María Ospina recoge el premio Sor Juana Inés de la Cruz en la FIL de Guadalajara: “A las mujeres que escriben”
La autora colombiana, que recibe el galardón por su primera novela, reivindica en su discurso la literatura como un “desafío a aquellos que están convencidos de la simpleza y la obviedad del mundo”
La escritora sube al escenario y el murmullo que reina en el auditorio Juan Rulfo se funde. Tiene el pelo muy negro, corto, lacio, pegado a la cabeza, raya a un lado. Un pendiente en cada oreja: dos palitos largos, estrechos, dorados, que golpean rítmicamente el cuello al caminar. Una camisa morada con líneas de purpurina que brillan con las luces blancas del aséptico salón. Hay aplausos y un gesto tímido. María Ospina se sienta y mira a los lados como si no quisiera enfrentar las decenas de pares de ojos que siguen sus movimientos. Mientras la presentan, ella sonríe incómoda. Entrelaza las manos, asiente con la cabeza, pierde la vista en un punto indefinido: casi parece que reza, un gesto que no desentona del todo en la ceremonia de entrega de un premio que lleva el nombre de una monja poeta del siglo XVII.
El día de su cumpleaños, Ospina recibió una llamada de felicitación distinta. Una voz al otro lado del teléfono la anunció que acababa de ganar el premio Sor Juana Inés de la Cruz mientras la escritora colombiana paseaba por “una calle antigua del centro de Madrid”: “Un barrio que aún conserva edificios de ese extraño y accidentando y fascinante y barroquísimo fin del siglo XVII, que fue precisamente la época que le tocó vivir a Sor Juana”, ha contado la autora este miércoles en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, en la ceremonia de entrega del galardón.
Ospina se ha convertido a sus 47 años en la segunda colombiana —primero fue Laura Restrepo en 1997— en recibir el premio, uno de los principales reconocimientos literarios para autoras del mundo hispanohablante, gracias a su primera novela, Solo un poco aquí (Random House, 2023). El libro, protagonizado por dos perras, una tángara escarlata, un escarabajo y un cuerpoespín, “es un intento por pensar lejos de una tradición que insiste en la superioridad del orden humano y su racionalidad cuando el humano es precisamente una red de dependencias entre especies”, ha dicho en su discurso: “Cuestionar la fantasía antropocéntrica de que otros seres vivos son irrelevantes o inferiores”.
El día del anuncio, ha recordado Ospina, se encontraba muy cerca del Palacio Real de Madrid, “que fue construido con los expolios de América y donde aún se elogia sin vergüenza la conquista y se silencian sus violencias”. A cinco minutos hay una estatua en honor a Sor Juana: “Es quizá el único monumento que existe en honor a ella en España. Me emociona que esté allí, mirando con rigor al horizonte, con pluma y papel en mano, en medio de tanta estatua de patriarca constructor de imperios, de tanta mujer reducida a alegoría o a figura mitológica, de tanto hombre a caballo deseoso de mandar y de ocupar”.
“Sin saber qué hacer muy bien con la alegría de la noticia, peregriné unas cuadras hasta la estatua para darle las gracias, como buscando urgentemente un ritual y un cuerpo”. No pudo trepar al pedestal por la altura, pero su hijo, de 10 años, “lo escaló con entusiasmo”. Dejó en las manos de Sor Juana unas flores. “Una pareja de irlandeses nos miró perpleja, oí que se preguntaban por la estatua y, como me cuesta renunciar a mi vocación docente, me metí en su conversación sin haber sido invitada y les conté sobre ella”, ha añadido la escritora.
“Una voz literaria aclamada”
El acto de entrega del premio ha transcurrido sin sorpresas. Marisol Schulz, la directora de la FIL, ha hecho de maestra de ceremonias en una larga mesa en la que también estaban la rectora de la Universidad del Claustro de Sor Juana, Carmen López Portillo, y tres integrantes del jurado: la presidenta del comité, Sara Poot-Herrera, Diana Sofía Sánchez y Daniel Centeno Maldonado. Schulz ha dado la bienvenida a Ospina al Olimpo literario del que forma parte desde este miércoles: el de una tradición de escritoras de alto calibre como Elena Garro, Cristina Rivera Garza, Margo Glantz, Gioconda Belli, Almudena Grandes, Camila Sosa Villadas o Daniela Tarazona, la anterior ganadora.
Ceñida a un guion protocolario, Schulz, con el libro de Ospina en la mano, ha destacado “esta novela maravillosa” como “una voz literaria aclamada desde dispersos puntos de Latinoamérica por su propuesta narrativa en la que abre cauce al lenguaje y mirada animal de una forma poética y crítica”. Quizá para rebajar un par de tonos la solemnidad ha añadido: “He de decir que además la edición es bellísima”. Y vuelta al academicismo: “En este libro, María Ospina ofrece al lector una perspectiva nueva del mundo que subyace entre otras especies a las que no comprendemos tanto como pensamos, otras especies que no son la humana, o que simplemente decidimos ignorar. Así, las aves migratorias, los perros, no solo cohabitan el planeta con los seres humanos, sufren un destino compartido, víctimas de su propia condición que les impide odiarnos”.
Ospina ha tomado el micrófono para dar un discurso intenso, poético y pasional. La timidez que aparentaba al inicio ha dado paso a un tono sólido, seguro, probablemente la deformación profesional de maestra de la Universidad de Wesleyan (Estados Unidos). Aunque la emoción, en ocasiones, hacía que su voz temblase. Ha recordado sus orígenes, los bosques y montañas en los que creció, los “años de deambular por las sendas rurales y los atajos de muchos de esos montes”. Ha sido una reivindicación de la naturaleza, el follaje, la lluvia, el viento, los olores, los sonidos, los movimientos de “un mundo habitado por muchas especias” y las mujeres que lo exploran. “Este libro es un intento, aunque sé que limitado, imperfecto y lleno de paradojas, de bajarle el volumen a las voces humanas para que suenen otras”.
“Quiero empezar celebrando los 31 años que cumple este premio apoyando a las mujeres que escriben y reconociendo el deseo, el deber, la urgencia de contar, de indagar, de filosofar que Sor Juana Inés de la Cruz encarnó hace varios siglos y que hoy sigue siendo urgente defender. Un premio que durante tres décadas ha defendido la literatura como el lugar desde el que se trenzan las preguntas más complejas y se desafía a aquellos que están convencidos de la simpleza y la obviedad del mundo”, ha dicho. Y un largo aplauso ha concluido el discurso por ella.
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