_
_
_
_
elecciones europeas
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Plegaria a San Schuman

La campaña arranca justo en el momento en que Vladímir Putin es quien tiene la iniciativa

Lluís Bassets

La posguerra exigía dos capítulos en la construcción europea. Eran los años salvajes, en que Europa entera era un territorio feroz sin ley ni orden, como ha explicado Keith Lowe en su Continente Salvaje.Washington y Londres habían trenzado ya desde la guerra el capítulo de la seguridad del que saldría la OTAN. Robert Schuman, ministro de Exteriores de Francia, y Konrad Adenauer, canciller de Alemania, trenzaron los del capítulo económico, que empezó con la Comunidad Europea del Carbón y del Acero y ahora es la Unión Europea. De la llamada Declaración Schuman, el 9 de mayo de 1950, salió el Día de Europa, conocido en Bruselas como San Schuman, que en esta ocasión ha coincidido felizmente con el arranque de la campaña electoral.

No es la única coincidencia. La idea de unir a Francia y Alemania —a partir de los dos ingredientes bélicos como eran entonces el carbón y el acero y de forma definitiva para evitar el hábito de la guerra entre hermanos contraído a lo largo del siglo XIX y repetido hasta dos veces más en el XX— no podía gustar en dos capitales, una amiga, Londres, y otra adversaria, después de haber sido aliada, Moscú. Aunque los británicos estén todavía dentro, les sucede como a los rusos: prefieren un continente dividido a someterse a una superpotencia surgida de pronto en el vecindario. Algo que recuerda lo que sucede ahora mismo, de forma más visible en nuestro límite oriental porque allí adopta los viejos e inquietantes hábitos del nacionalismo étnico y de la acción armada, a semejanza de los que empezaron a arruinar a Europa en 1914, justo ahora hace 100 años.

Nosotros nos decimos que estamos ante las elecciones más trascendentes de la historia de Europa. Que por fin los europeos podremos decidir quién queremos que presida la Comisión, la institución que más se parece a un gobierno de Europa. Que, por primera vez, tendremos elecciones verdaderamente competitivas, en las que los candidatos debaten entre ellos y ofrecen sus programas, identificables con un rostro y un partido.

Es muy fácil ilusionarse con la idea de la trascendencia de nuestros actos, pero más difícil que nuestros actos y decisiones presentes terminen teniendo esa trascendencia histórica que pretendemos. La abstención electoral creciente, el voto de protesta contra los grandes partidos, la rebelión contra el estatus quo e incluso contra la propia idea de Europa, la inercia de los jefes de Estado y de Gobierno acostumbrados a prescindir del resultado de las urnas, y tantas otras cosas pugnan por convertir en anodinas estas elecciones. Las dicotomías en juego entre izquierda o derecha, Europa federal o Europa intergubernamental, Europa de los Estados o Europa de los pueblos, fácilmente pueden quedar disueltas en la Europa de siempre, con una Comisión devaluada, un Parlamento ruidoso pero ineficaz y un Consejo Europeo que acumula todos los poderes y, a la vez, todas las impotencias. Y mientras tanto, quien tiene la iniciativa en Europa es Vladímir Putin. Que San Schuman nos pille confesados.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_