Duelo, humor y muerte en la apuesta mexicana para los Óscar
El segundo largometraje de la cineasta Lila Avilés, ‘Tótem’, llega a las salas del país tras haber conseguido más de una decena de galardones nacionales e internacionales
Lila Avilés debutó a lo grande. En 2018, cuando presentó su ópera prima La camarista, descubrió el amor por ser cineasta. Sintió una sensación “linda” y descubrió una profesión de la que no quiere alejarse hasta que la vida le diga basta. Su “primogénita”, como ella le llama, un retrato de la autoexplotación laboral que reflexiona sobre el menosprecio de los más ricos hacia los trabajadores que prestan un servicio, también supo darle alegrías en la forma de reconocimientos, como el Premio a la Mejor Ópera Prima en los Ariel y en los Platino, así como el galardón a la mejor ficción en el Festival de Cine de Morelia.
“A La camarista le tengo enorme agradecimiento porque fue el primer paso para decir ya soy cineasta”, cuenta la directora de 41 años, nacida en la capital mexicana, quien cinco años después de esa película que le marcó el camino, decide alejarse del mundo de las “mujeres fantasma” olvidadas por un México clasista y regresar a la raíz, a un hogar, a una familia a la cual la vida decidió ponerle un momento complicado y que nos permite ver cómo esta, en un día particular, habita el espacio, convive consigo misma, con la percepción del tiempo, de los vínculos humanos y su abordaje frente a la muerte.
Así es Tótem, que tras un estreno limitado en algunas ciudades mexicanas y su paso por una decena de festivales, entre los que incluyen reconocimientos a mejor película tanto en la Berlinale como en la cita cinematográfica de Morelia, ahora llega a la cartelera nacional de forma amplia.
El segundo largometraje de Avilés, seleccionado por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas como representante del país en los Premios Oscar, nace de una experiencia personal, de una historia de duelo muy similar a la de la película, pero que, “por suerte”, transmutó y cambió bastante. A pesar de lo íntimo y las significaciones propias, el cine trascendió y caló de una forma particular en distintas audiencias alrededor del mundo.
“No puedo escribir un guion si no tengo un título. En cuanto encontré que el título era Tótem, me hizo mucho sentido. Muchas culturas tienen tótems, pero de alguna forma lo que me ha parecido fascinante, no importa la zona geográfica, es que cada quien tiene un vínculo distinto y para mí esa es la belleza del cine, que tiene esa posibilidad como los libros, de libertad y de vincular con tu historia o con quién eres. Eso también es lo lindo de Tótem, de que no hay que complejizarse tanto, que a veces somos bastante humanos y básicos en nuestro sentido de tener vínculos con los demás”, afirma.
El filme presenta a Sol, que se prepara para la fiesta de su padre. Sus tías están nerviosas, su prima quiere darle café al gato, hay caracoles sobre La gallina ciega de Goya, se han preparado brindis y canciones para hacerle un homenaje a papá. Y desde el cuarto de su enfermo progenitor parece generarse una energía de amor y muerte que los influye a todos. Avilés propone una mirada a un microcosmos encarnado en el hogar, en la familia biológica y en la que uno elige, en el amor, la amistad y la compañía de los seres queridos. Todo se traduce desde la mirada de una niña solitaria que parece asomarse a un nuevo inicio de su vida, con dolor, pero también con dulzura y sentido del humor.
“Como el Yin y el Yang, no hay una cosa sin la otra. A mí me gusta mucho reírme. En La Camarista, aunque era una película muy silenciosa, tenía sus momentitos de humor. Esta también y bueno, pues creo que voy a seguir así, ojalá en todas, aunque sean distintos temas. Para mí siempre es importante reírme, pues es lo que más amo en la vida, entonces espero que eso pueda seguir en mi cine”, precisa.
Uno de los desafíos y aciertos de la también escritora de Tótem fue conseguir la espontaneidad y naturalidad, tanto en los diálogos como en el trabajo actoral. Compara la labor de dirección como el que realiza un entrenador de fútbol, que platica con los jugadores, que da instrucciones precisas en la práctica, en el ensayo de jugadas, pero que también, en un momento dado, les permite ser espontáneos con la pelota.
“Soy muy friki-loca con esa parte, me obsesiona y apasiona mucho el trabajo con los actores y no actores. Me interesa mucho que lingüísticamente hablando tenga esa riqueza de encontrar que se sienta lo más verdadero y realista. A veces me pasa que digo, ‘¡ay no!, estaba más chido lo que escribí’, pero pues es eso, encontrar ese equilibrio entre lo que uno escribe y entre lo que te da la misma persona. También para mí es vital que se sientan cómodos”, agrega.
Más allá de lo que se dice, que es difícil trabajar con niños, Avilés vio una oportunidad de regresar a la infancia, por cómo ven, escuchan y entienden la vida. La directora considera que a veces se puede tener un prejuicio con la infancia, sin embargo, ve en su vitalidad, sensibilidad y capacidad de escuchar una fortaleza cinematográfica. “Nomás hay que darles chance y de ahí tú no sabes, te pueden dar hasta el mejor consejo. Siempre cuidándolas y que se sientan cómodas [las niñas que participaron en el filme], tienen esa capacidad de hablar de los mismos temas como le hablas a una persona de la tercera edad, tan llena de espontaneidad, que es lo que uno busca en el cine”, complementa.
Cuenta que uno de los desafíos, junto al director de fotografía Diego Tenorio, fue encontrar la fluidez en la construcción de los microcosmos que buscaba plasmar dentro de la película y admite que, a veces, obtener eso dentro de una casa, donde filmaron por cinco semanas, fue complicado.
“Me gustan mucho [los microcosmos], una cosa que contiene otra cosa y otra cosa. No lo digo yo, ya lo decía William Blake y muchos tantos [se ríe]. Tener más locaciones te ayuda con el ritmo, con la frescura, la vitalidad, entonces encontrar en medio de este laberinto esa fluidez y también la complejidad de una película coral es eso, que la protagonista es una niña, que cada uno de los personajes pueda iluminar los mismos espacios de forma distinta fue un ejercicio de mucha comunicación”, dice la directora.
Avilés es incansable. Admite que a la par de la finalización de La camarista, ya tenía en mente Tótem. Ahora que su nuevo largo ha quedado liberado, ya tiene un nuevo proyecto en su cabeza, pero cuando se trata de sus procesos creativos, dice que “calladita se ve más bonita” y que una vez que salga, no parará de hablar.
“Si pudiera, ya estaría filmando mañana mismo, pero como el cine requiere sus procesos, espero no tardarme tanto, pero sí, lo único que sé es que quiero filmar. Pienso en Agnès Varda, que llegó hasta los 80 años y seguía filmando y tenía esta capacidad de hacer una película gigante, pero luego un documental donde ella hacía todo sobre las papas, o un graffiti, entonces a mí me interesa mucho seguir ese camino, con la misma espontaneidad también de decir, me importa más como cineasta algo que me generó curiosidad, más allá del nombre, de la carrera, y creo que eso ha sido muy lindo en ella”, finaliza.
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