El rojo y el verde
La reconstrucción tiene que conjugar protección social e intensificada defensa del medio, desde un espectro político transversal
En los inicios de la Transición, y hasta los Pactos de la Moncloa, fue frecuente que el PSOE presentara ofertas más radicales que las del PCE a efectos de legitimación. En una de ellas Alfonso Guerra se dirigió a los jóvenes socialistas y prometió llevarles hasta el borde del abismo. Por supuesto, todo quedó en palabras y los socialistas de González y Guerra, una vez abandonado el marxismo, se comportaron estrictamente como socialdemócratas, incluso a veces con una marcada inclinación al liberalismo. Para eso estaba el antecedente de Indalecio Prieto. La lección es que una vez al borde del abismo, lo mejor es retroceder y no despeñarse.
Algo similar sucedió aquí y ahora, más allá de las palabras. El ambiente político rezumaba una tensión insoportable, con un Gobierno decidido a imponer por todos los medios su visión de la realidad presente y pasada, sobre instancias y procedimientos judiciales, el vicepresidente anunciando una conspiración de la derecha, el PP a vueltas con su condena primaria urbi et orbi y, menos mal, Vox actuando con tal torpeza, a golpe de claxon, que hasta la derecha recusó sus métodos. El inefable Rufián menospreciaba el coronavirus para exigir la sacrosanta mesa de diálogo. Así que fue el gesto de Arrimadas el que hizo el papel del cordero en El ángel exterminador. Bastaba querer salir de la lucha a garrotazos y atender a los requerimientos de Europa. Y empezó el retroceso desde el borde del barranco. Tras los fracasos iniciales y su encubrimiento, la desescalada parece una mezcla eficaz de cautela y coordinación. Pensemos en el futuro.
El Gobierno anuncia un esfuerzo utópico, a 30 años vista, con un gran equipo de programadores, pero después de lo sucedido más vale pensar con Keynes que a largo plazo, todos calvos. Otra cosa es una respuesta a corto y medio plazo, con todos los recursos científico-sociales disponibles, aprendiendo de otras experiencias. Cuentan que Francia es un museo de horrores, por lo demás con datos comparables a España, pero sus recientes elecciones señalan una vía de actuación positiva, surgida desde el fondo de la sociedad. Contra pronóstico, no ha muerto la socialdemocracia, desde su eterna raíz municipal, y sigue apuntando con inesperado éxito a que la salida de la crisis no puede prescindir de la acción por la igualdad; a su lado y compitiendo con ella, triunfa un ecologismo políticamente responsable, como en Alemania. Derrotados conservadores y tecnócratas (Macron), extremos eliminados, salvo una excepción, Perpiñán, tal vez favorecido el lepenismo por la intromisión de Puigdemont en “la capital del republicanismo catalán”. Con unas y otras siglas, la reconstrucción tiene que conjugar protección social e intensificada defensa del medio, desde un espectro político transversal.
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