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Anatomía de Twitter
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El privilegio del momento ‘OOO’

Una respuesta automática vacacional en el correo es nuestra tregua con la hiperproductividad. Un instante mágico en el que se nos permite decir “no”

Una oficina vacía, muchas respuestas automáticas vacacionales en el aire.
Una oficina vacía, muchas respuestas automáticas vacacionales en el aire.CSA-Printstock (Getty Images)

La ensayista Roxane Gay tuiteó hace unos días la paradoja vacacional de nuestra era: “Siempre me fascina esa gente con intensas y detalladas respuestas automáticas sobre estar fuera de la oficina que te contesta un correo en cinco minutos o menos”. Caretas fuera con la desconexión laboral, ¿existe o es lo que todos sabemos: un privilegio moderno? Para las asalariadas que no vivimos de rentas, la experiencia que más grita verano en nuestro cuerpo y una de las entelequias por la que más pelearemos es el preciso instante en el que se programa una respuesta automática en nuestro correo electrónico. Oh, el placer de teclear esas palabras. He aquí el ritual en el que confirmamos a los demás que nos hemos liberado de su yugo por un rato más bien largo. No nos esperen cerca del teclado. Lo sentimos —en realidad, no—, pero en esa ocasión no habrá nadie detrás de esa puerta que nos tiene siempre alerta, eternamente serviles y conectadas. Una respuesta automática es nuestra tregua con la hiperproductividad. Una bandera blanca, un tobogán directo a la que se antojaba como mejor estación del año antes de que los mapas del tiempo se transformasen en una radiografía cromática del infierno. Programar esas palabras es casi mejor que lo que, seguro, vendrá después. Un limbo de satisfacción sin espacio al chasco. Pura perfección.

Si alcanzar el momento OOO (acrónimo de Out Of Office en inglés, aquí se traduciría como “fuera de la oficina”) es un privilegio sumamente descompensado —pregunten a cualquiera la gracia que les hace encontrarse con una respuesta automática en una urgencia laboral de agosto—; definirlo y escenificarlo ante los demás es un reto a nuestro ingenio.

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En una era en la que el teletrabajo se convirtió en mayor condena que salvación, la etiqueta epistolar electrónica en la pospandemia exige empatía y comprensión. Como persona obsesa de la comunicación virtual y sus reglas no escritas —y que así sigan—, una de las respuestas automáticas que más piruetas provocó en mi cerebro aC (antes del coronavirus) fue del editor de la extinta y añorada web feminista The Toast, Daniel M. Lavery, con un mensaje de vuelta que rebosaba una sinceridad tan entrañable como el filo de un cuchillo de caza: “En este momento estoy de vacaciones y no acepto ningún correo electrónico sobre nada. Tampoco planeo leer ningún correo electrónico antiguo cuando vuelva, porque sería algo antitético a la experiencia de las vacaciones”. No hay más preguntas, señoría. Aquella cruda descarga que me dejó muda de admiración resultaría impensable ahora que el “Espero que estés bien” al inicio de nuestros correos se ha convertido en un mantra pesadillesco imposible de sortear —como tuiteó la novelista Rebecca Makkai rogando por alternativas, nos hemos encadenado a una frase comodín que se siente “tan hilarante a estas alturas como si se lo gritaras a alguien en medio de un edificio en llamas”—.

En realidad, si el momento OOO nos electriza el alma es porque sabemos que es un instante mágico en el que se nos permite decir “no”. Y Twitter es especialista en darnos pistas sobre cómo hacerlo. Allí siempre triunfará la escueta declinación que el premio Nobel de Literatura de 2005 dio por carta a una invitación a una comida benéfica en una terraza privada de Londres: “Querido Tom: Preferiría morirme. Tuyo: Harold Pinter”.

Yo, que vivo en las antípodas de la seguridad de Pinter y soy de la escuela de la literalidad, fantaseé con incluir un tímido enlace al Me fui de vacaciones de Bad Bunny en mi momento OOO. Al final, para no marear y malgastar la atención de nadie, que cotiza altísima, acabé apostando por el soso y tibio: “Estaré fuera de la redacción hasta el 15 de agosto, por lo que revisaré el correo electrónico en menor medida. ¡Gracias!”. ¿Cobarde? Por supuesto. ¿Aburrida pero funcional? ¡Sin duda! Teclearlo, insisto, fue pura perfección.

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