_
_
_
_
COLUMNA
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Homenaje

Saben con exactitud lo que han de odiar y el signo de su enemigo. No yerran. El Palau es un símbolo de civilización que les ha de resultar insufrible y lo embistieron

Félix de Azúa
Palau de la Musica
Interior del Palau de la Música a través de una ventana rota.JUAN BARBOSA (EL PAÍS)

El concierto comenzó con el poema de Hölderlin en el que imagina a los dioses adormecidos sobre nubes doradas que mecen aires de pausados giros, pero la orquesta y el coro dan un brusco cambio para reconocer nuestro destino como aguas empujadas por el despeñadero y rompiéndose de peña en peña sin descanso hasta desaparecer. El coro, por la pandemia, canta encaramado en los anfiteatros y el dolor llega de muy alto.

Luego era Schiller quien convocaba a las nenias, aquellos cantos fúnebres romanos, para advertirnos de que todo lo bello perece, que lo hermoso es efímero y ni siquiera los dioses logran mantener en vida a los que aman. Canta a Eurídice, Adonis y Aquiles, muertos en el umbral del Averno sin que sus amantes divinos puedan impedirlo. La orquesta y el coro dan un nuevo giro y cantan con gran potencia que sólo se salvan aquellos a quienes una voz canta su memoria, justamente lo que estaba haciendo esa magnífica orquesta que ha reconstruido David Afkham.

Sí, sólo el himno puede salvarnos, pero entonces surge el piano sobre el escenario y el joven Trifonov ataca el primer concierto para orquesta de Beethoven. Elegante, sobrio, y a velocidad mozartiana, el concierto nos devuelve el ánimo combativo, la afirmación de la vida, la sonrisa. La Orquesta Nacional de España y sus coros son un verdadero prodigio en el actual panorama mundial.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

¿Por qué se lo cuento? Pues porque aquella noche las hordas salvajes atacaban, en Barcelona, el Palau de la Música. Ellos saben con exactitud lo que han de odiar y el signo de su enemigo. No yerran. El Palau es un símbolo de civilización que les ha de resultar insufrible y lo embistieron. Dicen ser antisistema, pero es obvio que ahora tienen mucho dinero y apoyo institucional. Aún odian más.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Félix de Azúa
Nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_