“Éramos 18 menores de edad en la pandilla y ni nos pidieron el DNI”
Las diligencias del sumario sobre el Madrid Arena muestran el desbarajuste reinante
Las diligencias del sumario sobre la tragedia de la noche de Halloween, al que ha tenido acceso EL PAÍS, muestran el desbarajuste reinante en el pabellón Madrid Arena, dependiente del Ayuntamiento de Madrid. Cuatro jóvenes —entre ellas, una menor— murieron aplastadas por una masa humana atrapada en uno de los túneles del recinto, el pasado 1 de noviembre. Las declaraciones de los testigos (entre ellos los de varias jóvenes que quedaron atrapadas en montañas humanas, pero que salvaron la vida) son escalofriantes. Todos cuentan que entraron al recinto sin traba alguna. Los porteros no pidieron el DNI ni registraron a nadie para evitar que entrasen al pabellón, como sucedió, bengalas y petardos, posible causa del mortal estallido. La de Halloween en el Madrid Arena fue una noche de dolor y descontrol en la que, además, se sirvió alcohol sin miramiento ni distinción de edad.
» “La gente caía y se aplastaban unos a otros”. Aaron B. C. asistió a la fiesta con su pareja, Carlota M. P. Adquirió las entradas a través de una web. “Mostramos el papel de la entrada al portero y nos dejaron pasar, sin más. Tampoco comprobaron lo que llevábamos encima. Con los demás sucedió lo mismo: cualquiera que enseñaba un papel le dejaban entrar. Dentro había una multitud de gente con sus propias botellas de alcohol”. Aaron señala que, pasadas las tres de la madrugada, coincidiendo con el inicio de la actuación estelar, a cargo del DJ Steve Aoki, llegó a un pasillo del recinto y se topó con el horror. “La gente empezó a apelotonarse. No me podía mover. Estaba totalmente atrapado. Rompieron una puerta que estaba cerrada y, al abrirse, por la descomprensión, caí al suelo junto con otras personas. La gente caía y se aplastaban unos a otros. Quedé atrapado por las piernas. Mis amigos tiraron de mí hasta poder sacarme. Allí se quedaron mi reloj y unas zapatillas”. Aaron, herido, fue atendido en el hospital Infanta Sofía.
» “Despídete de mi padre, que lo quiero mucho”. Amor L. B., de 17 años, denunció en la comisaría de Coslada, al día siguiente de la tragedia, su calvario. Amor se hallaba en la pista central. La multitud le agobió y trató de salir de allí: “Me dirigí a un pasillo que había frente al escenario y de pronto se produjo una avalancha humana, originada porque unas chicas que iban delante de mí se cayeron al suelo, y comenzó a caerse más gente encima de ellas. Instantes después, comenzó a entrar mucho humo en el pasillo, al parecer por una bengala. Mientras estaba en el pasillo, delante de mí falleció Katia Esteban [una de las cuatro víctimas mortales]. La chica, atrapada, me dijo: ‘Despídeme de mi padre, que lo quiero mucho’. Encima de ella había al menos cinco personas. Los vigilantes arrancaron una puerta situada en el pasillo, y la gente se abalanzó, pensando que era una salida”. Amor declaró a la policía que un amigo suyo, Álvaro, le contó la víspera de la fiesta, a través del móvil: “Se han vendido 20.000 entradas y solo pueden pasar 10.000”. ¿Y cómo te enteraste?”, le preguntó ella. “Mi colega es el DJ que pincha con Aoki, Julien Leik; por eso no voy yo [a la fiesta]”, subrayó Amor que le advirtió su amigo. “Después de la avalancha, pedí agua en una barra del recinto, pero la camarera me dijo: ‘Saca un tique si quieres agua”.
En el aparcamiento había numerosos coches con “música y alcohol”
» “Todos menores”. Sara F. P., de 17 años, fue primero a una zona adyacente al recinto, donde cientos de jóvenes hacían botellón. Había quedado allí con su pandilla, 20 amigos. “Todos ellos, salvo dos que tienen 18 años, éramos menores de edad. Mi entrada la compró una amiga, ya que los menores no podíamos acceder. Ni a mí ni a ninguno de mis amigos nos registraron ni nos pidieron el DNI. Todos entraron al pabellón sobre las dos de la madrugada. En ese momento no había demasiada gente. Hacia las tres de la madrugada, noté que la gente nos empujaba y arrastraba hacia una puerta, que estaba cerrada y no se podía abrir. Grité que dejasen de empujar, pero no oían mis gritos y seguían empujando. Con otras dos personas que no conocía, logré salir hacia un lado y escapar por otra puerta. Poco antes, por esa misma puerta, habían sacado a dos chicas que parecían inconscientes”.
» “Una montaña de cuerpos” María M. S., de 22 años, quedó con amigos, 14 en total, en la zona del botellón, al lado recinto. “Mis amigos ya estaban allí, tomando unas copas, en la calle. Sobre las tres de la madrugada, entramos en el pabellón, sin que nos pidieran el DNI ni nos registraran”.
Inicialmente subieron a la zona elevada del pabellón. “Luego decidimos bajar al nivel cero [la circulación entre los diferentes niveles era libre, lo que constituye una grave irregularidad en este tipo de eventos]. Bajamos por unas escaleras que dan a un distribuidor, desde el cual, a través de un pasillo, se accedía a la pista central. Debido a la aglomeración de personas, nos agarramos de las manos. A mitad del pasillo, mi amiga Irene y yo vimos que era imposible pasar. Al girarme, caí al suelo, junto a otra gente... No podía levantarme. Y quedé aprisionada. Se formó una montaña humana. Estuve tumbada cinco minutos, aunque me pareció mucho más tiempo. Gente de seguridad me sacaron de allí tirando de uno de mis brazos. Al levantarme, no vi a mi amiga. Pedí que me dejaran ir hacia el túnel en su busca, no me dejaron. Temí que no hallaría a mi amiga con vida. Más tarde, por fin, la encontré: lograron sacarla de allí. Estaba en estado de shock. Perdí las llaves de mi coche, el móvil y la cartera con el dinero en el tumulto”.
Los asistentes creen que el aforo del recinto estaba hipersaturado
» “Tuve que forcejar para salir” Luis Carlos A. F., de 21 años, entró sobre las 23.30 al parking del recinto. Con otros cinco amigos [allí se hacía botellón]. A las 03.15 entramos al recinto. Tuvimos la sensación de que todo estaba sumamente masificado. Luego, descendimos por unas escaleras que daban acceso a un distribuidor desde el cual, a través de un pasillo, se llegaba a la pista central. En mitad del pasillo, lleno de gente, decidimos dar la vuelta porque no se podía avanzar. Pero fuimos empujados por una avalancha de personas procedentes del interior de la pista; se nos echaron encima. Para salir de allí hubo que forcejear. Unas personas caían al suelo por la avalancha, impidiendo levantarse unos a otros, y formándose montañas de personas que iba creciendo en altura. Volvimos a la parte de arriba del pabellón al ver que no podíamos hacer nada allí y sí dificultar los rescates”.
» “Gritos en busca de mi amiga” Elvira M. G. M., de 20 años,. también entró al recinto sobre las tres de la madrugada con su amiga María Teresa. Al llegar a la zona del tapón humano, su amiga “cayó al suelo”, cuenta Elvira. “ La masa de gente que se agolpaba impedía que me agachara para ayudarle... Unos sobre otros... la perdí de vista y me puse a llamarla dando gritos. Y gritaba a la gente para que no siguiera avanzando. Todo estaba descontrolado. Mi amiga Lucía llegó donde estaba yo y vio cómo un chico sacaba a Teresa del montón humano, inconsciente. La tumbó en el suelo para reanimarla, y luego la subieron a la parte de arriba para las maniobras cardio-pulmonares”.
» Los amigos de las fallecidas. Víctor G., Miguel A. Claudia F. y Rocío G. eran amigos de tres de las víctimas (Rocío, Katia y Cristina). Los amigos se presentaron el pasado 3 de noviembre en la comisaría de Hortaleza, donde declararon conjuntamente. Y señalaron: “En el interior del aparcamiento privado del recinto existían numerosos coches con música a toda voz y bebidas alcohólicas. Ni la policía ni los guardias de seguridad tomaron medidas”.
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