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Columna
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La “ERCización” de Casado

¿Cómo se explica esta irresponsabilidad en partidos que aspiran a gobernar?

Enrique Gil Calvo
El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, el pasado 6 de julio en Madrid.
El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, el pasado 6 de julio en Madrid.Eduardo Parra (Europa Press)

El PP de Casado se está comportando como la ERC de Junqueras. El republicanismo catalán fue quien aupó al poder al actual Gobierno de coalición de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Este apoyo del independentismo moderado que representa ERC se explica por su apuesta estratégica de largo plazo por la legalidad reformista, frente al empeño de Torra y Puigdemont en apostarlo todo a la carta de la confrontación unilateral. Pero desde entonces, ERC se ha mostrado muy renuente a seguir apoyando al Gobierno, a pesar de que La Moncloa ha cumplido su compromiso de sacar adelante la mesa de diálogo sobre el futuro de Cataluña. Y hasta tal punto se muestra renuente, que Sánchez ha tenido que pactar con Ciudadanos todo aquello que los de Junqueras se negaban a acordar. El resultado es que ERC se ha convertido en el paradigma de un socio en el que no se puede confiar.

Pues bien, el PP de Casado se está comportando igual. Tras el primer impacto de la pandemia, se comprometió a apoyar unitariamente al Gobierno en su lucha contra el virus como prioritaria política de Estado. Pero luego en la práctica se resistió a prorrogarle los decretos del estado de alarma, rivalizando con Vox en su destructiva política de confrontación antigubernamental a cualquier precio. Y ahora acabamos de verlo de nuevo, pues habiéndose comprometido a apoyar desde el Congreso los cuatro acuerdos (sanitario, económico, social y europeo) de la comisión de reconstrucción, sin embargo al final se ha descolgado en las cuatro votaciones, demostrando que, al igual que ERC, es un socio inestable en el que no se puede confiar.

¿Cómo se explica esta irresponsabilidad en partidos que aspiran a gobernar? En ambos casos, la razón parece ser la misma, pues es el temor a ser tachado de traidor o cobarde por sus rivales radicales (Junts en el caso de ERC, Vox en el del PP) lo que les lleva a romper sus compromisos dejando a sus socios en la estacada. Junqueras es tan timorato que en cuanto los secuaces de Puigdemont le tachan de botifler corre asustado a romper con Madrit. Y Casado lo mismo, pues en cuanto Vox le acusa de derechita cobarde corre a enfundarse el disfraz de superhéroe o sastrecillo valiente para lanzarle a Sánchez un rosario de insultos interminable. Pero al comportarse con tanta volubilidad ¿quién podría confiar en ellos como líderes responsables capaces de cumplir sus compromisos de gobierno?

En ambos casos se trata de un caso de debilidad de carácter que les lleva a renunciar a sus compromisos por temor al qué dirán. Es una variante política del complejo de inferioridad que la psicoterapia denomina síndrome borderline (o personalidad fronteriza): el temor a ser rechazado por los tuyos. Algo que resulta explicable en ideologías nacionalistas que trazan una barrera infranqueable entre nosotros y ellos. Lo cual coloca tanto a Casado como a Junqueras en el dilema de demostrar que están con Vox y con Puigdemont o Torra, en vez de estar con los ciudadanos que les votan. Un síndrome en el que nunca han caído ni Rajoy, ni Feijóo ni Urkullu.

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