Ciudadanos, frente al reto de la consolidación de su proyecto
Rivera, que decidió la implantación nacional del partido en diciembre de 2014, afronta el examen del 20-D
“Tengo la sensación de estar ante un momento histórico de este país”, dijo ayer el líder de Ciudadanos antes de salir hacia Barcelona. “Me da la sensación de que algo va a cambiar, de que se abre una nueva etapa política, y de que tenemos la suerte de vivirlo en primera persona”, añadió. “Somos afortunados de poder verlo. Nuestros padres vivieron una Transición y creo que nosotros vamos a vivir una nueva Transición que va a empezar a partir del 20. Voy a disfrutar de esto con mis compañeros”, aseguró.
El 20-D será un punto de inflexión en la trayectoria de Ciudadanos. El partido no decidió su expansión nacional hasta diciembre de 2014. La entrada en el Congreso coloca a la formación emergente ante el reto de expandir y profesionalizar sus estructuras para adaptarlas a su nueva dimensión. Al mismo tiempo, las urnas miden el peso electoral que tiene el liderazgo de Rivera. Ciudadanos ha desarrollado una campaña de más a menos, en la que sus rivales políticos han puesto en duda la capacidad de gestión de sus equipos y han destacado la inexperiencia de sus cuadros. En consecuencia, los escaños que logre el partido serán el termómetro de cuánto vale que Rivera sea el líder mejor valorado por los electores en todos los sondeos. El suelo electoral de la formación es la traducción estadística del tirón de su presidente.
“Todo lo que saque el día 20 será plausible, dado que hasta entonces no tendrá representación parlamentaria”, argumenta Miguel Ángel Rodríguez, secretario de Estado de Comunicación con el Gobierno de José María Aznar. “Pasará de 0 diputados a 30 o a 40 y eso será un éxito en sí mismo”, añade. “Ahora bien, como Rajoy ya tiene aprobado el presupuesto de 2016, su fuerza en el Congreso de los Diputados será muy relativa. Uno es alternativa a partir de 115 diputados”.
Ciudadanos, según los sondeos de Metroscopia, arrancó 2015 con un 8,1% de los votos. Doce meses después, el partido de Rivera se ha disparado al 18,2%. Que este último dato abriera una crisis (Ciudadanos llegó al 22,6% en noviembre), refleja la difícil tarea que tienen los estrategas del partido: gestionar las expectativas probablemente incumplidas, porque durante gran parte de la campaña han puesto el acento en las posibilidades de que Rivera ocupara La Moncloa.
Ciudadanos se juega el 20-D su consolidación como proyecto político de escala nacional. Cada diputado es un ladrillo más en el edificio, porque cada acta multiplica la capacidad de influencia política, su peso institucional, las subvenciones o la presencia en los medios de comunicación. En diciembre de 2014, la formación contaba con dos eurodiputados, nueve diputados autonómicos catalanes y una decena de concejales como toda representación institucional. Hoy mantiene su representación en Europa, presume de casi 100 diputados en toda España, de miles de ediles y de decenas de alcaldías. Mañana, finalmente, contará, previsiblemente, con decenas de diputados nacionales.
El reto de Rivera
Eso coloca al partido ante un reto mayúsculo. Junto a Rivera entrarán en el Congreso decenas de profesionales de la sociedad civil sin experiencia política. La formación ya trabaja en expandir sus estructuras para transformar un pequeño partido catalán en uno de dimensiones nacionales; en profesionalizar sus equipos y en intentar que su presencia en la Cámara baja no introduzca voces discordantes, que alteren un discurso que hasta ahora han controlado Rivera y su núcleo duro. Hoy Ciudadanos despeja una incógnita: si los electores creen que es una verdadera alternativa de Gobierno, o si siguen limitándole al papel de fiscalizador de los Ejecutivos, como ya hicieron en las autonómicas del 24-M.
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