Fallece Luis Calvo Teixeira, un hombre de la televisión
Su labor como director, realizador y guionista de TVE encarna el esforzado y espectacular recorrido de la televisión en España
Si la estela que dejamos los periodistas es tan fugaz como las noticias que recogen los periódicos, el eco de lo que aparece por la televisión, y el recuerdo de quienes la hacen, suele ser pasajero. Jesús Hermida ha sido una excepción. Con motivo del fallecimiento de este icono de la televisión, que fue Jesús Hermida, cuya muerte prematura (todas lo son, en realidad) ha provocado en la opinión pública española una riada de admiración y afecto, lo que prueba tanto la imbatible potencia informativa de este medio como el grado de aceptación popular de la originalidad innovadora de ese atrevido muchacho del trapecio, que empezó de cronista y acabó de showman, Rosario G. Gómez escribía en este periódico que hay algunos nombres preclaros en la historia de TVE a los que debemos reconocimiento. Luis Calvo Teixeira, muerto a los 79 años, solo dos días después de Hermida, es uno de ellos. Era de Ceuta (1936), vivía en Marbella y cultivaba, como el mayor de los Machado, cierta misantropía, pero fue un notable director, realizador y guionista de TVE, que encarnó como pocos el esforzado y espectacular recorrido de la televisión en España.
Luis Calvo Teixeira fue abducido por este medio en los tiempos incipientes de los estudios del Paseo de la Habana, donde, como en un laboratorio, se iba haciendo televisión sobre la marcha y con espíritu pionero. Este país se inició en la televisión como un niño aprende a montar en bicicleta. Los locutores procedían de la radio; los realizadores, del teatro; y los cámaras, del cine y del NO-DO. Todos ellos se adentraban en un oficio nuevo, el de la gente de la tele, empezando a poner un espejo, tímidamente, frente a la vida española. Calvo Teixeira, que era estudiante de letras y en el colegio mayor Diego de Covarrubias había dirigido con entusiasmo un grupo de teatro, que escribía con aliento poético y había sido finalista del prestigioso Premio Sésamo de cuentos, se enteró de que en TVE habían convocado un concurso de guiones y presentó uno, titulado Siempre ayer, que se ganó la selección y fue el primero de otros muchos.
Enseguida, en aquella televisión, hecha de improvisaciones y descubrimientos, “que llegaba al mundo como un fantasma sin rostro todavía”, como él explicaría después, pasó de guionista a realizador, al lado de los entonces ya maestros Manuel Ripoll y Chicho Ibáñez Serrador, y de las obras de teatro a los musicales. Nombres como Pedro Amalio López y Pilar Miró están entre los de sus colegas más cercanos.
Como la televisión es inevitablemente información, Luis Calvo Teixeira se asomó también a ese mundo a través de la realización de un programa cultural de largo recorrido, El arte de vivir, presentado en su primera etapa por Victoria Prego, que se mantuvo en antena durante diez años. Era una ventana a la cultura de todo el mundo, que tuvo continuación en otro espacio de perfil parecido, La rosa de los vientos, y que Luis Calvo Teixeira mantuvo también en una serie de 13 entregas en torno a las Exposiciones Universales, con motivo de la Expo de Sevilla en 1992. Otro de sus programas destacados fue una serie musical en coproducción con Canadá y Estados Unidos, Horas doradas, para lo cual vivió un año en Canadá.
Impenitente hombre de teatro, estuvo muy vinculado al mundo de la farándula como empresario del madrileño y rompedor Teatro Alfil. Uno de sus musicales más celebrados, finalista del Premio Italia de TV, fue Fulgor y muerte de Joaquín Murieta, que traducía a imágenes la soberbia versión que de la obra de Pablo Neruda hicieron los cantantes argentinos Olga Manzano y Manuel Picón, en la que la reivindicativa, popular y soñadora música de la cantata trataba, como los versos del Premio Nobel en recuerdo del bandido chileno, de “romper el olvido oxidado que ahora le encierra”.
Porque, ya lo dijo Marañón, nada más muerto que el olvidado. Para romper ese olvido he escrito estas líneas en recuerdo de Luis Calvo Teixeira, como uno más de los que tuvimos el privilegio de conocer y tratar a aquel sonriente compañero de colegio mayor que nos comprometió con Bertolt Brecht representando El proceso de Lúculo y que hizo del arte de vivir algo más que el título de un programa de televisión.
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