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Edición limitada

Siete nombres propios de la joyería española descifran el ADN de un oficio donde la tradición y la artesanía son las bazas para triunfar en el mercado internacional.

Joyas
Richard Ramos

La creatividad es el gran tesoro de la joyería española, un oficio centenario que se alimenta de la maestría artesana que ha sobrevivido de generación en generación. «Tenemos carácter propio, y plasmar esa entidad en las creaciones es lo que nos hace destacar fuera», explica Joan Olivera Bagués, consejero delegado de Bagués-Masriera. «Las firmas históricas de nuestro país siguen marcando el sector a nivel artístico». Hoy, la tendencia busca el optimismo del color, los tamaños grandes y una belleza exaltada a través de las gemas, los esmaltes y las piedras preciosas. «Es una explosión de color muy mediterránea, una apuesta que tiene mucho que ver con nuestra cultura y nos ofrece la oportunidad de salir al mercado internacional».

«Cada creador tiene su propia identidad, un estilo propio y una forma de hacer las cosas», cuenta Elena Matos, directora de joyería de Ansorena. Es esa personalidad la que carga de significado a cada obra, una idea que los creadores han convertido en su leitmotiv. «La joyería como tal –la piedra y el metal– no tiene más que el valor intrínseco de sus materiales. Pero nosotros no somos solo joyeros, somos narradores. Contamos historias a través de una joya… Y hacemos joyas a partir de una historia», explica el joyero valenciano Vicente Gracia. Es así como el oro, la plata y los diamantes se transforman en obras de arte. Una tendencia en auge que mira más hacia el alarde técnico y el valor añadido de las piezas de autor que hacia la gran industria y los mercados masificados, en los que la joya se entiende como un icono de posicionamiento social.

Los tiempos cambian, y ni siquiera algo tan imperecedero como una joya es inmune a los vaivenes del mercado. La industria española ha sabido sobrevivir amoldándose a una sociedad en la que la palabra crisis es omnipresente. «La situación no es fácil, hemos tenido que adaptarnos, pero hemos sabido afrontar las exigencias de la economía. Seguimos creciendo, creando colecciones clásicas y atemporales, pero también de tendencia», afirma Emiliano Suárez, director de marketing y comunicación del grupo Suárez. La oferta se ha diversificado con una gran variedad de estilos y precios, pero perder la unicidad no es una opción. «Las marcas tocan los dos palos, la alta costura –piezas únicas hechas a mano que recogen la imagen de la casa– y el prêt-à-porter –piezas seriadas y más asequibles–. Esa es la clave de la supervivencia», comenta Patricia Reznak, directora artística de Grassy.

El prestigio de nuestra joyería no es una casualidad. En todo el mundo, los nombres de los creadores españoles compiten con grandes firmas del lujo como Cartier, Bulgari, Tiffany o Van Cleef. Un reconocimiento que se asienta en «su saber hacer, sus talleres y la manera en la que se trabajan los materiales», afirma Carmen Sáenz, vicepresidenta de Carrera & Carrera. Las tecnologías han pasado a jugar un papel importante en la evolución del sector, pero España sigue distinguiéndose por sus raíces artesanas. Hoy, seguir la línea de producción tradicional se ha convertido, más que en un anclaje en el pasado, en un activo que hay que potenciar. «Ese savoir-faire es difícil de alcanzar en cualquier otra parte del mundo, y es ahí donde podemos hacer frente a los grandes joyeros internacionales», asegura Daniél Nicolás Miras, director de desarrollo comercial de Nicol’s.

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