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¿Por qué a veces los ricos visten tan mal?

Celebrities millonarias que no han conseguido comprar estilo con su riqueza.

Paris Kardashian

El dinero y la moda no van de la mano. Esa es la conclusión inicial que podemos extraer después de ver la imagen de muchas celebrities que, además de fama, presumen de una abultadísima cuenta corriente. Los medios de comunicación están plagados de imágenes de estos personajes de quienes los expertos en moda dicen que tienen "mal gusto". ¿Mal gusto? ¿Desde el punto de vista de quién?

El gusto es relativo

Inmaculada Urrea, analista de moda y fundadora de la consultora Sofoco Media, nos invita a no ser tan simplistas con las conclusiones. Al fin y al cabo ¿qué es el buen y el mal gusto? Lo esencial es contextualizar. Si comparamos a estas millonarias (Paris Hilton, las Kardashian, Kimora Lee Simmons…) con personajes como Audrey Hepburn o Coco Chanel, efectivamente estas jóvenes salen perdiendo por goleada.

En este punto también está de acuerdo Jorge Lozano, Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y experto en Semiótica de la Moda: "El mal gusto es una definición del observador. Hay que tener en cuenta, además, que cuando algo se pone de moda termina siendo bello, y hoy cualquier cosa puede terminar siéndolo". Como vemos, las tendencias son algo muy volátil que muchas veces no tiene nada que ver con el gusto. Lozano pone como ejemplo una prenda como los pantalones de campana, que fue muy apreciada en los 70 para que, 10 años después, quienes la llevaban se arrepintieran. Cuando todo el mundo se olvidó de ella alguien la rescató del baúl de los recuerdos y volvió a estar bien considerada.

"La  búsqueda del buen gusto no es más una sofisticación del mal gusto", añade Lozano, que nos remite a La rebelión de las masas de Ortega y Gasset y al poder de la masa de imponer el mal gusto a los demás.

¿Qué es la elegancia?

Con algo tan relativo como es el buen gusto, definir lo que es elegante de lo que no también es un tema complicado. Pero Inmaculada Urrea nos facilita la tarea especificando que la elegancia tradicional se basa en los cánones de la discreción y no en la ostentación. Gabrielle Chanel fue una verdadera revolucionaria en este aspecto porque sentó las bases de lo que hoy todos identificamos con elegancia. Como nos explica Lozano, Chanel trabajaba para mujeres activas, no ociosas como las antiguas aristócratas que llevaban prendas que dificultaban su movilidad. Su indumentaria era la propia de gente que no realizaba actividad ninguna. La diseñadora francesa incorporó tejidos como el crêpe o ropa de inspiración deportiva.

 El color negro también es es el color que más identificamos con el buen gusto. Sobrio, socorrido, sin estridencias… "Aunque hoy se identifique con la cultura punk o con la austeridad de Felipe II, antes de la Reforma de Lutero los riquísimos comerciantes de los Países Bajos ya vestían de este color para diferenciarse de la aristocracia desocupada. A pesar de que no hacían exhibiciones inadecuadas, sus ropas eran muy costosas y de gran calidad. En contraposición, el primer tacón de aguja surgió en las clases muy altas que no tenían nada que hacer pero que querían mostrar su poderío económico", cuenta Lozano.

El buen gusto no se puede comprar

Inmaculada Urrea ve en la influencia sociocultural un claro "culpable" a la hora de ser o no elegante. Más concretamente, lo que hayamos visto en casa desde la infancia. El ejemplo de Carlota Casiraghi (y toda su troupe) es un buen ejemplo de cómo una niña bien criada en un ambiente con clase ha heredado la forma de vestir y comportarse de su familia. En el caso de las Hilton o las Kardashian sucede lo mismo pero a la inversa. "Es la impronta de la madre, de la familia y de lo que han mamado desde que han nacido", añade. Lo cual no quiere decir que Paris no sea una mujer inteligente y empresaria de éxito; simplemente su forma de vestir es ostentosa y nueva rica.

Es precisamente esta clase de recién llegados, los nuevos ricos, quienes hacen más alarde de suntuosidad. No solo tienen una necesidad imperiosa de demostrar lo millonarios que son sino que piensan que cualquier prenda cara lo justifica todo.

La logomanía es otro clásico entre ciertas celebridades millonarias, algo totalmente prohibido entre las personas más elegantes que no admiten más iniciales en su indumentaria que no sean las propias. De hecho, tal y como nos cuenta Inmaculada, hasta los años 30 del siglo XX no se admitió ningún logo entre la gente de buen gusto, y el primero que llegó fue el de Lacoste.

Pero ¿por qué teniendo acceso a todas las firmas, medios y estilistas, algunos ricos tienen un estilo tan dudoso? "Muchas están por encima de las modas y las tendencias. Pueden llevar un chándal con un Birkin y piensan que ese bolso lo perdona todo", dice Urrea. "El rico puede elegir más", completa Lozano. Y, como vemos, lo que escoge es exactamente lo que le da la gana.

Jude Law en su tiempo libre se deja el estilo en casa.

Cordon Press

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