Un embajador que abrió caminos en el mundo árabe
El diplomático era especialista en el estudio de los tratados internacionales suscritos por España
El embajador español Ramón Villanueva falleció este martes en Madrid a los 89 años tras una larga carrera en el servicio exterior, durante la que se convirtió en uno de los grandes expertos en el mundo musulmán. Conoció Irak y Libia cuando todavía eran monarquías, pero también estudió a fondo todos los tratados internacionales suscritos por España, que plasmó en un ensayo del que no existían precedentes. Fue, además, un diplomático comprometido políticamente con la democracia antes y durante la Transición. Por encima de todo, creía que las relaciones entre los países se cimentan y crecen sobre la cultura y el conocimiento mutuo.
Había nacido en el seno de una familia de la burguesía de la Restauración. Su abuelo, Miguel Villanueva, fue uno de sus epígonos, ministro, entre otras carteras, de Fomento, Gobernación y Estado (Exteriores), además de presidente del Congreso y alto comisario.
Pese a ello, contaba Ramón cómo el contacto con el sórdido Madrid de los vencedores fue abriendo sus ojos de adolescente a un pensamiento crítico, y por ende a la izquierda. Había transitado por el juanismo más comprometido, hasta que el Pacto de San Sebastián, y la muerte -irrelevante para el grupo- del "único juanista proletario", le alejó de él. No por ello había dejado de realizar acciones políticas, entonces subversivas, que lo llevaron a los calabozos de Gobernación, en Sol.
Fue desde luego el magisterio de Enrique Tierno Galván, preparador de la oposición a diplomático, el que actuó como catalizador en su giro a la izquierda, como ocurrió con otros miembros del servicio exterior. Era de los pocos amigos que tuteaban al viejo profesor, aunque no militó en el PSP.
Relatador siempre ameno (pese a conservar toda su vida un sottovoce conspiratorio), contaba cómo al regresar del acto creador de la Fundación para el Desarrollo Funcional de Europa acompañó a Tierno a su piso en Ferraz, donde sabían que sería detenido, como ocurrió. La tapadera funcionalista, moda en 1951, no despistó a los celadores del Régimen.
Sus primeros destinos fueron tres países árabes (la Libia de Idriss, el Irak de la Revolución, el Túnez de Burguiba), no solo por su dedicación arabista, sino por su reputación de díscolo, producto de su "ausencia de los cenáculos en que se repartían puestos y prebendas."
Contaba que en la cruenta Revolución Iraquí en 1958, mientras se dirigía al Ministerio de Asuntos Exteriores con el arabista García-Gómez les arrojaron por la ventana del coche oficial lo oreja de un desdichado.
Los avatares de la vida diplomática propiciaron su encuentro con el gran amor de su vida, Vivi, con quien compartió más de medio siglo, sin duda los mejores años de su dilatada y dichosa vida.
Pero en Ramón no solo habitaban las ideas y el compromiso, sino también un gran profesional. España, país que fue imperio universal, carecía de la recopilación de sus compromisos internacionales; el Censo de tratados suscritos por España, obra suya, colmaba esta enorme laguna. Asimismo prueba su carácter innovador el que fuera introductor de la informática en el Ministerio de Exteriores. Sus embajadas en Turquía y Túnez fueron la piedra de toque de su profesionalidad. Consideraba que la cultura era la gran propiciadora de la convivencia. Recuperó el Centro Cultural en Estambul y revitalizó el de Túnez.
Es sin duda su paso por Burdeos, a inicios de la Transición, ejemplo de su polivalencia. No solo dio a la colectividad del exilio el lugar que le correspondía, sino que creó el museo de Goya en la casa donde vivió el pintor sus últimos años, y escribió un libro de referencia, Goya en Burdeos, cuya importancia es fundamental.
Por consecuencia, en la Transición se incorpora al PSOE, aunque, siempre marcado por nuestra guerra fratricida, su PSOE era "el de Negrín, no el de Casado".
Inquieto hasta el final, me contaba hace poco su deseo de donar al Congreso el precioso pergamino que, firmado por todos los diputados en 1917, recoge los motivos de la declaración de neutralidad española en el primer conflicto mundial. Ejemplo tal vez en momentos en que nuestro país ha venido participando en escenarios bélicos dudosos.
Español sin adjetivos, consciente y orgulloso de sus varios orígenes -vasco, catalán, riojano-, propiciaba un país que reconociera ampliamente esa diversidad, bajo el imperio de libertad y convivencia, pero siempre con una inquietud social. Era su España la que empieza en la Ilustración, padece en el XlX, se frustra en el 39, y renace en el 78.
Perdemos al hombre, al amigo y al luchador. Permanecen el afecto y el ejemplo.
Ricardo Peidró Conde es embajador de España.
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