Yo soy racista, tú eres racista, todos somos racistas
Es importante que se escuchen voces fuera de la mirada blanca cuando hablamos de racismo y es importante que nos revisemos íntimamente antes incluso de exigir revisiones sociales
¿Qué puede hacer una mujer blanca española por la lucha contra el racismo en el mundo? Esta mañana envío este WhatsApp a mi amiga la escritora y dibujante de origen chino, Quan Zhou. “Me gustaría que ayudaras a dar voz a los racializados, me gustaría que no fuera otra española blanca hablando de razas desde su visión”, responde al otro lado. Es tan contundente que creo que Quan y yo tenemos que hablar. Al final, decido que lo mejor será hacer pública nuestra charla. Una española blanca y una española de origen chino hablando del #blacklivesmatter. Quizás el único género para afrontar un tema como el racismo sea la conversación pues respeta el hecho de que ningún discurso está completo.
Hablamos de la mirada, de cómo percibimos los españoles el racismo. Yo, por ejemplo, he publicado la foto negra del #blackouttuesday en Instagram tras el homicidio de George Floyd. Quan también la publicó pero no todo le parece solidaridad en esta lluvia de cuadrados negros. Esto es lo que ella piensa: “Mucha de la gente que ha protestado en redes es racista. Pero somos buenitas y tenemos buenas intenciones. Así es como se evita la revisión en España. Debemos aceptar de una vez que todos somos racistas, pues es una estructura imposible de escapar. Incluso yo puedo tener actitudes racistas, a pesar de ser una mujer racializada, porque es algo estructural. Igual que muchas mujeres pueden tener actitudes machistas si viven en una sociedad que lo es”.
Sin embargo, parece que en España no tenemos un racismo estructural tan fuerte como el que condenamos en Estados Unidos así que vemos el problema como algo lejano, como cuando el coronavirus solo afectaba a China. Precisamente en España el pasado domingo, mi amiga Nana, española de origen Saharaui fue a una pastelería a recoger mi tarta de cumpleaños. Antes de que Nana dijera una palabra, alguien en la cola le preguntó: “A ti qué te ha dicho la señora que pidas”. Ni está tan lejos ni es solo un asunto de negros. En todo caso, es un hecho que hablaremos y opinaremos sobre la muerte de George Floyd muchos más blancos que negros en los periódicos y las televisiones de todo el mundo.
Quan se incendia con este último punto. “Estoy harta de ver tertulianos españoles dándole vueltas a las mismas tres cosas de siempre: Trump es lo peor, esto es racista y esto no y qué bien que en España esto no pasa. Ni hay afrodescendientes españoles ni hay afroamericanos en las tertulias. Así que mientras los discursos de los blancos tienen matices, distintas ideologías y perspectivas, se mete siempre a todos los negros o a todos los chinos en un mismo saco. Sin embargo, la identidad de un afrodescendiente español es distinta, por ejemplo a la de un afroamericano”.
La fotógrafa Angelica Dass se ha pasado buena parte de su vida fotografiando la piel de miles de personas para encontrar una sola que fuera negra. Cuatro mil retratos después concluyen empíricamente y de acuerdo con la librería de color Pantone que de hecho no existen las personas negras, blancas, rojas o amarillas.
Quan es supuestamente “amarilla” y su experiencia en España con este color no ha estado exenta de racismo. “Me han seguido por la calle, me han dicho vete a tu país, aunque yo nací en España… En el colegio tenía pocas amigas, me han preguntado muchas veces si vendo cervezas cuando estoy en un bar… A mis treinta años, personas cercanas se extrañan de que tenga las tetas grandes siendo china, como si solo pudiera ser una mujer de pechos pequeños y sumisa. Pero lo peor de todo es el buenismo imperante. Cada vez que comento algo que me molesta me aclaran, mis propios amigos, que no había mala intención. ¿Hasta cuándo va a ser suficiente? ¿Tenía mala intención el asesino de George Floyd?”
Es importante que se escuchen voces fuera de la mirada blanca cuando hablamos de racismo y es importante que nos revisemos íntimamente antes incluso de exigir revisiones sociales. Quizás Quan y yo tampoco somos las más indicadas para opinar sobre el asesinato de George Floyd pero sí para revisar nuestros privilegios y lo que es mejor, para hacerlo juntas y ampliar nuestras perspectivas. Quan puede reconocer los suyos. “A diferencia de los negros, los estereotipos en torno a mi persona no son violentos. De los chinos se cree que somos trabajadores y últimamente ricos. En los centros comerciales siempre vienen a atenderme y a ofrecerme marcas de lujo”. Mis privilegios como mujer blanca son tan grandes que nunca me he preguntado por ellos. Tan grandes que pensé que podría escribir sobre el racismo desde mi cuerpo y privilegio de mujer blanca sin necesitar ayuda. Igual que la mayoría de los hombres reconocen sus privilegios pero no los revisan, la mayoría de los blancos y las blancas hacemos poco con lo que sabemos o sentimos sobre racismo. A veces, incluso, pretendemos que nos proteja nuestra ignorancia o nuestra buena intención.
El primer paso es pues reconocerlo. El segundo quizás sea asomarnos a otras realidades. Busquen los libros de autores afroamericanos que tienen en su biblioteca, cuánto cine asiático han visto el último año —con Parásitos no basta— y cuantas veces han necesitado escuchar el análisis de la realidad desde una perspectiva nueva y no desde el privilegio blanco inherente más a nuestro pensamiento que a nuestro color de piel.
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