La era de las feministas pop
De palabra tabú a término clave para entender 2014: el feminismo se encuentra hoy en boca de toda estrella que se precie, de Beyoncé a Emma Watson.
Se le llama feminismo pop e invade todos los rincones de la cultura del entretenimiento. Sucedió en California, a finales de agosto. Cuando Beyoncé salió al escenario de los MTV Video Music Awards y un panel luminoso escupió una palabra en letras gigantes: «FEMINIST». La cantante entonaba Flawless, en la que samplea un discurso de la escritora nigeriana Chimamanda Adichie. Reza así: «Decimos a las chicas: podéis tener ambición, pero no demasiada. Deberíais aspirar al éxito, pero no demasiado. Si no, el hombre se sentirá amenazado (…) Feminista: la persona que cree en la igualdad social, política y económica entre los sexos».
La embajadora de ONU Mujeres, Emma Watson, es el rostro visible de la plataforma HeForShe, que hace una llamada a los hombres para que participen en el cambio.
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Volvió a ocurrir en Nueva York, solo un mes más tarde. Emma Watson se subió a un escenario distinto: la sede central de las Naciones Unidas. «Se estarán preguntando qué hace aquí la chica de Harry Potter», bromeó. Pero Watson sabía muy bien a lo que iba. La actriz lanzó la campaña HeForShe, destinada a promover la igualdad de género y despojar la palabra feminismo de su mala prensa. «Para que quede claro, es por definición la creencia de que hombres y mujeres deberían tener los mismos derechos y oportunidades», dijo.
Ambas hicieron mucho ruido, aunque nada de lo que dijeron fuera especialmente revolucionario. La francesa Olympe de Gouges, autora de la Declaración de Derechos de la Mujer, ya sostuvo en 1791 que «una mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos». Si ambas se vieron en la necesidad de recurrir al diccionario, es solo porque, más de dos siglos después, no todo el mundo parece tenerlo muy claro. Incluyéndose a sí mismas: la propia Beyoncé afirmó en 2013 no estar convencida con el uso de la palabra feminista porque la encontraba «extrema».
Beyoncé se unió a la causa tras mostrarse templada durante años.
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Hasta hace muy poco, el feminismo seguía siendo un elemento desestabilizador en la cultura pop. ¿Cómo definirse así cuando «no se odia a los hombres», según Lady Gaga? ¿Cómo adherirse a esa anacrónica tendencia si no experimentas ningún «resentimiento», según Marissa Meyer? ¿Cómo aceptar el término cuando a una le gusta «la vida familiar», como dijo Carla Bruni en 2012?
Algo ha cambiado radicalmente desde entonces. «Ya empezaba a ser hora», dice la escritora Roxane Gay, autora del influyente ensayo Bad Feminist. «Sospecho que cada vez que una celebridad se ha declarado feminista a lo largo de este año, se ha sorprendido por la cálida acogida que el mundo destinaba a su gesto. Eso ha producido un efecto de contagio». El cambio de paradigma lo personifica Taylor Swift, quien hace dos años renegó de la palabra, para terminar abrazándola el pasado agosto. «Cuando era adolescente, no entendía que reconocerse como feminista significaba que crees en la igualdad. Me parecía que era decir (…) que odias a los hombres. Muchas chicas están teniendo un despertar feminista porque han comprendido el significado», afirmó.
Lagerfeld reivindicativo. El diseñador fue acusado de oportunismo por su desfile en forma de manifestación. «El mercado lo dicta todo. Y ahora ha decidido que el feminismo es cool», dijo a The Guardian.
Monica Smiley
Invasión del espíritu comercial. Esta nueva variante del feminismo se beneficia de la caja de resonancia de Internet y las redes sociales, donde el debate lleva media década en efervescencia. Menos teórico que en los 70, fomenta su expansión con nuevas armas, como camisetas y memes. «Si el feminismo tiene que convertirse en marca para provocar el cambio, no me voy a oponer», ha declarado Lena Dunham, creadora de la serie Girls. «Entiendo de dónde surge esa actitud, pero espero que no suceda», le responde Gay. «Las marcas desaparecen. El feminismo, entendido como la necesidad de que las mujeres circulen por el mundo tan libremente como los hombres, no debería hacerlo. No es una idea que deba ser sometida a los caprichos de un concurso de popularidad».
Erin Gloria Ryan, una de las responsables de la web Jezebel, centrada en información sobre mujeres y receptáculo habitual de este debate, pone en duda la efectividad de esos mensajes. «Puede que el feminismo sea tendencia, pero que Taylor Swift diga que es feminista no hace que las puertas de las clínicas abortistas sigan abiertas en Texas. Que Lena Dunham se desnude en Girls no contribuye a reavivar la ley de igualdad de derechos. La exposición de estas ideas en la cultura pop puede cambiar actitudes y pensamientos, pero no debemos confundir hablar con actuar. Es fácil decir “Soy feminista”. Lo difícil es apoyarlo con acciones».
Lena Dunham, la creadora de la serie Girls, ha declarado: «Las mujeres que dicen “No soy feminista” son mi cruz».
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La hiperbólica presencia de este feminismo pop empieza a salpicar a la moda. En septiembre, Chanel dio la campanada con su comentado desfile en forma de manifestación feminista. «La moda siempre se ha aprovechado de lo que flota en el espíritu del tiempo. En esa pasarela hay cierto cinismo, ya que el sexismo reina en ese mundo como en los demás», opina Christine Bard, autora de Historia política del pantalón. «Al mismo tiempo, puede ser vista como un índice de la vitalidad e importancia del feminismo, del que se ampara hoy una nueva generación. Durante su larga historia, el movimiento ya ha sido instrumentalizado con finalidad comercial. A mi entender, es menos grave que si la palabra fuera invisible».
En los 80, Madonna y Cyndi Lauper ya fueron acusadas de no ser auténticas feministas. Pero Camille Paglia, autora de referencia en el tema, defendió a la Ambición Rubia: «Por fin, una feminista de verdad», dijo en 1990.
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