Los otros catalanes deciden el 27-S
Alrededor de 1,6 millones de personas nacidas fuera de la región podrán votar el domingo. Los partidos se han esforzado en campaña más que nunca por conquistarles en las urnas
Cuando Paco Candel (Valencia, 1925- Barcelona, 2007) publicó el revolucionario Els altres catalans en 1964, abrió por primera vez el debate sobre la integración de la inmigración española en Cataluña. El libro, un tremendo éxito de ventas, fue saludado con entusiasmo también por un cierto nacionalismo catalán por su visión multicultural y la capacidad de vislumbrar el papel cada vez más relevante que tendrían en la sociedad catalana los que habían nacido fuera de ella. En aquella época, los protagonistas de ese fenómeno demográfico y cultural fueron los mal llamados charnegos. Hoy los otros catalanes, todas aquellas personas no nacidas en Cataluña pero que trabajan, residen y configuran la cultura de esta comunidad autónoma –extranjeros y españoles- son ya una tercera parte de la población (alrededor de 2,6 millones de los 7,5 totales). Todos los partidos saben que el 27-S serán decisivos.
Alrededor de 1,6 millones de personas nacidas fuera de Cataluña podrán votar el domingo. De ellas, 1.372.216 son españolas y 293.012 son extranjeras (aquellos con nacionalidad española de los 1.277.932 que residen en esta comunidad, según datos de Idescat en 2014). Y esta campaña les ha tenido en cuenta más que nunca. La Diada se celebró en la avenida Meridiana –una zona tradicionalmente vinculada a la inmigración española de los años 60- con la voluntad explícita de la ANC de acercar su mensaje a “un sector de la población a la que falta que llegue”. En la misma línea, dos asociaciones llevan haciendo un trabajo muy importante a favor del derecho a decidir y luego del independentismo: Súmate, que preside el cordobés Eduardo Reyes, y Sí amb nosaltres, que coordina la uruguaya Ana Surra. La primera agrupa mayoritariamente a personas nacidas en otros lugares de España y a menudo castellanohablante que está a favor del proceso; la segunda hace lo mismo, pero con inmigrantes procedentes del resto del mundo.
Un tercio del censo electoral corresponde a personas no nacidas en Cataluña, extranjeras y del resto de España
Del otro lado, tanto Cataluña sí que es pot, como PSC y también como el PP han invocado el viejo imaginario (y algún fantasma que otro) sobre la inmigración española y las órbitas de izquierda y derecha que la conforman. Incluso Societat Civil Catalana alude a los orígenes andaluces de algunos votantes en uno de sus anuncios. Al final, todos saben que se la juegan con ellos.
Según un estudio de hace dos años realizado por el Govern y la Obra social de La Caixa, el 25,6% de los inmigrantes quieren la independencia de Catalunya, frente al 43,2% que prefieren que siga siendo una autonomía y el 9% que aboga por el federalismo. Algunos, como el brasileño Flavio Carvalho, miembro de la asociación Sí amb nosaltres y administrativo del consulado de Brasil, lo tienen clarísimo. Llegó a España hace 10 años cuando solo conocía de Barcelona la canción que Freddie Mercury y Montserrat Caballé cantaron delante de las fuentes de Montjuic para los Juegos Olímpicos. Y su visión, cuenta, cambió al aterrizar. Entendió que aquello era distinto, sostiene ahora. Pero, ¿por qué la independencia? Como muchos otros inmigrantes, resalta esa sensación “genial” de participar en la formación de un país desde cero, de poder ser ciudadano de primera clase desde el primer día. De hecho, la ANC les ha prometido que así será y que, incluso quienes no tengan papeles, los tendrán. Carvalho no ve alternativa. "Hemos llegado a un punto que no tiene vuelta atrás. Soy muy optimista en relación al proceso, no lo veo como un problema, sino como una solución”, señala.
Muchos inmigrantes a favor del proceso ven en la independencia una oportunidad de comenzar de cero como ciudadanos de primera
Para los inmigrantes que votarán a favor de la independencia, una posible salida de Europa no resulta tan dramática. La uruguaya de 22 años Annely Gagliardo, estudiante de Química en la Universidad de Barcelona, cree que “hay muchos países fuera de la UE y viven muy felices, como Suiza”. “Yo no me siento europea, Europa no me representa. Lo que están haciendo con los refugiados me parece horrible. Solo somos europeos cuando tenemos dinero”, señala.
Pero la cosa cambia para aquellos extranjeros con nacionalidad española a los que no convence la secesión, como el venezolano William Arellano Rodríguez, que llegó a Barcelona hace 12 años y trabaja como ingeniero informático y profesor de spinning por las noches. Además de la posible salida de la UE, a muchos como a él les cuesta entender el sentimiento de separación de la patria y temen inconvenientes como el cobro de sus pensiones y la huida de grandes empresas del Ibex con sede en Barcelona. “En América Latina, por ejemplo, sería impensable pitar un himno nacional. Cuesta mucho de entender, porque mucha gente ha trabajado en el pasado por una constitución y unas normas, y creo que merece un respeto. Además, no tengo claro cómo quedará el tema de las pensiones. ¿Dónde irá lo que yo he aportado estos 12 años? Todo eso me inquieta. Pero al ver la respuesta de Madrid dan ganas de rebelarse. Ver al ministro de Defensa con esas amenazas… a veces parece que estemos en una república bananera”.
El mayor número de personas no nacidas en Cataluña siguen siendo los andaluces, a mucha distancia todavía de los extremeños y los aragoneses. Son 606.487, y unos 550.000 podrán votar el domingo. Paco Grande, que llegó a Barcelona de Córdoba hace 44 años, es uno de ellos. Como la mayoría de consultados, admite que Cataluña no está bien tratada económicamente y que podría haber un margen para dialogar en ese sentido. Pero rechaza de plano este proceso y las heridas que puede dejar abiertas. “Me preocupa porque está dividiendo a la sociedad catalana. Yo nunca he tenido problemas aquí, tampoco hablo catalán pero nunca ha pasado nada. Pero ahora me preocupa de que haya gente que tiene miedo de expresar lo que piensa. Y eso es un paso atrás. Me da igual que gane sea por un 40% contra un 60%. Pero nos quedaremos divididos, y eso no se lo merece Cataluña”.
Súmate, la asociación de personas nacidas fuera de Cataluña o hijas de aquella inmigración que hoy apoyan el proceso no lo ve así. De hecho su presidente, Eduardo Reyes, cordobés como Paco, es el número 6 en la lista de Junts pel sí y apuesta por la compatibilidad de ser un catalán de pleno derecho y no renunciar a unos orígenes ni a una lengua. Su apuesta ha sido uno de los grandes cambios surgidos de este proceso. Hay gente procedente de toda España, como la madrileña Nerea Martí, camarera en paro que llegó a Cataluña cuando tenía 4 años y cuya familia procede de Aragón, Valencia y Andalucía. “Cuando el Estado Español se llena la boca diciendo que todos somos españoles, pero cuando reparte las becas, Barcelona recibe 5 y Madrid 58… pues ya no somos todos igual de españoles. Hay una serie de discriminaciones hacia Cataluña que aunque no hayas nacido aquí las sufres igual”, señala.
También hay algunos inmigrantes extranjeros que han pasado por diferentes fases, como el peruano Heber Arcos y su esposa, la ecuatoriana Sandra Olivo. Él llegó a Barcelona justo después de los Juego Olímpicos de 1992 y empezó a comulgar con las ideas independentistas. Quizá fue por el entorno, recuerda. “Al principio la independencia me parecía un paraíso como el que pintan ahora... Me gustaba la idea de crear un país como Andorra, con más trabajo, mejor economía… Pero ahora con la corrupción, tanto desde el Gobierno de Madrid como el de aquí, se me ha quitado la venda de los ojos. Ahora soy neutral, o casi en contra de este proceso. Creo que todo son intereses propios”. Su esposa sonríe, le toca la rodilla y asegura que contribuyó a ese cambio de opinión. A ella lo que más le preocupa es el tiempo perdido: “Si Cataluña deja de ser Europa nos afectará mucho. Hasta que se restablezca una base y se remonte, pasará un tiempo que desperdiciaremos para otras cosas que para mí son prioritarias”.
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