Nueva comedia del alcalde de Zalamea
El pueblo de la obra de Calderón aplaza su elección tras un empate, y si IU no se decide se hará por sorteo
En Zalamea de la Serena, Badajoz, célebre por la obra teatral de Calderón de la Barca, se desarrolla estos días otra comedia. Se puede presentar al modo clásico. Personas que hablan en ella: cinco concejales del PSOE, cinco del PP y uno de IU-Unidas Podemos. Donde está la gracia es en que los dos primeros han empatado en votos: 1.049. Era el destino. El tercer partido sacó 236 papeletas, pero decide quién será el alcalde de Zalamea.
Tal dilema, parejo al del regidor del drama entre venganza y justicia (“el honor es patrimonio del alma”), corresponde a Benjamín Sánchez, histórico comunista que no soporta al PSOE y define como “infumable” a su candidato. Además, los pueblos suelen tener su propia lógica política, con complicados antecedentes (Sánchez ya pactó con el PP en 1999), afrentas imborrables, y luego está la impepinable asamblea de IU-Unidas Podemos, que decidió el jueves abstenerse. Y según la ley, en caso de empate tan total, el cargo se echa a suertes. Y es así como entra en escena un personaje decisivo: la moneda que puede decidir el alcalde de Zalamea. Más suspense imposible.
El pueblo, donde se representa la obra cada verano y cientos de vecinos son actores, lo vive con tensión escénica. Citan los versos de memoria. Por ejemplo, lo que esperan del edil de IU es “que errar lo menos no importa si acertó lo principal”. Ha sido demasiado para Sánchez, el hombre tiene tal debate interno, personal y de asamblea, que este sábado decidió con el PSOE no presentarse al pleno decisivo, a las 19.30.
El plantón obligó a aplazar la elección de alcalde 48 horas, al lunes, por falta de quorum. En una nota conjunta, las dos formaciones de izquierda explicaron que no quieren “que el azar tome una decisión tan importante para la vida de los ilipenses”. IU-Unidas Podemos celebrará este domingo otra asamblea para volver a decidir.
Sánchez y el candidato del PSOE, Miguel Ángel Fuentes, han preferido no hablar con este periódico. En IU-Unidas Podemos han optado por ganar tiempo ante el fatal día, deseando que no llegara (“¡Detente, oh mayor planeta, más tiempo en la espuma fría del mar! ¡Deja que una vez dilate la noche esquiva su trémulo imperio!”).
A la hora del aperitivo, no se hablaba de otra cosa. En el bar La Parada, de Pascasio Gil, una vecina cuenta que su marido es de IU y estos días no para con la responsabilidad. Otra explica que el alcalde del PSOE no ha hecho nada, cuatro aceras, y la gente no lo quiere. Hasta echan la culpa a Ciudadanos, uno que ha venido de fuera y ha sacado 29 votos que hubieran roto el empate. A la hora de comer ya había rumores de que todo se aplazaba (“Como aquel que oye un clarín, que cuando de él se retira, le queda por mucho rato, si no el ruido, la noticia”). A las cinco, la secretaria municipal, muy simpática, llegó al Ayuntamiento con tiempo para repasar la ley electoral: “Es que no sé si alguna vez ha pasado esto, la verdad. Este pueblo es un poco peculiar, todas las elecciones han sido justas y con pactos”.
Tiene subrayados los artículos de la ley con rotulador fosforito rosa. Pero no dice nada de cómo se sortea. Y a ver quién tira la moneda. “Yo no me como el marrón”, dice. Ha buscado y ya pasó el otro día en Tolox, un pueblo de Málaga: salió el PP. Lo hicieron con dos sobres y una mano inocente, una periodista de Efe. Y entonces es el cronista el que teme verse involucrado en tamaña sinrazón (Titular: EL PAÍS elige al alcalde de Zalamea). En el grupo de WhatsApp de secretarias municipales de la zona están emocionadas: “Vamos para allá, a ver qué pasa”. Entra el candidato del PP, José Antonio Murillo, que ha hecho de escribano en la obra (el del PSOE ha sido el soldado Rebolledo), y los vecinos le preguntan:
—¿Pero hay pleno?
—Haberlo haylo.
Opina que esto es una tomadura de pelo, y que mejor sería que PP y PSOE gobernaran juntos. La sala de plenos se llena, hay gran expectación, cochecitos de bebés. Al final se certifica el aplazamiento. Pero, aunque no haya alcalde, en Zalamea siempre tienen uno, el otro, casi el de verdad. “¡Alcalde!”, le llaman por la calle. Es José Calvente, que lleva 24 años interpretando al protagonista de la obra. Calvente, electricista jubilado, sonríe. “Menudo lío tenemos montado”, reconoce. “Con que fin el autor da a esta historia verdadera. Los defectos perdonad. Fin de la comedia” (De momento).
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