La flor y la náusea
En España, la demanda de nuevas reglas ha traído nuevos jugadores
El optimismo no es una de las grandes virtudes del periodismo. Pero la experiencia de un reportero extranjero ante las elecciones españolas del 26 de junio puede consolar a los descontentos, con el descubrimiento de que —como escribió el poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade— una flor puede nacer en la calle y romper el asfalto y la náusea.
Los españoles, como los egipcios o los neoyorquinos, han sufrido en los últimos años una ruptura de sus expectativas en los gobernantes. Por la crisis económica, sí, pero también por la idea persistente de que el sistema actual ya no les representa. De que la corrupción está extendida por los rincones más profundos y que, de tan sucia, no se puede limpiar. De que la justicia social, después de todo, no existe.
La indignación que ha dado nombre a los movimientos de reivindicación social en España no es solo española. Puede que sea el Zeitgeist de estos años, también observado en Siria y en Hong Kong. Pero ha sido en países como España donde la insatisfacción ha florecido. Aquí, la demanda de nuevas reglas ha traído nuevos jugadores.
Los españoles irán a las urnas en dos semanas para intentar, como hicieron en diciembre, elegir su nuevo Gobierno. Llegada la hora, tendrán ante ellos opciones que no conocían en 2011. Seguirán lidiando con los retos de sus leyes electorales, pero ya no podrán decir que, a despecho de su voto, no hay cambio posible.
Aunque el Partido Popular logre el primer puesto y consiga formar Gobierno, tendrá enfrente durante los próximos años a Podemos, una fuerza política recién llegada. Ciudadanos, también reciente, también será importante para las decisiones que se tomen en el Parlamento. Aún es necesario que los líderes negocien ese futuro, pero, por ahora, existe la impresión de que el avance es posible.
En Brasil, aún se espera que la crisis política traiga resultados positivos. Que, después de mirarnos en el espejo y descubrirnos sin la brillante máscara de carnaval, podamos renovar la izquierda, la derecha y la misma idea de la política. Y que en 2018 no nos veamos obligados a escoger entre opciones que a muchos nos parecen inadecuadas.
No es que no digamos que el ejemplo español es una utopía ni que no nos demos cuenta de las limitaciones de la renovación política misma. Pero Drummond, cuando escribió sobre la flor que nace en la calle, también dijo: “Su color no se percibe, sus pétalos no se abren, su nombre no está en los libros. Es fea, pero es realmente una flor”.
Diogo Bercitoes corresponsal en Europa de La Folha de São Paulo.
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