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Patricia Aridjis, fotógrafa: “Los mexicanos no reconocemos que somos racistas”

El Museo Archivo de la Fotografía de Ciudad de México presenta una retrospectiva del trabajo de la fotógrafa mexicana, que explora la brutalidad machista, el dolor de las desapariciones y la lucha cotidiana de las mujeres por sus derechos

La fotógrafa mexicana Patricia Aridjis
La fotógrafa mexicana Patricia Aridjis en el Museo Archivo de la Fotografía, el 29 de febrero.Hector Guerrero
Carlos S. Maldonado

El cine le abrió de niña un mundo de imágenes a Patricia Aridjis (Contepec, Michoacán, 64 años). La fotógrafa mexicana cuenta que su abuelo regentaba el único cine del pueblo y ella y sus primos tenían el privilegio de ver todas las películas y comer los dulces que vendía su abuela. No había preocupación por el contenido de los filmes, ni se tenía en cuenta si eran aptos para niños. “El cine era un evento muy especial, porque no había muchas actividades en el pueblo. Me acuerdo de que me marcó mucho haber visto Boccaccio 70, que estaba conformada por varios cortos de diferentes directores, y era loquísima la historia de Fellini, de una mujer que salía de un espectacular a perseguir a un señor. De niña esas cosas me alucinaban”, recuerda Aridjis. “Soy muy visual y eso se lo debo a mi abuelo y su cine”, dice. Aquel mundo de imaginación se volcó en una carrera que la ha convertido en una de las fotógrafas más destacadas de México.

La cámara de Aridjis explora la brutalidad machista, el dolor de las desapariciones y la lucha cotidiana de las mujeres por sus derechos. La fotógrafa ha inaugurado en el Museo Archivo de la Fotografía de Ciudad de México una retrospectiva que reúne más de tres décadas de trabajo. Con el título Ojos de mujer volando, presenta historias conmovedoras de niñeras que deben dejar a sus hijos para cuidar a los de otros, las de mujeres con obesidad que han aprendido a querer sus cuerpos, madres que han sufrido el horror de la desaparición de sus hijos o presas que se asoman a las rejas para ver cómo otras reciben visitas mientras ellas están solas. “Me gusta mucho escudriñar en los rostros, en las actitudes de la gente. Si me subo al metro, estoy inventándome un poco la historia de la gente que miro, aunque creo que a veces se debe de incomodar”, comenta. “Me preocupan mucho los temas sociales, lo que pasa en mi país, que creo que no lo puedes pasar por alto. Siempre hay una infinidad de cosas que contar y estoy todo el tiempo pensando en eso y en la manera de dar mi opinión a través de la fotografía”, asegura. La exposición estará abierta hasta el 5 de mayo.

Pregunta. ¿Cómo se acerca a sus historias?

Respuesta. En los últimos años, la mayoría de mis proyectos han sido sobre mujeres. Tengo una serie que se llama Arrullo para otros, que es sobre niñeras, porque tenía desde hace tiempo la inquietud de hacer algo sobre el trabajo doméstico. Me llamaban mucho la atención las historias de esas mujeres en uniforme en esas casas enormes, viviendo dos realidades. Están inmersas en una vida que no es la propia y con una situación de mucha precariedad en sus comunidades. Cada vez que las veía, me impactaban.

P. ¿Qué llamaba su atención?

R. Tienen un punto más dramático: ellas dejan a sus propios hijos para cuidar a niños ajenos. Lo que detonó mi interés fue una película que se llama París, te amo, que está conformada por varios cortos, y uno de ellos, que hicieron unos cineastas brasileños, es sobre una niñera latina que arrulla a su hijo con una canción de cuna de su comunidad, lo deja dormidito y se va a una mansión a cuidar a un niño, al que arrulla con la misma canción. A mí me conmovió enormemente. Lo que hice fue fotografiar a estas mujeres en sus propias comunidades, con sus hijos, en sus fiestas y, por otro lado, fotografiarlas en este ámbito laboral que tiene que ver con el afecto, pero también con la discriminación, con esta cuestión racista que a veces los mexicanos no reconocemos, pero que sí prevalece.

P. El racismo es otro mal que afecta a las mujeres en México.

R. Sí, y son generalmente mujeres morenas cuidando niños rubios. Están confinadas en un espacio muy pequeño, muy austero, que no tiene nada que ver con el resto de la casa. Fue muy importante hacer este proyecto. Ni siquiera es un asunto de buenos ni malos; no es que los ricos sean malos por ser ricos, ni los pobres sean buenos por ser pobres. Son dinámicas que tenemos muy normalizadas.

Fotografía de la serie 'Arrullo para otros'.
Fotografía de la serie 'Arrullo para otros'.patricia aridjis

P. ¿Cómo logra que estas mujeres se abran a su cámara?

R. Es una habilidad que vas adquiriendo con el tiempo. Trato de mostrar ante la fotografiada que es una cuestión honesta, que no es una fotografía que las vulnere, sino más bien que las dignifique. Platico muchísimo con la gente antes de fotografiarlas e incluso en muchos casos establezco vínculos, porque me parece que es importante.

P. ¿Fue difícil para usted fotografiar a las mujeres en las cárceles?

R. Ese proyecto me marcó, es como un parteaguas en mi vida profesional y personal. Me hizo reflexionar sobre la justicia en México, sobre la libertad. Mi convivencia era muy cercana con algunas de ellas, porque las seguí durante los siete años que duró el proyecto. Al principio, todo me inquietaba, me daba un poco de temor la reacción de ellas ante la cámara. Conversé muchísimo con estas mujeres, dejaba la cámara a un lado y convivía con ellas. Así fue surgiendo la confianza y pude estar en momentos muy íntimos.

P. ¿Cómo le marcó este proyecto?

R. Me enganché con el proyecto a tal grado que me costó trabajo dejarlo. Ellas decoran sus celdas como un modo de supervivencia, de sentirse menos encerradas; hablan de su celda como si fuera su casa. Convivía con ellas, comía, nos reíamos, me contaban sus cuitas y eso fue muy entrañable. Sí me dejaron muy perturbada, porque aunque me daba cierto confort estar ahí con ellas, me sentía cobijada, querida, sí me causaban mucha inquietud.

P. ¿Por qué?

R. Porque son historias tremendas. Había mujeres que cometieron homicidios, robos con crueldad. Aprendí a no juzgar. Cuando te cuentan sus historias te das cuenta de que provienen de familias donde la violencia está muy normalizada. Varias de ellas han sufrido abuso, vivieron en la calle, las familias de las que provienen son disfuncionales. Entonces entiendes por qué están en la cárcel o qué las orilló a cometer un delito. Escuchaba historias tremendas, pero también trataba de entenderlas y ponerme en sus zapatos.

P. ¿Es su trabajo una forma de denuncia en un país donde asesinan a once mujeres al día?

P. A mí me cuesta trabajo usar la palabra denuncia, porque me parece que es un poco pretenciosa de mi parte decirlo. Este es mi punto de vista y sí tiene una actitud crítica. Tengo esta serie que se llama Sangre de mi sangre, que tiene que ver con mujeres que han perdido un hijo, y mi objetivo original no era que tuviera un enfoque social, pero sí sucedió. Casi todas las historias están atravesadas por la violencia que estamos viviendo. Lo que quería era fotografiar este dolor tan grande que es la pérdida de un hijo y cuando me di a la tarea de buscar las historias, encontré que muchas están atravesadas por la violencia: mujeres que tienen un hijo desaparecido o que perdieron a un hijo en un asalto, o las historias de las mamás del [colegio] ABC. Los feminicidios ya son un caso tremendo, porque son cifras escandalosas y que hemos normalizado, incluso las hemos banalizado. Lo tenemos que decir y lo tenemos que contar.

Fotografía de la serie 'Las horas negras'.
Fotografía de la serie 'Las horas negras'.patricia aridjis

P. ¿Qué reacción espera de una persona cuando ve su trabajo?

R. Espero que se espejeen. A mí me llena mucho que alguien mire las fotos y se conmueva, eso es un tesoro.

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Sobre la firma

Carlos S. Maldonado
Redactor de la edición América del diario EL PAÍS. Durante once años se encargó de la cobertura de Nicaragua, desde Managua. Ahora, en la redacción de Ciudad de México, cubre la actualidad de Centroamérica y temas de educación y medio ambiente.
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