Valdecarros: una dulce derrota
La capital encaja satisfecha la probable elección de Alcorcón para albergar EuroVegas Ahora debe ‘rescatar’ un barrio paralizado por el estallido de la burbuja inmobiliaria
El anterior alcalde de Madrid y ahora ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón (Partido Popular), dio luz verde en febrero de 2006 a un nuevo barrio en el sureste de la capital, en el distrito de Villa de Vallecas. Iba a ser el mayor desarrollo no solo de la ciudad sino de todo el país: 51.000 viviendas, un 55% a un precio tasado inferior al del mercado, y una población estimada similar a la de ciudades como Salamanca, con más de 150.000 habitantes. Se llamaría Valdecarros.
Un 17% del suelo pertenece a la Comunidad; otro 17%, al Ayuntamiento de la capital. Gallardón preveía que los primeros pisos estuvieran listos en 2011. Por entonces, los principales nubarrones para el proyecto eran los núcleos de chabolismo en la zona: el poblado de Las Barranquillas y la Cañada Real Galiana, con estribaciones como El Gallinero.
Las Barranquillas es ahora una sombra de lo que era entonces, cuando recibía hasta 3.000 personas al día en cerca de 70 puntos de ventas de droga. La Comunidad de Madrid decidió el año pasado eliminar la narcosala que el propio Gallardón abrió en 2000, cuando era presidente regional, para que los toxicómanos pudieran inyectarse la droga en condiciones salubres. En 2004, tenía medio millar de usuarios; el año pasado, cerca de un centenar.
El Gallinero, “la zona más degradada en la zona más degradada de Madrid”, según la alcaldesa, Ana Botella (PP), no ha sido incluido en el plan integral que las tres administraciones preparan para regularizar la Cañada Real. En el poblado viven alrededor de 400 personas, la mitad de ellos menores de edad. Los propietarios del terreno interpusieron una denuncia contra 70 familias por usurpación del suelo, pero el juzgado de Instrucción número 38 la archivó, criticando además a los denunciantes por actuar desde 2005 con una “pasividad” e incluso “tolerancia” que hizo creer a los chabolistas que tenían derecho a vivir allí, para proceder años después de una forma “desproporcionada” contra ellos.
Sin embargo, a la postre, el mayor obstáculo para Valdecarros no fueron las chabolas sino el estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis económica que ha hundido al país en dos recesiones casi consecutivas en los últimos cuatro años.
En Plan General de Ordenación Urbana aprobado por el Ayuntamiento (entonces gobernaba José María Álvarez del Manzano, del PP) en 1997 se diseñaron 14 nuevos barrios en los límites de la ciudad, que sumarían más de 200.000 viviendas. En 2006, sin embargo, solo habían prosperado los previstos en la zona norte (Sanchinarro, Las Tablas y Montecarmelo) y en el ensanche de Carabanchel. En total, 19.800 viviendas. Los desarrollos del sureste, que pretendían albergar a 350.000 personas, aún estaban en una etapa embrionaria.
La pasada primavera, el Ayuntamiento evaluó el anterior plan general con vistas a la preparación del nuevo, que debería estar listo en 2017. Su conclusión fue que las “dificultades” económicas a corto y medio plazo “plantean un importante interrogante respecto a la materialización de los desarrollos previstos en los distritos de Villa de Vallecas y Vicálvaro”. De hecho, el nuevo plan “propone reconsiderar” esos desarrollos “todavía no ejecutados” de una forma “más ventajosa para todas las partes” y con criterios de “máxima garantía jurídica”.
En el sureste hay 3.691 hectáreas en desarrollo, que podrían acoger 101.009 viviendas. La alternativa favorita del Ayuntamiento pasa por agrupar las viviendas planeadas para ahorrar en infraestructuras públicas, adecuar la trama viaria (renunciando a las avenidas colosales) para hacer más compacto el barrio, y proteger el resto de suelo como forestal.
Y en esto que llegó EuroVegas, el proyecto del magnate estadounidense Sheldon Adelson para construir un macrocomplejo de ocio y juego en España. Valdecarros era desde verano del año pasado, cuando se conocieron las negociaciones del empresario con el Gobierno (entonces socialista), la Comunidad (PP) y el Ayuntamiento, uno de los emplazamientos favoritos para albergar el complejo, junto a Alcorcón y Barcelona.
Valdecarros comprende unas 1.900 hectáreas, un tercio en manos de la Administración regional y local, y el resto de inversores privados. En su pugna contra Alcorcón, jugaba a su favor la proximidad con el aeropuerto de Barajas y la posibilidad de construir una conexión directa por tren de alta velocidad, que parece imposible en el otro emplazamiento por motivos técnicos. En contra, en cambio, pesaba la cercanía del vertedero de Valdemingómez. Además, el precio del suelo era superior al de Alcorcón. También en Madrid surgió a última hora una tercera opción, en los municipios de Paracuellos del Jarama y de Torrejón de Ardoz, demasiado verde como para convencer al magnate estadounidense.
El Ayuntamiento de Madrid, primero con Gallardón al frente y, desde diciembre, con Botella como alcaldesa, jamás defendió con convicción el proyecto; es cierto que no puso trabas y ofreció toda su colaboración a los inversores, pero muy lejos del entusiasmo de la Comunidad de Madrid y de Alcorcón (gobernado también por el PP). De hecho, el aparente resultado de la pugna, a falta de conocer la decisión final ya que Adelson solo ha dicho que será en Madrid, ha sido perfecto para la capital. Madrid se beneficiará del impulso económico y de la creación de empleo que supondrá EuroVegas, pero sin vérselas con el enredo político que supone conceder al magnate estadounidense las exenciones fiscales que pretende.
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