“El tema de la seguridad alimentaria ha llegado para quedarse, como sucedió con la crisis climática”
El subdirector de la FAO y director regional en América Latina y el Caribe analiza la tormenta perfecta de conflicto, clima, pospandemia y desigualdad que dispara el hambre en el mundo. Piensa que las lecciones de la pandemia ayudarán a algunos gobiernos a actuar
Mario Lubetkin (Montevideo, 63 años) tiene muy pocas razones para mostrarse optimista, pero después de un buen rato desgranando cifras espeluznantes, que indican que a pesar de los avances tecnológicos, el hambre en el mundo solo empeora, deja escapar un hilo de optimismo. El subdirector de la Agencia de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha detectado en su ir y venir por los despachos del globo que tal vez algo esté empezando a cambiar. Que si antes le enviaban a despachar con el ministro de Agricultura de turno, ahora son los jefes de Estado los que recurren a organizaciones como la suya. Lubetkin piensa que son cada vez más conscientes de que el hambre y su reverso, la obesidad, son una fábrica de desafección e inestabilidad política y de que la solución es transversal y pasa irremediablemente por los Estados. La tormenta perfecta de desigualdad, crisis climática, guerra e inflación requiere soluciones que trasciendan los vaivenes políticos. Lubetkin habla en su despacho de Santiago de Chile la víspera del foro latinoamericano y después la cumbre que reunirá en este país a 150 parlamentarios de decenas de países, decididos a combatir el hambre con la ley en la mano.
Pregunta. El número de personas que pasa hambre en el mundo aumenta, a pesar de que cada vez somos capaces de producir más y mejores alimentos. ¿Qué está pasando?
Respuesta. Los datos son negativos. Hablan de 828 millones de personas que pasan hambre y cerca de 700 millones padecen obesidad o sobrepreso. No es posible pensar en la seguridad alimentaria sin pensar en todo el circuito, que va desde el manejo de la tierra a la calidad de las semillas, el uso del agua o el apoyo a los agricultores familiares que representan más del 80% de los productores.
P. Sabemos lo que hay que hacer, pero no lo hacemos. ¿Nos falla la política?
R. En los años noventa, 1.000 millones de personas pasaban hambre; eso se redujo hasta 600 y ahora ha vuelto a aumentar. Hay una causa clara que son los conflictos militares. En Sudán, en Somalia… desde 2004 los conflictos militares incrementaron de forma dramática, pero hay más factores, como el desperdicio alimenticio. Tenemos capacidad par producir para los 8.000 personas del planeta, pero un tercio de la producción se pierde o no llega al consumidor.
P. No ha mencionado la guerra de Ucrania, el bloqueo a la exportación de cereales y la carestía de los fertilizantes rusos.
R. No se puede analizar como un hecho aislado. Es una situación que venimos arrastrando hace muchos años. Hay que tener en cuenta el escenario anterior a la guerra, porque es una combinación explosiva. A las desigualdades se le añadió la covid y la crisis climática, que es la que primera causa. Ucrania es solo un pedazo de esta historia. Los fertilizantes rusos van a seguir llegando, solo que más caros. Todavía no sabemos cuántas tierras en Ucrania siguen fértiles ni cuántas están minadas.
P. En América Latina y el Caribe el aumento del hambre es especialmente pronunciado.
R. En esta región hay 26 países que dependen de cereales importados y el 85% de los fertilizantes viene de fuera. Los alimentos aquí tienen una incidencia en la inflación mayor que en otros lugares. Es inadmisible. Tenemos capacidad de producir alimentos para 1.300 millones de personas y una población que no supera los 700 millones y, sin embargo, el 7,5% de los niños menores de cinco años pasa hambre.
P. ¿Qué consecuencias políticas tiene el hambre? La desafección y la polarización crecen y la posibilidad de estallidos sociales y también.
“Cada vez hay más relación entre la seguridad alimentaria y la estabilidad socioeconómica y política”
R. Hay algo que es nuevo. Nunca antes vi a tantos presidentes preocupados por la alimentación. Antes el director regional de la FAO se reunía solo con los ministros de Agricultura, con institutos especializados, pero ahora saben que cada vez hay más relación entre la seguridad alimentaria y la estabilidad socioeconómica y política. No es cuestión de partidos políticos. Es un tema transversal. El tema de la seguridad alimentaria ha llegado para quedarse, como sucedió con la crisis climática. Cualquier Gobierno que llegue va a tener que hacer frente a esto. Es un cambio profundo.
P. ¿Son más conscientes los gobernantes?
R. La covid ayudó a tener más conciencia, la gran pregunta es si las cifras en el futuro reflejarán esta nueva toma de conciencia. Si no se queda solo en declaraciones. En esta región, con la covid se pasó de 43 millones de personas que pasan hambre a 56 millones, es decir, un aumento del 30%. Pero hay lecciones aprendidas. El Caribe por ejemplo, vivía del turismo y con los ingresos importaban los alimentos. Con la pandemia, el turismo se desplomó y ahora se han planteado producir un mínimo de 25% de los alimentos dentro del país porque tienen condiciones perfectas de tierra, de agua.
P. Más producción interna, menos globalización.
R. Yo no usaría el término “menor globalización”. Sería la globalización diferente
P. ¿Qué papel juega la cooperación internacional en este nuevo escenario?
R. Acabar con el hambre no pasa solo por la ayuda de la cooperación internacional de países sensibles que siempre han ayudado, pasa por los presupuestos de los Estados.
P. Ahí entran en juego las leyes y los Parlamentos nacionales.
R. Los gobiernos son los primeros responsables, pero los parlamentos tienen que legislar y facilitar y el sector privado tiene que asumir su responsabilidad.
P. Las leyes hacen que sea más difícil que se reviertan los logros cuando haya un cambio político.
R. Los procesos no son estáticos. Fíjese en Brasil. En 2014, sacamos al país del mapa del hambre, pero en 2022, se volvió a cifras de 2002. Son procesos dinámicos y se puede dar marcha atrás. Las leyes ayudan a dotar de más continuidad. En América Latina, los parlamentos han votado al menos 80 leyes que tienen que ver con elementos de seguridad alimentaria y que sin duda han ayudado a millones y millones de personas.
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