior a los 1.200 euros, y a las que les espera Glance, una aplicación para tener relaciones virtuales a distancia.
El coito, vía pastilla, de Jane Fonda y D. Hemmings en Barbarella (1968).
Cordon Press
Siempre seguro. Aunque no conlleva riesgos de contraer una ETS, son peligrosas. Al menos para Steven Cotler, director del Flow Genome Project, que las define como «la próxima heroína». Y explica por qué. «Cuando una persona vive una de estas experiencias, su cerebro segrega un cóctel neuroquímico muy potente que estimula el flujo de neurotransmisores como la norepinefrina, la dopamina, las endorfinas o la serotonina. En términos de drogas, sería como sentir el estímulo producido por el éxtasis o la cocaína».
El mercado existe. Según se confirmó en las I Jornadas Nacionales de la Salud Sexual de Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria el 8% de la población española está enganchado al sexo virtual. Y no son pocos los que gustan de vivir nuevas experiencias. La última iniciativa de repercusión mundial ha sido la de la web de Divine Bitches, en la que se subastaba una hora de cibersexo con la modelo fetichista, dominatriz y directora de cine porno Maitresse Madeline. El ganador, del que solo se sabe que es canadiense, ha pagado 42.000 dólares. Maitresse Madeline justifica su tarifa afirmando que este privilegiado recibirá «la hora más placentera de su vida».
Pero para mejorar la empatía y el entendimiento llega The Machine to be Another, realizada en España por BeAnotherLab, con el apoyo de la universidad Pompeu Fabra, de Barcelona. «Con ella, una pareja puede sentir cómo es habitar en la piel del otro. Uno de los efectos que se perciben es que aumenta el respeto entre ambos, ya que se es consciente de la fragilidad del cuerpo del otro», explica uno de sus autores, Philippe Bertrand. Además, «no está patentada, y en Themachinetobe- another.org explicamos cómo copiarla para que evolucione con las prácticas de sus usuarios», concluye Bertrand.
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