Se acabó la fiesta de las inauguraciones
La visita institucional es el nuevo sucedáneo para salir en la foto
Lo sucedido el pasado día 11 de octubre en el pueblo de Alhendín (Granada, 8.000 habitantes) fue paradójico: los 14 políticos que asistieron a la inauguración de una rotonda ocupaban la longitud de su diámetro. La imagen de la ya conocida como rotonda de los 14,refleja el hambre de inauguraciones que asuela a los políticos. Se inaugura poco, eso es evidente, consecuencia de la crisis, pero, a falta de obras, ¿cuál debería ser su política? Un rastreo entre los presidentes de las comunidades autónomas muestra una tendencia casi monocorde: la visita institucional de empresas, colegios y centros de salud. Porque inaugurar, aquí no inaugura nadie.
Apenas hay obra pública, el tótem de muchos políticos, la manifestación de su poder de transformación de la realidad. María Dolores de Cospedal ha tardado seis meses en 2013 para poder inaugurar algo en Castilla-La Mancha, en este caso una estación de tratamiento de agua potable. El resto del año se ha limitado a un par de cuarteles de la Guardia Civil, algunas áreas de colegios y hasta una remodelación de una calle en Guadalajara. Poca cosa. Menos suerte ha tenido su compañero de partido José Ramón Bauzá, en Baleares, porque su política ha sido la opuesta, que podría denominarse la desinauguración: paralizar obras en marcha comprometidas por sus antecesores, entre ellas un par de palacios de Congresos.
Alberto Núñez Feijóo quiso estrenar un nuevo estilo en Galicia, alejado del boato al que fue tan adicto Manuel Fraga. Feijóo es minimalista: “De los gallegos de hoy para los gallegos de mañana”, rezan sus placas. Prefiere las visitas, preferentemente a empresas, estilo que se ha impuesto también Alberto Fabra en Valencia y, de alguna forma, Artur Mas en Cataluña: es una manera de decir que están al lado de los empresarios en estos difíciles momentos y de todo aquello que signifique creación de empleo. Algo parecido (más ferias que empresas) es el estilo de Juan Vicente Herrera en Castilla y León, si bien este presidente se bate en retirada, según todos los indicios, y no necesita tanta propaganda. Quien tiene una inauguración en ciernes es el extremeño José Antonio Monago este martes: la variante de Segura de León. Total, 6,5 kilómetros. Poca cosa.
Las inauguraciones más frecuentes en los últimos meses se han limitado a ambulatorios y centros escolares, con algún hospital entre medias, en el caso de Asturias. Eso sí, se trate de políticos del PSOE o del PP, cuando se inaugura algo que toca la sanidad o la educación se hace especial énfasis en que es una muestra de la apuesta del Gobierno de turno por la sanidad o la enseñanza públicas. El madrileño Ignacio González ha inaugurado poco en su año en el cargo: colegios, dos centros de salud y una variante de 5,3 kilómetros en Torrejón, nada que ver con el palmarés de su antecesora. Así que González, como los demás, hace visitas.
“Ahora hacen visitas a empresas e instituciones para seguir saliendo en la foto”, reconoce Carles Ramió, catedrático de Ciencia Política de la Pompeu Fabra, “eso les permite acercarse más a la ciudadanía e interactuar. Pero hay una parte que no hacen porque no les da votos y es gobernar más el aparato. La crisis habría sido la oportunidad de plantearse reformas y hacer una mirada más introspectiva hacia la gobernanza”.
“Porque no hay nada que gestionar”, añade Ismael Crespo, director de comunicación política de la Fundación Ortega y Gasset, “dado que hasta reciben correos sobre lo que deben hacer. Lo que están haciendo es rearticular, acomodar los poderes, acercarse a organizaciones intermedias como colegios profesionales o cámaras de comercio, porque antes el control se hacía a través el dinero, pero el sistema se acabó, se acabaron hasta las cajas de ahorro”.
Crespo coincide en que la crisis es una oportunidad perdida para cambiar las cosas: “Lo que faltan son políticos con voluntad de transformación e innovación. Tenemos una clase política agotada mentalmente, que son negreros de la transición. Debieron decir: esto se ha acabado y hay que diseñar un país distinto”.
“Porque vivimos también la burbuja del servicio público”, apunta Francisco Longo, experto en gestión pública de Esade: “Gobernar era gastar y gobernaba mejor quien gastaba más. Gobernar no es solo gastar sino administrar. Tienen que aprender a cortar otra clase de cintas. Tienen que comunicar y hacerse presentes, tienen que cambiar su discurso. Pero esto obliga a un tipo de político que no espere, que tenga imaginación y haga los deberes”.
Los tres expertos señalan al País Vasco como una comunidad donde se dan más casos de buena administración. Y coinciden en un mensaje general: el ejemplo de los nuevos políticos está en los municipios, donde más de 3.500 cerraron el año 2012 con superávit. Allí puede estar la cantera de gestores públicos. Ellos no inauguran pero hacen sus deberes.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.