‘El gran movimiento’, rescate de la sinfonía urbana para retratar a una de las ciudades más altas del mundo
El segundo largometraje de Kiro Russo, premiado en Venecia, toma a la ciudad de La Paz, sede de Gobierno de Bolivia, como protagonista para diseccionarla a través de sus historias y personajes
Para muchos artistas contemporáneos, la modernidad de la ciudad ha sido un tema y un reto. Las sinfonías urbanas fueron un tipo de películas, entre el cine documental y experimental, que tuvieron su auge en la era del cine mudo, en los años veinte y treinta del siglo XX. Estas películas documentaban el transcurrir del día en una ciudad, desde el amanecer al anochecer, y se enfocaban en la vida diaria de sus habitantes, desde la tragedia y comedia que las urbes representaban para estos. Se constituyeron en poemas visuales que, a la vez, fueron crónicas de una época y expresiones personales sobre la vida en las capitales.
Inspirado por filmes como Berlín: sinfonía de una ciudad (1927), de Walter Ruttman; Regen (1929), de Joris Ivens; o El hombre de la cámara (1929), de Dziga Vértov, que presenta una Rusia surrealista, enfatizando la maquinaría y la arquitectura, el cineasta boliviano Kiro Russo ha rescatado este género y a algunos de sus referentes para su segundo largomertraje, titulado El gran movimiento, para retratar a la ciudad de La Paz, sede de Gobierno de Bolivia —situada a 3.600 metros sobre el nivel del mar y protegida por la cordillera de Los Andes—, para diseccionarla y presentarla como un personaje monstruoso y místico a través de las historias y vivencias de algunos de sus habitantes.
El filme, acreedor del premio del jurado en el Festival de Venecia en la sección Orizzonti en 2021 y merecedor de cuatro galardones en el Festival de La Habana en 2022 —entre los que se incluyen Mejor Largometraje y Mejor Dirección—, se ambienta en la Bolivia actual, donde Elder (Julio César Ticona) da un paseo de una semana en La Paz junto a sus jóvenes amigos mineros para exigir la reinstalación de su trabajo. Sin embargo, este se enferma repentinamente, lo que le provoca asfixia frecuente y dificultad para respirar después de haber encontrado trabajo en un mercado local. A medida que su condición empeora, solicita la ayuda de la anciana Mamá Pancha, quien lo envía a Max (Max Bautista Uchasara), un brujo, ermitaño y payaso sin hogar, que podría tener la capacidad de devolverle la vida.
Tras el éxito que obtuvo con su ópera prima, Viejo calavera (2016), Russo pensó inicialmente en su segundo proyecto como una ficción más clásica, pero distintos acontecimientos que se dieron alrededor del proceso de creación lo llevaron a entender que su forma de creación no era la tradicional, la de “conformar una narración y buscar cómo filmarla”, sino más bien seguir un proceso más documental, en el que los personajes y los sucesos lo lleven hacia la película. Fue así que llegó a una cinta en diálogo con las artes plásticas de artistas como Arturo Borda o las letras de Jaime Saenz, así como el filme Chuquiago, de Antonio Eguino, todos con una relación muy grande en la representación de La Paz.
Según Russo, se podría decir que la película es, de alguna forma, una disección de un cuerpo y también al filmar así, con esa metodología, se pueden ver diferentes personajes desde cierta distancia, lo que permite apreciarlos de otra forma. “Los personajes tienen un arco narrativo, pero que a la vez se permite alejarse a momentos de eso y dejarte solamente con la ciudad como protagonista y sus elementos tan particulares, como la topografía, en los carteles, las paredes descascaradas. He tomado eso casi como una piel de la ciudad, como parte de elementos particulares que me interesaba que sean protagónicos”, afirma el director.
La producción de El gran movimiento también enfrentó retos técnicos, ya que fue filmada íntegramente en el formato de Súper 16 milímetros, que le otorga al material obtenido una visualización cinematográfica real, pero que también requiere precisión y, al ser un material hipersensible, no permite cometer errores. Por lo mismo, abordar una parte de esta película durante los conflictos sociales en 2019, que llevaron a la caída de Evo Morales, no fue nada sencillo.
“Me dicen mucho, ¿por qué se ve como una película antigua? Tomo esta decisión desde un lugar político y también como militante del cine. Además coincidimos con el golpe de Estado. Estábamos filmando y la gente creía que estábamos haciendo noticias falsas. Querían quitarnos los equipos en medio rodaje. Nos filmaban, insultaban. Como director también era muy complejo saber lo que estaba pasando históricamente en nuestro país y nosotros tenemos que seguir una línea, un guión que estaba escrito”, agrega Russo.
Si en Viejo calavera el desafío fue grabar dentro de la oscuridad de la mina, para El gran movimiento, según Russo, fue mantener la naturalidad de los actores, en su mayoría sin experiencia frente a las cámaras. El norte y mapa para moverse en la ciudad fue Max Bautista Uchasara, quien interpreta al brujo ermitaño, que en la vida real es un hombre de muchas profesiones, que van desde pastor hasta aparapita (los que cargan mercadería en los mercados) y, ahora, también actor. Su carisma y rebeldía ante la vida, lo convirtieron, en términos de filmación, en un personaje “incontrolable”.
“En un momento él ya no quería ser parte y tampoco podía lograr ser él mismo frente a las cámaras. Yo estoy muy comprometido con los personajes que trabajo. Tenía que ser él, sí o sí. Él fue el germen de la película y el proyecto era para él. En ese sentido tuve que asumir eso para el rodaje y volver a plantear la película. Afortunadamente llegó Julio César Ticona, para la la historia del minero Elder, y se volvió una historia de dos personajes que interactúan”, precisa el realizador.
El apartado actoral, como parte de la narrativa, era crucial para Russo, porque ejecutaron con sutileza y dificultad la captura de momentos de naturalidad absoluta. “Cuando uno vuelve a ver la película te das cuenta que la gente no sabe que está siendo filmada en muchos casos y para eso he logrado generar climas, porque creo al cine como un gran testigo de una época, y esa es una de las cosas que más me enorgullece de El gran movimiento”, finaliza.
El gran movimiento se encuentra en cartelera de la Cineteca Nacional de Ciudad de México desde este viernes y a partir del 18 de octubre también en Cine Tonalá. Para el resto del continente, el filme está disponible para su compra o alquiler en Prime Video.
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