Joaquín Cosío: “El ejercicio diario de la vida en México es una ficción siempre sorprendente”
Recién llegado de las Islas Canarias, donde se grabó su más reciente película en la que da vida a un manejador de boxeadores, el actor mexicano toma unos días en la capital para preparar su próximo proyecto en el cine nacional
Joaquín Cosío (Tepic, 61 años) busca con la mirada al nuevo inquilino de su casa, un pequeño gato de cinco meses, y se asegura que no esté haciendo destrozos. Cosío es un hombre alto y corpulento, de cabellos encanecidos. Lo más distintivo es su voz, gruesa e imponente, que rompe con su amabilidad. La charla comienza con el nombre de Luis Estrada, su viejo amigo y director que le ha dado algunos de los papeles más memorables de su carrera: un vagabundo en Un mundo maravilloso (2006), un sicario desalmado llamado Cochiloco en El Infierno (2010). Ahora vendrá otro. Ya se encuentra el libreto sobre su mesa de trabajo. El actor interrumpe su lectura para atender esta entrevista, pero el personaje se está construyendo ahora mismo en su sala principal.
Pregunta. Cuando uno busca a Joaquín Cosío siempre encuentra actor y poeta.
Respuesta. Es algo muy curioso, no es algo que yo promueva porque le tengo bastante respeto al mundo poético. Me suena muy pretencioso decir que soy poeta. Yo acepto que soy actor, eso sí. Poesía, estudié. Estuve en un taller literario y tengo tres libros publicados. Pero decirme poeta, en un país de poetas, me suena muy pretencioso y siempre guardo un poco de distancia.
P. ¿Hay una relación entre la parte histriónica y la poesía?
R. Hay una conexión, que es el evento creativo, donde tu cabeza de alguna manera sufre algo, como un blackout, y le das espacio a otro pensamiento, a otro flujo de ideas. Contrario a lo que se pensara, que actuar es una actividad solo expresiva, en general actuar es también un trabajo mental, el personaje está también en cómo piensa ese individuo. Hay toda una teoría al respecto. Y si te soy franco, en mi búsqueda creativa, la poesía es una satisfacción personal, un deleite mental que yo busco, y la actividad actoral, es una confrontación con tu propio yo, una confrontación con tu propia estructura mental. Romperte, romperte para que entre otro, y eso es complicado.
P. ¿Y qué es lo que le inspira para entrar en ese espacio mental?
R. Bueno, si hablamos del hecho poético, yo buscaría, como algunos poetas lo han dicho, la poesía de las cosas pequeñas, del mundo cotidiano, lo ordinario... Me inspiraría a hablar del día, de la luz, obviamente del amor, que siempre ocupa una parte importante de nuestra vida, en cualquiera de sus versiones, incluso el desamor también. Pero a mí lo que me nutre, es la vida diaria. Como actor me encanta caminar y observar, es una actividad que la realizo desde muy joven, es una especie de vocación y de curiosidad nata, voy por la calle preguntándome ¿qué está pensando ese señor? ¿cómo camina?, este hombre viene enojado, ese paso tan firme que trae, me dice que viene molesto. Me gusta construir historias, las historias ajenas, y eso es lo que de alguna manera me ha nutrido mucho para construir personajes o de pronto llegar a escribir un poema.
P. Usted es alguien muy amable y sus personajes son violentos ¿Se identifica con sus personajes o son completamente diferentes?
R. El cine es imagen. Mi imagen no es necesariamente la de un galán, ni un médico de almas, ni de un santo. Mi imagen es lo contrario; soy un hombre robusto, mi gesto es adusto, fuerte. De pronto puedo manejar la energía de la violencia con mucha rapidez, entonces eso de alguna manera te va jalando, el director busca eso. Un casting es un guiño de ojos entre un actor y un director, que ocurre en segundos, una especie de encuentro muy, muy rápido. Yo, pues, tengo una constitución que me ha empujado en la mayoría de mis trabajos a los personajes violentos, pero como bien dices, también tengo una expresión que es amistosa. Soy un hombre absolutamente pacífico y familiar. Esa conciliación entre dos perfiles es lo que me ha ayudado a construir personajes ambiguos, que tienen contradicción en esa manera de ser violentos, pero al mismo tiempo tener lealtades, amigos y códigos.
P. ¿Qué es lo que más le cuesta del personaje?
R. Siendo muy franco, todos los papeles, sin querer ser grandilocuente, ni retórico, pero todos los papeles son una apuesta. Primero para convencer a un director, que es el que te está auscultando minuciosamente, viendo todos los detalles y, eso es un trabajo muy difícil. Parte del trabajo del actor es tener la fuerza para soportar la exhibición, y no solo la exhibición, el juicio. Es muy difícil para un actor, a menos de que lo hagas como yo, que pienso, esto es lo que me gusta, a ver qué sale, a ver si le gusta el director, si no le gusta, pues ya. Ni hablar. Así es la única manera que puedo explicarme a haber estado filmando en Inglaterra, con James Bond, o en Arizona, con Johnny Depp. Siempre pensaba, yo voy a hacer lo que siempre he hecho, que es pasármela bien, divertirme, buscar la diversión. Si me divierto, la gente se divierte, es una ley, quizá la primera ley de la interpretación.
P. Eso contradice aquella frase de que se debe sufrir al personaje.
R. Los actores somos aprehensivos. Por ejemplo, cuando yo ya estaba viajando para filmar en Londres, todo fue vertiginoso. Me hablaron y les dije, ‘yo no sé inglés’. No hablaba nada del idioma, todavía no es una de mis cualidades. Pero me dije ‘no voy a sufrir, voy a divertirme, voy a pasarla bien y a convertir la interacción entre nosotros en algo divertido, en algo que nos permita divertirnos a todos, y así ha sido siempre’. Hay personajes complejos, por ejemplo en El Llanero Solitario tuve momentos muy complicados porque Gore Verbinski, el director es muy audaz y piensa que todos los actores somos audaces, entonces quería que en un tren de movimiento, yo brincara de un vagón a otro. Yo dije que no, no voy a hacer eso, si me caigo, me mato o me parto la espina dorsal, y él como si nada, porque él es un director de riesgo, y sus actores son todos igual, lo siguen, pero yo no. Ahí me quedé por un casting que vio y que le gustó. Soy un actor que ha tenido más suerte que talento.
P. ¿Hay algún personaje que le gustaría interpretar?
R. Personajes vulnerables, justamente lo contrario de lo que parezco. Agradezco mucho una película de Gustavo Moheno, que se llamó Lecciones para Canallas, que es una comedia. Él me convoco para ser un estafador, un bribón, pero en comedia. Eso lo agradezco porque me permite decir, no soy solamente un matón o un sicario. De hecho, después del éxito de Cochiloco me llegaron montones de guiones y de llamadas para hacer papeles similares. Yo digo, necesito trabajo, pero no voy a trabajar en algo que no tiene una ambición artística, que no tiene una originalidad. Todos eran copias del Cochiloco, no me interesa. El Cochiloco ya existió. Hay una infinidad de personajes que hay que hacer. Hay una obra de teatro que se llama Woyzeck, con un personaje enfermo que lo utilizan para experimentos. La fragilidad de ese personaje me gustaría, pero es muy difícil que pueda aspirar a eso porque justamente no lo aparento. Te digo, el cine es imagen.
P. ¿Nunca ha pensado en dirigirse a sí mismo?
R. Fíjate que no. La dirección es otra disciplina, otro sector que yo respeto profundamente. En alguna ocasión, todavía en Ciudad de Juárez, un grupito de jóvenes me dijo ‘nos dirige para una obra de teatro’. Hombre, no sabía ni qué hacer, ¿cómo le dices a un actor que no? ¿Cómo le dices, cuando ese actor cree que está haciéndolo bien y que está cumpliendo?, y tú dices, ‘¡Dios mío, qué es esto!’ Es decir, yo no tengo esas herramientas.
P. ¿Qué tiene que tener un personaje para que usted quiera interpretarlo?
R. El primer contacto que tienes es un diálogo escrito en palabras, con puntuación, signos de admiración... Ahí tiene que estar el primer clic, que lo que tú lees, sea veloz, que eso que está diciendo el personaje de manera escrita, yo lo escuche, sea real. Ahí entra el primer contacto, que lo escuche y diga, ‘este sí está, sí le creo’, que sea verosímil, que esté hablando con verdad, que lo que tú ves es verdadero, porque no es fácil. Lees guiones donde los personajes no dicen nada o no tienen consistencia. Lo primero para mí es eso, decir, este tipo sí está hablando. Luego, que la historia tenga complejidad, que tenga conflicto, que no sea un personaje plano y liso, que la historia tenga, además de mi personaje, otros personajes también interesantes, y ocurra algo en la historia, en el todo.
P. Usted conoce muy de cerca la violencia y la interpreta en sus personajes. ¿Algunas veces le genera conflicto esto ante la realidad de México?
R. No, nunca me he inhibido y nunca me he autocensurado en ese sentido. Yo siempre he apostado a lo que ya te comentaba, esto es un personaje, es hacerlo de una manera profunda y con arrestos y mientras más esté vinculado con esto que nos rodea que se llama la realidad, mucho mejor para mí. Por ejemplo, Narcos es una serie que quiero muchísimo porque me permitió hacer un personaje que yo degusté y disfruté enormemente.
P. Se refiere a Ernesto Fonseca. ¿Por qué lo disfrutó?
R. Narcos tiene una estructura con un gran guion. Los diálogos, los personajes y las situaciones eran desde mi punto de vista formidables, bien escritas, una muy buena producción. Esto está chingón porque hay por aquí alguien alrededor que quiere hacer esto muy bien y los que estamos en esto queremos hacerlo muy bien. Se encuentra todo el ánimo de hacer esa narración.
P. ¿Estudió mucho al personaje?
R. Generalmente no me gusta indagar demasiado, porque de pronto me voy sintiendo comprometido con una realidad que desde mi percepción no debe de competir con la realidad de la ficción. Si tú empiezas a competir con lo que fue real, no hay demasiado sentido, desde mi punto de vista. Claro que indagué, en mi caso al famoso Don Neto. Busqué quién era, busqué fotografías. No había tantas, pero rápidamente te alejas. Yo no voy a ser un retrato del personaje, yo voy a hacer lo que me está proponiendo el guion.
P. Al interpretar a estos personajes en un país como México, ¿le preocupa alguna consecuencia contra usted?
R. No, también he decidido no preocuparme por ello. Ha habido comentarios que llegan de pronto al set de grabación. Pero yo estoy haciendo mi ficción, no estoy comprometido con la realidad, no quiero hacer una fotografía. Yo hago mi personaje, se acabó.
P. Con Damián Alcázar ha creado parejas memorables del cine mexicano. Sin embargo en los últimos años sus diferencias políticas fuera de la pantalla se han radicalizado más. ¿Esto les ha impedido continuar con la fórmula?
R. No, fíjate que nunca hemos tenido ninguna discusión y mucho menos hemos discutido al respecto. Te digo con toda la franqueza que también es para mí uno de los grandes actores mexicanos y siempre admiro su trabajo. Lo veo actuar en el set y siempre lo refrendo. Podemos tener diferencias políticas, pero jamás hemos hablado de ellas, porque en realidad en nuestra relación no hay diferencias. Nosotros somos actores, hacemos cine o teatro y mi admiración por él está. Nuestra relación está afincada en valores más sólidos que la simple temporalidad política.
P. Pero a usted sí le gusta opinar y alzar la voz en cuestiones políticas.
R. Decía Milan Kundera que “la política es la espuma sucia de los ríos”. Para mí, la política es una actividad profundamente cuestionable, profundamente humana, en el peor de los sentidos. En el sentido de la simulación, en el sentido de la representación del discurso de doble sentido que dice una cosa, pero es otra. Es algo que yo no respeto y te digo, los políticos tampoco gozan de mi simpatía, lo he dicho en otros momentos. El político es un mal actor.
P. ¿Entiendo que el ejercicio del poder no le gusta?
R. Desde luego el poder está vinculado directamente a la actividad política del país. Pero ahora hay un discurso que aparentemente no tendría que repetir lo que se ha hecho todo el tiempo. El problema es que ahora es más visible, más impactante o más indignante. Es decir, no puedo creer que yo vaya al Centro Histórico y no pueda pasar al Zócalo porque alguien tiene los arrestos de cerrarlo, y es propiedad de todos nosotros. Esos detalles, los gestos autoritarios, son los que me hacen dar cuenta de que esta realidad que ahora vivimos es una realidad autoritaria, donde el poder tiene una presencia militar. Es impresionante que en nuestro país vayas a un aeropuerto y te encuentres militares. En un centro comercial hay militares, qué demonios. Esta frase que dice la inteligencia militar, la inteligencia militar no existe... El militar sabe de obedecer órdenes, el militar no puede estar en la calle, es un peligro para la sociedad. Entonces esas decisiones en las que yo no he participado me provocan angustia y me provocan indignación. Estamos en un momento donde México vive un régimen autoritario, es decir, una presencia del poder más allá de nuestra voluntad como individuos.
P. ¿Mirando los periódicos o noticieros encuentra a sus personajes o sus películas reflejadas?
R. Por supuesto, la realidad mexicana es mucho más fuerte que la ficción mexicana. El ejercicio diario de la vida en México es una ficción siempre sorprendente.
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