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Sí sabe, no contesta

Luis Bárcenas consolida su aptitudes de actor y escenifica su pacto de no agresión al PP

Bárcenas comparece en la comisión sobre la financiación del PP en el Congreso.Foto: atlas | Vídeo: Uly Martín | Atlas

"Aquí no estamos en una película del Oeste". Toni Cantó apeló al conocimiento del oficio para recriminar al impostor de Luis Bárcenas, extesorero del PP, su papel de comediante. Actuaba Bárcenas, en efecto. Y parecía encontrarse específicamente en una obra de Pirandello, pues delegaba en los espectadores el protagonismo de la trama. Les concedía la escena. Y resistía el asedio de las preguntas con la paciencia del burócrata y con la veteranía del expresidiario, como si le estuvieran hablando en otro idioma.

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Ni siquiera alcanzó a zaherirle el timbre percutor de Irene Montero, cuando le reprochaba haber incurrido en la conducta sospechosa de la omertà. Quien calla no otorga. Quien calla, calla. Y Bárcenas se hizo gris -el pelo, el traje, el discurso, la voz- como estrategia de mimetismo con la nada y como aproximación a la invisibilidad.

Sólo se avino a hacerse corpóreo no para responder las preguntas, sino para corregirlas. Llegó a decir que había sido tesorero del PP "escasamente un año" - tesorero sí, pero poco-, sobrentendiéndose del matiz los obstáculos logísticos que hubieran supuesto organizar una trama tan compleja a contrarreloj.

Y rara vez sobresalía LB de la estrategia del mutismo, incluso podría haberse traído a la comisión parlamentaria las bocinas de Harpo Marx y hasta la peluca. Porque Bárcenas declaraba que no declaraba nada. Y argumentaba en su beneficio que no procedía perjudicar los procesos judiciales en que se halla envuelto.

La premisa deslucía toda expectativa. No era cuestión de preguntarle a Bárcenas por su pericia de esquiador ni por su erudición en el expresionismo abstracto. Ya dijo Álvarez Cascos la pasada semana que de arte hablaba con Bárcenas. Y también explicó que cualquier conflicto con la tesorería del PP habría que reclamársela al tesorero Lapuerta.

Tiene casi 90 años y no responde de su salud física ni mental. Por eso ha sido excluido del juicio. Y por las misma razón va a proporcionar al PP su mejor servicio: inmolarse en el silencioso vaivén de su mecedora. Es una estrategia astuta la del PP, pero no quiere decir que vaya a resultar ganadora, sobre todo porque hay empresarios que han admitido las donaciones y las comisiones, como hay políticos que reconocen haber percibido dinero de la caja b, más allá de los 45 millones encontrados en Suiza y de los avances judiciales que han desenmascarado la nauseabunda trama de financiación.

Bárcenas tiene que desdecirse de toda la responsabilidad que atribuyó a Rajoy en la propia sede judicial. De todas las acusaciones que vertió sobre la jerarquía del partido. Y tiene que perder los papeles, su papeles, distanciarse de ellos como si ya no fueran su salvavidas, porque han debido ofrecerle un salvavidas mejor. La prueba está en que le llaman señor Bárcenas. Le han "castrado". Han convenido un pacto de no agresión. Han desactivado su cinturón de explosivos. Ya sólo falta que le devuelvan su despacho en Génova 13.

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