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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Balcanes, Europa

El apoyo europeo a los Balcanes se intensifica ahora. Pero eso poco tiene que ver con inminentes ampliaciones del club comunitario

Ursula von der Leyen saluda al presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, durante la Cumbre UE-Balcanes Occidentales, en Bruselas.
Ursula von der Leyen saluda al presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, durante la Cumbre UE-Balcanes Occidentales, en Bruselas.VIRGINIA MAYO (AFP)

Los Balcanes son Europa. Atribulados, complejos, conflictivos, sí, pero como lo ha sido hasta hace nada el propio continente. Y su espacio está, en el futuro, en la expresión política de ese mismo continente, la Unión Europea. Así lo han solemnizado sus 27 Gobiernos en una cumbre conjunta con los cinco de la antigua Yugoslavia, además de Albania. Y así lo han proclamado estos vecinos.

Que en circunstancias sanitarias, económicas y políticas tan difíciles como las actuales se haya celebrado esa cumbre, y que haya sido ejemplo de multilateralismo en tiempos de enfrentamientos bilaterales entre otras regiones y potencias, es en sí misma una noticia favorable. Amén de una advertencia a los aspirantes a convertirse en pescadores en ríos revueltos, tengan base en Moscú o en Pekín, de que este continente —incluida su región balcánica— comparte unos intereses estratégicos profundos. Y que todo intento de usar torticeramente posibles desajustes entre su centro y sus periferias está condenado al fracaso. La complicidad no es solo estratégica, sino también muy práctica, no en vano el 70% del comercio exterior de los seis se desarrolla con el conjunto europeo, frente a menos de un 5% con China o con Rusia.

Virtud especial de esta cumbre es haber huido de la retórica. Ha dado vía libre a un importante paquete de apoyo económico a los vecinos (el mayor de todos), para ayudarles a superar la crisis de la pandemia, y ha pasado revista sin disimulo a alguno de los problemas de corrupción, inestabilidad y debilidad democrática que les atenazan, poniendo alto el listón que deben superar.

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También ha sido la primera vez en que han participado todos los Gobiernos de la UE, al acceder España a dar primacía a la estabilidad balcánica, sin anular su posición tradicional sobre Kosovo, en la expectativa de que los desencuentros locales amainen. Hará bien Pristina en mejorar sus estándares democráticos internos y su trato a la minoría serbia, igual que Belgrado debe recorrer un buen trecho hacia la reconciliación: en esta tarea todos pueden contribuir, pero nada avanzará seriamente si no es con el concurso de los principales protagonistas.

El apoyo europeo a los Balcanes, a su estabilidad, evolución democrática, bienestar y horizonte de futuro se intensifican ahora. Pero eso poco tiene que ver con inminentes ampliaciones del club comunitario. Su densidad ya es exorbitante hoy para resolver bien los problemas a 27: sean los económico/financieros, como acreditan las discusiones sobre la salida de la recesión inducida por el coronavirus, o los institucionales, provocados por un proceso decisorio nada fluido. Esta vez habrá que resolverlos de cuajo previamente, mediante las oportunas reformas. Simplemente, la UE no puede permitirse nuevos dramas iliberales internos como el húngaro o el polaco.


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