Nuevas y viejas formas de pescar clientes en la pasarela 080
De la cena organizada por Maria Fontanillas y plagada de ‘influencers’ como Miranda Makaroff o Blanca Miró a las propuestas de Txell Miras y Miriam Ponsa, habituales de la pasarela.
En una pasarela enfocada en lo emergente como el 080, las nuevas maneras de trabajar se perciben no sólo en la ropa. Mietis, la firma debutante de Maria Fontanillas (Igualada, 1992) presumió de poderío en las redes sociales organizando una cena previa a su desfile en Soho House a la que asistieron influencers como Miranda Makaroff, Blanca Miró, Marc Forné y las italianas Diletta Bonaiuti y Georgia Tal –por algo Fontanillas se formó en el prestigioso Istituto Marangoni de Milán–, que también estuvieron en la fila cero del desfile, vestidas de la firma. Sobre la pasarela, que es lo que importa, Mietis Studio, que así se llama su firma, mostró una colección con ecos de Prada en la que la estética de las pin ups de los 40 se cruzaba con el vocabulario motero.
Guillermina Baeza, un clásico del baño, probó que la respuesta no es siempre el retro. Sí, hubo bañadores enteros de lunares que podrían haber estado en las playas de la Costa Brava hace 40 años, y bikinis de braguita escueta y top de triángulo que pueden recordar a los de los 70 pero los materiales, las combinaciones de colores (morado con ocre, distintos tonos de rojo) demuestran que los estilos playeros también se pueden conjugar en presente.
Aunque no tan veterana, Txell Miras sí es una histórica del 080 y ha estado presente en casi todas sus ediciones. Las colecciones de la diseñadora, que solía diseñar también la línea de mujer de Neil Barrett desde Milán, son siempre reconocibles. Su paleta se mueve entre el negro y el blanco, aunque esta vez hubo también alivio de luto en gris y azul eléctrico. Destacan los plisados de aire japonés y el trabajo en los pantalones, una de las piezas de la sastrería femenina más complicadas de cortar. Desde culottes a cargo modificados pasando por leggins, Miras hace que todo parezca fácil. Su banda sonora, de techno industrial, también es una marca de la casa. Eso y el hecho de que los desfiles se ubiquen en la antigua morgue ayudó a compensar el stendhalazo que provoca la sede de esta edición –el 080 siempre se muda de casa–, el antiguo recinto hospitalario de Sant Pau, formado por varios pabellones modernistas en torno a un jardín diseñado por Domènech i Muntaner.
Miriam Ponsa, otra habitual de la pasarela catalana, también fue fiel a sus raíces. Su desfile arrancó con unos vídeos del documental Mujeres de la mar, de Marta Solano, en el que marisqueras y tejedoras de redes hablan con orgullo de su oficio. A partir de ahí se hiló una colección de temática más que marinera, pesquera. Aquí no había matelots ni tópicos náuticos sino jerséis y chaquetas tejidos en forma de malla, chubasqueros, monos e interesantes contrastes entre lo delicado y lo utilitario, como en una bómber de muselina transparente. Ponsa ha experimentado en otras ocasiones con el látex y volvió a hacerlo con unas camisetas estampadas después con los colores del mar.
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