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Los indignados de Londres acampan frente al banco de Inglaterra

Las protestas llegan a las calles de Lisboa, Londres, Frankfurt, Atenas o Roma

Antonio Jiménez Barca

La onda expansiva del movimiento indignado se ha dejado sentir por todo el mundo. Lisboa, Londres, Frankfurt, Atenas, Roma y otras ciudades europeas han visto salir a las calles a sus ciudadanos para manifestar su indignación, unos con carácter general y otros, con las situación de sus propios países, como ha sido el caso de portugueses, griegos e italianos. Y América viene ahora.

En Londres, unos 300 manifestantes del movimiento Occupy London han levantado diez tiendas de campaña ante la sede del Banco de Inglaterra después de manifestarse para secundar la movilización Primavera Global en el primer aniversario de las protestas de España, informa Europa Press. La Policía ha detenido a once de los participantes en la protesta en un primer intento de desalojo, mientras los activistas debaten si cumplir las órdenes policiales o mantener la acampada.

"El Banco de Inglaterra está justo entre las finanzas y el Gobierno. Los cientos de personas reunidos ante el Banco de Inglaterra constituyen un símbolo poderoso de cómo tienen que cambiar las cosas", ha explicado uno de los activistas, David Lincoln.

La protesta indignada global ha cuajado en Lisboa. Entre 500 y 1.000 personas han marchado por la principal avenida de Lisboa, la Avenida da Libertade, para unirse en la conmemoración anual de los Indignados de Madrid. Menos que en otras ocasiones en una ciudad, Lisboa, y en un país, Portugal, que ha sido siempre muy receptivo con este movimiento. El lema más coreado hoy por los asistentes –en su gran mayoría jóvenes- era un sintomático: “España, Grecia, Irlanda y Portugal: la primavera es internacional”.

Entre los participantes, con todo, hubo muchas alusiones críticas al Gobierno del conservador Pedro Passos Coelho, un seguidor a ultranza de las tesis de la austeridad para superar la crisis. Y también una frase, “FMI, fuera de aquí”, recurrente ya en todas las manifestaciones portuguesas desde que, hace ya más de un año, el país fuera rescatado financieramente con 78.000 millones de euros a cambio de un catálogo de medidas draconianas de ahorro que se ha acometido a rajatabla. A este respecto, una chica joven enarbolaba hoy una pancarta hecha con un cartón que rezaba: “No pagaré deudas astronómicas: no soy astronauta”.

Hubo alusiones a una hipotética revuelta, insultos a la troika, exhortaciones a recuperar “las calles sin miedo” y críticas a los recortes que ahogan al país. Una de los asistentes justificó su presencia en la marcha “como un deber, a pesar de tener trabajo, como un deber con el futuro de mis hijos y con el pasado de mis padres”. La marcha –que coincidió con otras, menos numerosas, celebradas en Oporto, Coimbra y Braga- acabó en la plaza del Marqués de Pombal, donde los indignados se reunieron para discutir algunas de sus propuestas sociales. Hasta allí llegó uno de los asistentes con una pancarta en la que se leía, simplemente: “Utopía o caralho”.

En Roma las protestas han cuajado para mostrar la indignación contra el primer ministro Mario Monti y las políticas de reformas que está poniendo en marcha su gobierno de tecnócratas. Las autoridades romanas no han facilitado cifras de participación.

La protesta de Frankfurt ha llevado a 'sacrificar' el toro de las reformas ante la puerta del Banco Central Europeo. Eran apenas unas decenas de indignados pero han logrado entrar en los informativos alemanes, con la alegoría del toro que señala a España. Varios indignados han permanecido durante siete meses acampados allí, pero las autoridades han ordenado que levanten la acampada antes del 16 de mayo. Bruselas, el centro de la UE, ha visto discurrir por sus calles a varios centenares de indignados.

Incluso se esperaban movilizaciones en Detroit y Nueva York.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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