El último pueblo de Cataluña: “El ‘procés’ nos queda muy lejos”
La propaganda electoral permanece ausente en El Castell, una pedanía de Tarragona unida a San Rafael del Río (Castellón) y donde los vecinos de ambas localidades conviven como si fuera una
María del Carmen Itarte afirma con una velocidad endiablada que al amor nunca le importaron las fronteras. Qué más da que alguien trazara una línea administrativa a lo largo del río Sénia. Qué más da que esto sea su Castell natal, pedanía de Ulldecona (Tarragona), y aquello —la mujer señala con el dedo— San Rafael del Río, municipio de Castellón donde nació su marido. Qué más da que aquí vivan en Cataluña y allí, a 93 pasos, en la vecina Comunidad Valenciana. "Pues da absolutamente igual porque aquí no distinguimos un pueblo de otro. Las familias estamos mezcladas. En el día a día funcionamos como una sola localidad", sentencia esta tendera de 58 años.
El Castell es un pequeño conjunto de casas bajas donde residen poco más de 150 habitantes, según los datos de la Generalitat. A este enclave de la comarca del Montsiá, a más de 110 kilómetros de la capital, se llega tras recorrer la carretera provincial TV-3319, entre campos de naranjos. En sus desiertas calles solo se avista un bar y un comercio. Y resalta una vieja torreta donde una placa, situada sobre el único buzón de correos, recuerda la "inauguración de la red de distribución domiciliaria de agua potable". Era agosto de 1976, subraya la reseña destacada en la Avinguda de Catalunya, que conduce hasta el puente que cruza el Sénia y une con San Rafael del Río. Al que se pasa sin salir del núcleo urbano.
Porque en este enclave, de no existir carteles que indicasen que se deja una comunidad para entrar a otra, el visitante pensaría que sigue en el mismo pueblo. Las dos localidades están pegadas. "Juntísimas", insiste Itarte. Y así viven. Los vecinos van a San Rafael a la piscina, a la carnicería, a la iglesia, a la gasolinera... "Desde luego, si colocan ahí una frontera, será bastante engorroso todo", ironiza Lander García, de 21 años, sobre las supuestas consecuencias de la independencia de Cataluña. Un debate que, en plena campaña electoral, se avivó después de que las fuerzas secesionistas hayan planteado la cita con las urnas como unos comicios "plebiscitarios". Otra vez
En El Castell, que depende administrativamente de Ulldecona, miran muy de cerca lo denunciado por la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas: "No pienso permitir que a mis padres, a mis hermanos y a mis sobrinos, que viven en Andalucía, les pidan el pasaporte para venir a verme". Un argumento al que se enfrentan desde la distancia en otros puntos de la comunidad. ¿Aquí se pondría una aduana o el paso sería como con Francia? "Aquí, cada uno tiene su ideología, pero nosotros lo único que queremos es trabajar y que todo vaya bien", responde Itarte. "La verdad, nos queda muy de lejos el procés", sentencia García, camarero de El gallego, donde castellano y catalán se alternan en los carteles de las paredes y en las conversaciones de los clientes, mientras en la televisión se pone TVE.
En contraste con otras zonas del Estado, en esta pedanía no ha aterrizado la plaga de banderas que inunda Cataluña y el resto del país. Una única estelada luce, enrollada por el viento, en una casa de El Castell. Y resulta complicado encontrar alguna enseña española en las fachadas de San Rafael, de 500 habitantes. Solo una pintada de Catalonia is not Spain —en el lado castellonense— y varias pegatinas de las juventudes de ERC para el referéndum ilegal con la palabra Sí —en el tarraconense— rompen un paisaje desierto de consignas electorales.
"Se habla del procés, pero no mucho", cuenta María del Carmen Sanz, de 64 años. Mientras sus nietos juegan en la pista deportiva de El Castell, esta oriunda de Barcelona y empadronada en San Rafael destaca cómo los vecinos han convivido durante los últimos meses "sin tensiones y enfrentamientos". "En cierta manera, también se evita el tema. El 1 de octubre, por ejemplo, yo hice un comentario en una tienda lamentando las cargas policiales y una persona me respondió: '¿Pues qué no hubieran ido a votar?", relata la mujer. "No se ha producido ningún altercado, ni situación límite. En el pueblo hemos vivido los acontecimientos de los últimos meses con sumo respeto", continúa el alcalde del municipio castellonense, Domingo Giner (PP), ejemplo también de los lazos que unen estas dos orillas del Sénia. Su mujer es de El Castell.
El Ayuntamiento de Ulldecona, gobernado por el PSC y donde las fuerzas independentistas sacaron el 55% de los votos en las autonómicas de 2015, admite que, "a pesar de la pertenencia a dos provincias diferentes, la proximidad de las dos poblaciones ha provocado que entre sus habitantes haya una cierta identificación". "Hasta para organizar las fiestas populares nos juntamos los jóvenes de los dos lados", relata García. "Aunque a nosotros nos entierran en el cementerio de Els Valentins [otra pedanía del municipio tarraconense] y a los de San Rafael en el que tienen allí", explica Itarte. La muerte es lo poco que separa al último pueblo de Cataluña y al primero del resto de España.
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