_
_
_
_

¿Dónde está Andrea?

Andrea ha caído desde lo alto del faro en mitad de una tormenta, pero ahora ¿dónde se encuentra exactamente?

Manuel Bartual día 28
Bartual dia 28

Estoy flotando. No es una forma de hablar, es lo que siento. Siento que estoy flotando, que es aproximadamente lo opuesto a caer, es decir, lo que estaba haciendo justo antes de flotar. Floto pero no sé si lo hago sobre agua, aire, gas o qué tipo de sustancia. Me cuesta reconocerla porque me resulta todo muy confuso y apenas me puedo mover. Pero estoy feliz. De eso estoy segura. Me siento muy bien, muy tranquila y muy feliz.

Luego, o quizás un poco antes, tal vez en este preciso momento, me recuerdo deseándote un buen viaje pero enseguida me doy cuenta de que eso no ha sucedido todavía. También me recuerdo defendiéndome con el colgante de Mario y avisándome días atrás de que lo tenga siempre cerca, para cuando llegue el momento de utilizarlo, pero eso es imposible porque así no es como funciona el tiempo.

De repente estoy en una playa. Creo que es una playa porque noto la sal del mar en mi piel y escucho a una niña caminar por la arena, aunque no son sonidos exactamente, sino la certeza de que esa niña está allí, pisando esa arena. La misma certeza que me lleva a comprender que es Susana, de pequeña, aunque apenas recuerde su cara ni haya visto nunca una foto suya con esa edad. Intento acercarme a ella pero no sé en qué dirección moverme, y antes de que me dé tiempo a hacer nada ya no estoy allí, sino en la parcela de una granja que primero está llena de ovejas pero luego vacía, y luego en una casa al amanecer, y en un camino a medianoche, y veo a otras niñas y a otros niños y a otras personas, decenas de lugares y personas.

Hago un esfuerzo por pensar en un momento más cercano a mi presente y me recuerdo en el faro, huyendo del alien y subiendo hasta lo alto. En ese momento lo veo. Veo al alien. Está a mi lado. Le escucho respirar y me fijo en sus enormes ojos, que se abren y me miran. Son de un color negro imposible. Mueve su mano de cuatro dedos hacia mí, como hizo cuando subí al faro y tropecé desde lo alto, y en ese momento desaparece mi tranquilidad y mi felicidad y me siento muy nerviosa y trato de gritar, porque su mano se acerca hacia mi cara, y de repente no es su mano sino la de Juanjo, y ya no floto sino que estoy en un hospital, tumbada boca arriba en una cama y con un gotero enganchado a mi brazo.

—Tranquila. Tranquila. Está todo bien.

Eso me dice Juanjo. Que me tranquilice. Y que cuando me den el alta, vaya a buscarle a su restaurante. Allí me explicará todo.

Bartual genérico Andrea

Ver serie completa

Cartas desde la isla

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_