El fondista en la tormenta
Ha hecho de estas elecciones el capítulo definitivo de su carrera política: todo o nada En abril doblegó por 33 votos a una heterogénea alianza de detractores apadrinada por Blanco
Los corredores de fondo también esprintan, y cuando en el arranque de la campaña la Operación Pokémon y la marejada interna nublaban la línea de meta, Pachi Vázquez (Carballiño, 1954) aceleró el paso. “Nos agarramos al palo mayor y a atravesar la tormenta”, alentó a los suyos. Era lo que cabía esperar de quien ha hecho de estas elecciones autonómicas el capítulo definitivo de su carrera. Todo o nada. La derrota le aconsejaría borrarse discretamente, pero la conquista de la Xunta obligaría a los cronistas a ensalzar la tenacidad de un dirigente que desafió el desdén interno y externo, los malos augurios y a no pocas vacas sagradas del socialismo gallego. Todo a una carta.
La política fue una vocación tardía para el candidato socialista a la Xunta, que debutó con el CDS el mismo año que lo abandonaba Adolfo Suárez: 1991. Tardaría otros dos en ingresar en el PSdeG, y no precisamente en las de atrás, sino directamente como diputado del Parlamento de Galicia, para convertirse otros dos años después en alcalde de O Carballiño (Ourense). Fue un doctorado de gestión, pero también de exploración de los sumideros de la Administración en la brega diaria con José Luis Baltar, el veterano dirigente del PP entonces al frente de la Diputación. El cargo de portavoz socialista en el organismo provincial le convirtió en el antagonista del patriarca de poder omnímodo.
Un decenio después de estrenarse como alcalde, la política autonómica lo reclutó en 2005 como consejero de Medio Ambiente en el Gobierno bipartito, la coalición con el BNG que puso fin a 16 años de fraguismo. Lo hizo de la mano del entonces secretario general del PSdeG, Emilio Pérez Touriño, el mismo a quien siete años antes había discutido el liderazgo desde la candidatura de Miguel Cortizo en un histórico congreso celebrado en Ourense. Vázquez gestionó sus competencias en la Xunta sin más sobresaltos que el de las autonómicas de 2009, en las que Feijóo infligió una derrota a socialistas y nacionalistas con la que nadie contaba.
Pero la verdadera carrera de Vázquez comienza el 24 de abril de 2009 en Pontevedra, en el congreso en el que, de la mano del entonces vicesecretario general del PSOE, José Blanco, se hizo con las riendas del partido con un 90% de apoyos. Tan reciente estaba la derrota electoral que todos vieron en él a un líder de transición, a la espera de que Blanco o cualquier otro barón tomara los mandos del PSdeG. Vázquez hizo como que sí, pero ya sabía que no. Uno tras otro, fue apartando del camino a quienes desafiaron su autoridad. A veces de forma silenciosa, otras con estrépito, siempre contra pronóstico. Como en el último congreso del partido, el pasado abril, cuando doblegó por apenas 33 votos a una heterogénea alianza de detractores apadrinada por Blanco y liderada a última hora por Elena Espinosa. El anticipo de las elecciones le liberó de la penúltima etapa, la de unas primarias. Ya candidato, y lanzado como iba, solo le quedaba acelerar en medio del temporal agarrado al palo mayor.
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