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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Alerta, europeos

Las crisis sanitaria, económica y del Brexit exigen respuestas rápidas de la UE

El presidente de la Eurocámara y la presidenta de la Comisión, en la cumbre del pasado 15 de octubre.
El presidente de la Eurocámara y la presidenta de la Comisión, en la cumbre del pasado 15 de octubre.DPA vía Europa Press (Europa Press)

La tragedia sanitaria, el drama económico y la tensión geoestratégica que afectan a los europeos son muy graves. La fuerte expansión del coronavirus, el riesgo de un Brexit sin acuerdo a finales de este año y las dificultades para desbloquear los fondos de reconstrucción de la UE confluyen como una triple amenaza que tiñe de oscura gravedad el horizonte. Amenazan vidas, atentan contra el bienestar e introducen tremendas incertidumbres sobre su futuro. Los líderes continentales deben reaccionar con urgencia y vigor al múltiple desafío. Lo lograron en primavera, tras unas semanas de pasos en falso, cuando pusieron en marcha una respuesta económica potente y solidaria en tiempos razonables. Ahora, ante el súbito empeoramiento de la situación, es necesario actuar de forma consecuente.

Los sistemas sanitarios y sociales europeos atenúan los estragos de la pandemia mejor que en otras regiones del mundo, pero ello no excluye que la afectación por el coronavirus sea tan o más significativa. Del millón largo de fallecimientos registrados, más de 200.000 corresponden a Europa. Incluso teniendo en cuenta las incógnitas vinculadas a diferentes niveles de transparencia o capacidad de detección, debe admitirse que el balance europeo es, en conjunto, negativo y comparativamente peor con respecto a los países del Este asiático —aunque no con respecto a Estados Unidos—.

Ante este escenario, la Unión Europea no dispone de herramientas ilimitadas, pero sí hay margen de maniobra y mejora. Desde el punto de vista de la salud pública, los Veintisiete no son una unidad como en el ámbito comercial, sino la suma de poderes diversos, sin competencias comunes más allá de la coordinación. Esta última no es la solución de todos los problemas, pero sí un activo útil. Superar el minifundismo de las respuestas aporta. Incluso sin poder unificado, se han lanzado iniciativas valiosas desde Bruselas, como la compra coordinada de materiales y vacunas o esquemas de coordinación para dibujar una radiografía homogénea de la situación.

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Pero mucho menos en otros ámbitos, como en los criterios para regular movimientos y fronteras o para evitar medidas unilaterales precipitadas. Hay que intentar avanzar aunque, claro está, en este apartado la responsabilidad central recae en manos de los Gobiernos nacionales.

Mucho más puede hacerse en el apartado económico. La senda es correcta. La apuesta expansiva de la política monetaria del BCE ha garantizado desde el inicio que no se repitiera el desastre de la Gran Recesión. Y la correlativa política fiscal (los 750.000 millones del plan de recuperación, mediante emisión mancomunada de la deuda) ha replicado, de forma insólita y prometedora, ese envite. Pero la regulación concreta de sus detalles y procedimientos, especialmente sobre la vinculación de los subsidios a la calidad del Estado de derecho —desafiado por Hungría y por Polonia—, retrasa su disponibilidad. Es inquietante, pues la rapidez de la reacción entraña tanta importancia como su tamaño, y se corre el riesgo de perder buena parte del año próximo.

El panorama de incertidumbres europeas se completa con las geoestratégicas, sobre todo la causada por la retirada del Reino Unido y la aparente inclinación de su Gobierno hacia una salida definitiva sin mediar ningún acuerdo para un ambicioso tratado comercial bilateral. En este apartado, tampoco la UE dispone por sí sola de las soluciones. Pero puede y debe apurar todos los esfuerzos en pro de un acuerdo, manteniendo cerradas sus filas y siempre bajo el imperativo del total respeto a sus engranajes y reglas comunes. El hecho de que el Gobierno británico haya retornado a la mesa negociadora pese a haber fijado un ultimátum para el pasado 15 de octubre, así como el posible cambio en la Casa Blanca, mantiene abierta la esperanza de un acuerdo de última hora.

En cualquier caso, resulta fundamental la toma de conciencia del súbito oscurecimiento del escenario, que provocará sufrimiento en cascada, sanitario y económico después, con un más que probable empeoramiento de las previsiones de recuperación. Alerta pues, europeos, hay que estar preparados para dar nuevas respuestas extraordinarias a desafíos extraordinarios.

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