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Tribuna
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En qué piensa Bill Gates

La covid, el hambre en el mundo o el cambio climático no existen por casualidad o por falta de información o 'big data'. Su origen está en la injusticia. En esto no piensa el magnate

Nuria Labari
Bill Gates, durante una charla en Nueva York en noviembre de 2019.
Bill Gates, durante una charla en Nueva York en noviembre de 2019.SAMUEL CORUM (Getty Images for The New York Ti)

El segundo hombre más rico del mundo es además el segundo mayor donante de la Organización Mundial de la Salud y el primer filántropo en salud global. Además, Bill Gates ha sido el protagonista de los mayores bulos sobre la covid, que lo asociaron con la creación y difusión del virus. Fake news, poder, salud, dinero… Gates y su inteligencia superlativa están en el ojo del huracán. Quién no daría un penique por los pensamientos de Bill.

De momento yo pago religiosamente la cuota de Netflix y puedo ver Inside the brain, la docuserie protagonizada por Gates para la multiplaforma. Salud y dinero no bastan y el pobre Bill quería el amor de la gente, así que vendió su vida privada para llegar al corazón de la peña y sumar seguidores a su última cruzada: la de arreglar el mundo. Porque Bill ha sido toda su vida el mejor en resolverlo todo. Aunque en realidad la palabra todo sea un sinónimo (en su cabeza) de la palabra ordenador.

El documental muestra lo que piensa el complejísimo cerebro de Bill que su esposa define como un “multiprocesador”. Básicamente Gates piensa que los sistemas complejos tienen respuestas simples. Y se define como alguien optimista, como no podía ser de otra manera, porque cree que el mundo es algo sencillo.

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Además piensa en términos de opuestos contradictorios, como si esa fuera la única manera de hacerlo. En plan dinero-inteligencia/ pobreza-falta de recursos intelectuales. Bill cree que es rico porque es listo y considera que existe además una proporción en los términos. También por eso cuando decidió invertir parte de su fortuna en salud, eligió dirigir personalmente la estrategia. Nadie mejor, porque nadie hay más listo. Aunque en realidad, y por todo lo anterior, él podría ser un ejemplo de falta de recursos intelectuales. Aceptar que el mundo es simple y que el dinero guarda una relación de justicia con la inteligencia es fruto de un procesador más bien elemental.

La que sí tiene un cerebro inspirador es Arundhati Roi. La escritora explica en su libro Los espectros del capitalismo (Capitán Swing), como las fundaciones de las grandes corporaciones americanas sirven desde sus orígenes (Fundación Rockefeller, Carnegie, Ford…) como puerta giratoria para intervenir en las políticas de todo el mundo, especialmente en países en desarrollo. Las principales corporaciones se relacionan con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o la CIA a través de sus fundaciones: la puerta giratoria perfecta para convertir el dinero en poder político. Es gracias a sus dólares por lo que el experto en ordenadores Bill Gates ha diseñado políticas de educación, sanidad y agricultura no solo para el Gobierno de Estados Unidos sino para todo el mundo. Claro que nadie sabe qué piensa Bill respecto de este tema.

Pero seguro que tiene una respuesta simple también para esto. Tan sencilla como que él no es más que un humilde visionario empeñado en arreglar el mundo con todos los elementos a su alcance. Podría añadir además que justo por eso él vio venir la covid en 2015, en la ya mítica charla TED en la que nos advirtió de que deberíamos temer “a un virus muy infeccioso, mucho más que a una guerra”. El asunto es que los profetas han estado en manos de los poderes políticos desde el Antiguo Testamento hasta hoy y quizás en esto Bill sea un tipo analógico después de todo. La profecía es siempre un refuerzo de los poderes establecidos y Bill piensa como un profeta. ¿Se puede arreglar el mundo sin cambiarlo? Dos dólares por ese pensamiento.

Claro que Bill ya se ha dado cuenta de que el mundo está cambiando. Él ya habrá pensado por qué el dinero se está concentrando en enormes montañas geolocalizadas en el mismo territorio y centradas en la misma actividad. Hay crisis, sí. Pero Marc Zuckerberg ha entrado en el club de los cienmilmillonarios junto con Jeff Bezos y Bill Gates, ese trío. Hay crisis, sí, pero no para Apple, Google, Cisco, Facebook, Hewlett-Packard… El dinero y el poder están en manos de la tecnología. Quizás también las ideas. Quizás también la solidaridad.

Y la tecnología tiene su propia ideología: el mundo es sencillo para las mentes complejas. Lo único que tenemos que hacer es recopilar datos y procesarlos para hacer el bien. Sin embargo, la información no siempre convierte en sencillos los problemas. La covid, el hambre en el mundo o el cambio climático no existen por casualidad o por falta de información o big data. Su origen está en la injusticia. Esa palabra es en la que no piensa Bill. Ni él ni nadie que haya rozado el poder. Porque esa es la palabra que más teme el dinero. El dinero solo piensa en la igualdad. Pero la igualdad social, la única justicia válida, no es posible en un mundo injusto.

Sobre esto último no estoy segura de qué pensará Bill, lo que sí sé es desde dónde lo piensa. Últimamente desde su último cobijo espiritual, una mansión de 43 millones de dólares comprada en pleno estallido de la covid, la más cara de San Diego. Es desde su kilométrica ventana con vistas al Pacífico desde donde repite una y otra vez el lema de su fundación. “Todas las vidas tienen el mismo valor”, explica a la prensa mientras derrocha dinero para salvarnos de la covid.

La injusticia no es músculo para su pensamiento porque es su esqueleto. Esa enorme distancia que existe entre el valor y el precio de una vida. En eso nunca piensa Bill. En por qué unas vidas son más baratas que otras, cuando todas deberían “valer” lo mismo. La pregunta ahora que ya sabemos qué piensa Bill es cuántos más piensan cómo él. Porque ellos y ellas quieren arreglar este mundo.

Nuria Labari es periodista y escritora. Autora de La mejor madre del mundo (Literatura Random House).

Sobre la firma

Nuria Labari
Es periodista y escritora. Ha trabajado en 'El Mundo', 'Marie Clarie' y el grupo Mediaset. Ha publicado 'Cosas que brillan cuando están rotas' (Círculo de Tiza), 'La mejor madre del mundo' y 'El último hombre blanco' (Literatura Random House). Con 'Los borrachos de mi vida' ganó el Premio de Narrativa de Caja Madrid en 2007.

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