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Amenazas comerciales, tensiones por el narco y presiones en la frontera: México pone a prueba su estrategia en el arranque del Gobierno de Trump

Sheinbaum tiende la mano al próximo presidente de Estados Unidos a la vez que asegura estar preparada para enfrentar los reveses de una nueva era de incertidumbre y negociaciones permanentes en la relación bilateral

Donald Trump México
Mujeres migrantes en la frontera de México con Estados Unidos, en 2024.Brandon Bell (Getty Images)
Elías Camhaji

La espera ha terminado. México ya se prepara para el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y para enfrentar un nuevo capítulo en la relación bilateral, tras meses de amenazas, provocaciones y tensiones diplomáticas. El Gobierno de Claudia Sheinbaum ha invertido las últimas semanas en descifrar al próximo presidente de Estados Unidos y diseñar una estrategia para proteger todos los frentes críticos que el republicano ha puesto en la mira: los amagos de una guerra comercial, las políticas de mano dura frente a la crisis migratoria y un discurso de puño de acero en la guerra contra las drogas. La presidenta ha mandado señales de que está dispuesta a colaborar, se ha mostrado receptiva ante las preocupaciones de Washington y está consciente de que ―al margen de todo lo que ha pasado y lo que se ha dicho― la prueba del ácido para la respuesta mexicana ante los embates del trumpismo está en la mesa de negociaciones. “Él tiene su particular manera de comunicar, pero yo confío en que habrá una buena relación”, dijo Sheinbaum días antes de la toma de posesión, aunque también subrayó que está lista “en caso de que se den otras condiciones”.

“Tenemos un plan”, afirmó la presidenta para sobreponerse a la ansiedad y a la incertidumbre que ha provocado Trump 2.0 al sur de la frontera. El magnate adelantó que los aranceles y el combate al crimen organizado serán los primeros frentes de batalla. “Vamos a empezar cobrando a quienes hacen dinero a costa de nosotros con el comercio y van a empezar a pagar, por fin, lo que les corresponde”, señaló el republicano esta semana en Truth Social, su red social, al anunciar la creación este 20 de enero de una oficina especial para el cobro de impuestos a los Gobiernos extranjeros.

Tras su triunfo en las elecciones, el magnate amagó con imponer tarifas a México y Canadá si no endurecían su posición frente a China y tomaban medidas efectivas en el frente migratorio y de control de fronteras. En diciembre afirmó también que designará a los carteles de la droga como organizaciones terroristas, lo que abre la posibilidad de una intervención militar de Estados Unidos en territorio mexicano. “Lo haré de inmediato”, aseguró ante sus seguidores.

El Gobierno mexicano ha mantenido la templanza, aunque no exenta de cuestionamientos y dudas. Desde su primera presidencia, Trump ha seguido el mismo patrón en las negociaciones: parte de una posición maximalista y, hasta cierto punto, exagerada para poner contra las cuerdas a su contraparte, obligarla a ceder y conseguir que haga lo que él quiere. Sheinbaum, que asumió la presidencia en octubre pasado, ha afrontado su propia curva de aprendizaje y ha dado a entender que sabe que el primer movimiento en el tablero político corresponde a Washington. “Ya tenemos un plan muy elaborado, sólo vamos a esperar a lo que anuncie el presidente Trump para poderlo informar”, dijo la presidenta respecto de las amenazas en el terreno migratorio.

Claudia Sheinbaum habla durante una rueda de prensa en Acapulco estado de Guerrero, el 16 de enero.
Claudia Sheinbaum habla durante una rueda de prensa en Acapulco estado de Guerrero, el 16 de enero.David Guzmán (EFE)

La criminalización de los indocumentados y el anuncio de redadas y deportaciones masivas son un asunto que preocupa particularmente a las autoridades mexicanas. Al menos cinco millones de mexicanos viven sin papeles en Estados Unidos, según el Migration Policy Institute. Sheinbaum dijo que su Gobierno tiene las puertas abiertas para recibir a quienes decidan volver y aseguró que la economía es lo suficientemente fuerte como para absorber el golpe de las expulsiones en masa, aunque ha abogado por recibir sólo a los connacionales y no a ciudadanos de otros países. Será otro de los puntos a negociar. Trump prometió devolver a un millón de personas cada año, esa será su posición de partida, pese a que se ha cuestionado que sea un cálculo realista. Tijuana emitió la semana pasada una declaración de emergencia y otras ciudades fronterizas han acelerado la ampliación de su red de acogida para enfrentar la próxima crisis.

Uno de los mayores desafíos para México es que los trumpistas suelen combinar y contaminar distintas agendas para conseguir sus objetivos. La amenaza cruzada en el frente comercial para atacar la crisis migratoria es un botón de muestra de su cuaderno de jugadas. El país latinoamericano se ha afianzado como el principal socio económico de Estados Unidos y eso lo ha hecho, paradójicamente, más vulnerable a los amagos del republicano. La revisión del tratado comercial que ha sostenido esa relación (TMEC), firmado durante el primer mandato de Trump, está prevista para 2026, aunque ya ha empezado en los hechos.

El magnate ha tanteado la idea de fragmentar el TMEC y firmar dos nuevos acuerdos por separado, uno con los mexicanos y otro con los canadienses, para fortalecerse en la renegociación y para que sus vecinos no se unan para contrarrestar su posición de poder. Justin Trudeau coqueteó con la idea, pero al presentar su dimisión en enero, será otro quien lleve las riendas en Canadá.

En el plano bilateral, Sheinbaum anunció hace unos días el Plan México, un paquete de medidas con el objetivo de atraer cientos de miles de dólares en inversiones y sustituir importaciones chinas para calmar las preocupaciones de Trump. Fue otro mensaje para el republicano: una declaración de intenciones para poner en valor la alianza comercial con México y hacerle ver que no le conviene abrir otro frente en el terreno geopolítico: con Rusia y China al acecho, la fragilidad de la tregua en Gaza y los roces que ha tenido con Europa a raíz de la guerra en Ucrania. Las autoridades mexicanas han entendido que el magnate interpreta la diplomacia como un juego de fuerzas y la presidenta lo demostró en el informe por sus primeros 100 días en el Gobierno ante miles de seguidores, una muestra de músculo interno.

Marco Rubio después de testificar durante una audiencia de confirmación del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, en Washington, el 15 de enero.
Marco Rubio después de testificar durante una audiencia de confirmación del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, en Washington, el 15 de enero.Nathan Howard (REUTERS)

Otra particularidad de la nueva Administración es que considera al frente migratorio y a la Seguridad como uno solo. Así lo demostró la última comparecencia de Marco Rubio, el próximo jefe de la diplomacia estadounidense, en el Senado. Rubio habló una y otra vez del “terror” que imponen los carteles mexicanos y los responsabilizó de inundar las calles de Estados Unidos de inmigrantes y fentanilo, la droga en el centro de la cruzada de Washington contra el narcotráfico. Sheinbaum dijo que “tomaba la palabra” a Rubio para colaborar “como socios” frente a los retos compartidos y subrayó la necesidad de negociar. “Esperamos las condiciones para un diálogo al más alto nivel”, señaló.

“Colaboración sin subordinación”. Ese ha sido el mantra de Sheinbaum en los últimos meses. Tras un último tramo turbulento con los demócratas, México tiene entre sus objetivos prioritarios mantener un trato de iguales en la medida de lo posible y navegar los siguientes cuatro años con la menor cantidad de intromisiones en su política interna. “Ha habido momentos muy buenos de colaboración con Estados Unidos, entre ellos la relación que hubo entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y el presidente Trump, que fue respetuoso de nuestra soberanía y hubo coordinación en muchos temas”, aseguró.

La mayoría de los especialistas, sin embargo, coincide en que la Administración de Sheinbaum no puede permitirse los excesos de confianza ni darse el lujo de tomar a la ligera los mensajes de Trump, que llega con más poder, más recursos y más apoyo que hace ocho años. Todo apunta a que la gestión de la relación bilateral será un esfuerzo permanente, un día a la vez. “Creo que en todos los sentidos va a haber un acuerdo con Estados Unidos”, dijo la presidenta. Este lunes pondrá a prueba su estrategia.

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Sobre la firma

Elías Camhaji
Es reportero en México de EL PAÍS. Se especializa en reportajes en profundidad sobre temas sociales, política internacional y periodismo de investigación. Es licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por el Instituto Tecnológico Autónomo de México y es máster por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.
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