Obligar a las niñas a ser madres también es violencia
Latinoamérica tiene la segunda tasa más alta del mundo de niñas menores de 15 años que dan a luz
Cada 25 de noviembre el mundo posa sus ojos sobre un flagelo que, no importa cuánto se haya avanzado en este punto de la historia en igualdad de género, sigue atravesando a nuestras sociedades: la violencia contra las mujeres y las niñas.
En el corazón de esta violencia residen estereotipos que instauran pensamientos como que las mujeres y las niñas tienen menor valía que sus pares hombres, que el rol de una mujer o niña debe ser pasivo, receptáculo de los deseos y vaivenes de un sistema que les falla, pues se ha construido en gran parte en obviar la experiencia vivida cuando se existe en el mundo siendo niña y mujer.
América Latina y el Caribe enfrenta un desafío alarmante: es la segunda región en el mundo con las tasas más altas de partos de niñas menores de 15 años, según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, 2022). De acuerdo con estimaciones de la misma entidad, 5 de cada 100 niñas se convirtieron en madres en 2021.
Esta violencia es una de las violaciones de derechos humanos más extendidas en el mundo. La Organización de Naciones Unidas calcula que, a nivel global, 736 millones de mujeres ―casi una de cada tres― han sido víctimas de violencia física y/o sexual al menos una vez en su vida.
Basta con encender los televisores, leer los diarios y allí está: al menos la que se denuncia. Sucedió esta mañana antes de sentarme a escribir esta columna. El noticiero matutino en Colombia reportaba el caso de tres hermanas, de 9, 12 y 13 años, que tras meses de abusos, finalmente le contaron a su abuela la razón por la cual no querían quedarse un viernes más al cuidado de su papá: mientras su mamá trabajaba, él las violaba. Así lo confirmó el examen médico legal y aunque la noticia se transmitía menos de 48 horas después del reporte de los hechos, para el momento de la transmisión, el agresor había sido liberado de la tutela policial.
Rita Segato habla sobre la violencia sexual como un crimen que denigra a las mujeres y a las niñas al agredir nuestro primer territorio: nuestro cuerpo, sin embargo, los elementos que orbitan alrededor de eso, como la inoperancia institucional y las consecuencias de esa violencia, como los embarazos no deseados, deben ser también motivo de reflexión cotidiana.
Y es que cada año muchas niñas no sólo enfrentan el infierno de la violencia sexual y la ausencia de justicia, también se despiden para siempre de su infancia cuando, lamentablemente, quedan embarazadas como consecuencia de esa violencia y se enfrentan a normativas, estados, proveedores de salud y justicia, que las obligan a asumir esa maternidad.
Por eso, desde 2016, en Planned Parenthood Global publicamos el estudio Vidas Robadas, para denunciar esta violencia no sólo un día, sino todos los días. Las organizaciones que formamos parte del movimiento latinoamericano Son Niñas, No Madres, venimos sumando voluntades y acciones para romper el continuum de violencias en el que se inserta la violación sexual, y proteger a las niñas, garantizando su derecho a retomar su proyecto de vida.
Esto ha conllevado no solamente acciones de información, pedagogía, y sensibilización , sino también un proceso de litigio internacional sin precedentes reclamando justicia para cinco niñas sobrevivientes, acompasado de acciones de incidencia para propiciar que las instituciones estatales lleven a cabo las reformas necesarias para que el acceso a la justicia, la reparación y la no repetición pasen de ser una aspiración a una realidad.
Hasta ahora, decenas de organizaciones sociales de toda América Latina y de escala global, se han sumado a este movimiento, pero sabemos que las niñas de la región necesitan de más voluntades y mayor solidaridad. La palabra activismo a veces puede resultar escurridiza y abrumadora para muchas personas, pero desde Son Niñas, No Madres creemos que la dimensión legal de los cambios que necesitan las niñas, es tan necesaria como insuficiente, y debe estar acompañada de una urgente transformación sociocultural, que aborde ese núcleo duro de los estereotipos de género: alimento diario de todas las formas de violencia que viven las mujeres y niñas por el hecho de serlo.
Por eso, hablar de consentimiento en el salón de clases, de autonomía en el almuerzo del domingo, no sólo apagar el televisor y ver hacia otro lado cuando transmiten la noticia incómoda sino querer hacer algo, también son maneras de sumarse a este cambio. El pasado 11 de octubre, a propósito de otro día marcado en el calendario, el Día internacional de las niñas, desde el Movimiento Son Niñas, No Madres lanzamos una campaña de recogida de firmas con el mismo nombre. Con ello queremos sumar millones de rúbricas, de toda la ciudadanía, a este clamor de justicia que miles de niñas en la región, como las tres hermanas que encabezaban el noticiero de hoy, merecen.
Poner su nombre a esta causa, y mostrar que somos millones queriendo construir el mundo libre de violencias para las niñas, es también una forma de activismo. Ojalá que al encender la televisión el próximo año, el noticiero muestre la abrumadora cifra de todas las personas que trabajando desde nuestra esfera, estamos empujando los cambios necesarios para que las niñas dejen de ser noticia por cómo y con cuánta brutalidad se las agrede. Ahora más que nunca, usemos el poder de nuestra firma para cambiar el curso de la historia, porque Son Niñas, No Madres.
Marianny Sánchez. Directora de Comunicaciones para América Latina de Planned Parenthood Global y vocera del movimiento regional Son Niñas, No Madres.
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