El parricida de Mallorca copió el arma homicida de un videojuego
Andreu Coll Tur, de 18 años, y un amigo propinaron hasta 40 golpes al empresario fallecido
El preso más joven de la cárcel de Palma es Andreu Coll Tur, de 18 años, que reconoció ante el juez que había matado a su padre, Andreu Coll Bennássar, de 57 años, empresario de máquinas de juego e inversor inmobiliario de Alaró, en el centro de la isla Mallorca. El acusado actuó, el 30 de junio, en compañía de un amigo de Zaragoza, Francisco Abas, de 20 años, -también detenido- a quien conoció un año atrás al formar pareja virtual en foros de juegos por Internet, y después le invitó a pasar las vacaciones con él.
El amigo confesó al juez que ayudó a su amigo a matar a su padre por amor; y el hijo del empresario afirmó que ambos, sin su padre, podrían vivir tranquilos. La Guardia Civil supone que elaboraron su acción siguiendo pautas vistas en sus juegos violentos, por ejemplo Call of Duty.
Andreu Coll encabezó en su pueblo la bancada del duelo en las exequias por su padre. Fue detenido tras el funeral, celebrado 10 días después de ser descubierto el cadáver dentro de su Land Rover, en un camino rural en Bunyola, a varios kilómetros del lugar del crimen, su domicilio.
La víctima presentaba heridas mortales provocadas por objetos contundentes. La agresión sumó hasta 40 golpes y le quitaron el reloj y los anillos para simular que el móvil era un robo. Andreu Coll fue narcotizado con sobredosis de somníferos introducidos en un bollo. No fue una dosis suficiente, explicaron los dos coautores que usaron un martillo, una barra metálica, un altavoz, un jarrón y, especialmente, un palo con puntas metálicas.
El hijo del empresario había elaborado el arma punzante, semanas atrás, para imitar un instrumento mortal a imagen de las mazas medievales que aparece ahora los vídeojuegos. Los dos jóvenes se dedicaron obsesivamente a jugar en sus consolas en retos de sangre en Dead Rising 2, Infamous 2.
Al descubrirse el crimen, la Guardia Civil escrutó el ámbito de los negocios de juego del empresario y también entre los más de 100 inquilinos a quien había desahuciado judicialmente por impago. Sin pistas, el objetivo de la investigación se situó en el entorno más cercano. Los especialistas, con lámparas especiales, hallaron rastros mínimos de gotas de sangre en la vivienda del asesinado, pese a que los detenidos dedicaron una noche a borrar rastros, limpiar la sangre del cadáver y cambiarle la ropa.
El dúo criminal trasladó el cuerpo del empresario en el maletero y lo abandonó, de noche, en el asiento de su todoterreno. Al tiempo dispersaron en contenedores de diferentes zonas alejadas las ropas ensangrentadas y escondieron en descampados los objetos usados en la violentísima agresión. Según el relato judicial, el primer golpe contra el empresario –aturdido por la sobredosis que le suministraron- se lo propinó con el arma punzante el amigo de su hijo y éste le remató, al final pegándole en la cabeza con el altavoz de un aparato musical.
El abogado defensor del hijo de la víctima, Laureano Arquero, enmarcó la horrible acción como respuesta desaforada a las supuestas ofensas, humillaciones y faltas de consideración del padre hacia su hijo primogénito a quien pensó hacer heredero y regaló un Audi deportivo. Sus dos hermanos menores residían con su madre. El matrimonio estaba separado desde hace años.
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