Israel como fábrica de antisemitismo
Por suerte y a diferencia de los sionistas, el resto aún sabemos distinguir entre sionismo y judaísmo


La escena es la siguiente: un grupo de adolescentes franceses empiezan a liarla en un avión que les llevará de vuelta a casa tras un campamento en España. Interrumpen la demostración de la tripulación, sacan los equipos de seguridad para jugar con ellos, intentan coger los chalecos salvavidas, empiezan a manipular las máscaras de oxígeno, poniéndose en riesgo a ellos y al resto de pasajeros. Y, cuando se les pide que paren, hacen lo que hacen a veces los adolescentes, incluso en las mejores familias: mandar a la mierda las normas y a quien intenta imponérselas.
Como sus monitores no les ponen coto, el oficial del vuelo abandona la cabina para advertirles de que, si su actitud no cesa, tendrán que activar el protocolo correspondiente. Tampoco eso los achanta, así que, como dicta la normativa, la tripulación avisa a la Guardia Civil, que desembarca al grupo para garantizar la seguridad del resto. Minutos después, las redes empiezan a arder: resulta que los adolescentes maleducados eran judíos. Así que, según los que quieren hacer de una causa justa como la lucha contra el antisemitismo un comodín, lo ocurrido habría sido un delito de odio. Un vídeo de una de las monitoras esposada por dos agentes de la Guardia Civil empieza a ser usado contra nuestros cuerpos y fuerzas de seguridad para acusarlos de antisemitas, y la compañía que se vio obligada a desalojarlos del vuelo es acusada de lo mismo.
La versión alternativa a la de la aerolínea es que los chavales habrían sido expulsados del vuelo por ser judíos. Uno de ellos declaró que un compañero gritó una palabra en hebreo y fue llamado al orden. A pesar del comportamiento ejemplar del grupo tras ese pequeño incidente, la Guardia Civil habría aparecido y habría preguntado de dónde eran; al saber que algunos procedían de Israel, los habrían echado.
La teoría de que Vueling y la Guardia Civil son instituciones antisemitas fue difundida por cientos de cuentas pro-Israel, incluidas las de los números dos y tres de Vox en Europa, los patriotas Juan Carlos Girauta y Hermann Tertsch, y la de la ACOM, el lobby sionista en España, difusor de la teoría de Pallywood, que sostiene que los palestinos generan vídeos falsos para darle pena al mundo. En el ajo se metió hasta un ministro de Benjamín Netanyahu, cuyo gobierno es especialista en identificar falazmente a todo el pueblo judío con la causa del sionismo, a pesar de que buena parte de él la rechaza. Y en manosear la justa causa de la lucha contra el antisemitismo, arrojándosela a todo aquel que ose criticar el genocidio que están cometiendo en Gaza.
Pero, más allá de este incidente, motivado por unos adolescentes maleducados que habrían sido expulsados de ese avión fueran judíos o yainas, israelíes o chinos mandarines, si la propaganda del sionismo es cierta, si el antisemitismo está recorriendo Europa, solo habría una causa posible: el Estado de Israel y su empeño por identificar a todo el pueblo judío con el sionismo genocida, apoyado por el 82% de los israelíes. La gran fábrica de antisemitismo del siglo XXI no es el nazismo, Los protocolos de los Sabios de Sión o los bulos judeofóbicos: es el Estado de Israel. Si ese antisemitismo no explota no es gracias a ellos, sino a su pesar. Porque, por suerte y a diferencia de los sionistas, el resto aún sabemos distinguir entre sionismo y judaísmo. Lo que está ocurriendo a lo largo y ancho del mundo no es que crezca el antisemitismo: es que a la gente no le gusta Israel porque está cometiendo un genocidio. Ni aquellos israelíes que lo están apoyando, que son la mayoría.
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