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¿Por qué cada vez más osos negros bajan de las montañas a las calles de Nuevo León?

Los avistamientos de estos mamíferos en las ciudades son cada vez más frecuentes, mientras las autoridades buscan una solución para proteger la vida de este animal en peligro de extinción

A black bear walks around a house in Coahuila, northern Mexico
Un oso negro camina alrededor de una casa en Coahuila, en el norte de México, en octubre de 2022.Quetzalli Nicte Ha
Daniel Alonso Viña

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Osos atropellados, osos entrando en casas, colegios, centros comerciales, osos castrados indebidamente y osos famélicos con el sistema digestivo taponado por los plásticos que comen de la basura. El ursus americanus, considerado en peligro de extinción, ha bajado de las montañas y pasea libre por las calles de Monterrey y de otras grandes ciudades de Nuevo León hasta que alguien da aviso a las autoridades. Ellas deciden el futuro del oso basándose en su historial de violencia y la frecuencia con la que descienden a la ciudad. Desde 2008, han sido capturados y desplazados 244 de estos mamíferos, según el organismo Parques y Vida Silvestre de Nuevo León (PVSNL).

Frente a las denuncias de organizaciones animalistas, las instituciones se remiten al protocolo que ponen en marcha cada vez que reciben el reporte de un oso en un asentamiento humano. Edgar Acosta, el director general de PVSNL, se encarga de decidir el destino de estos animales junto con la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) y la Protección Civil. “Tenemos que pensar en la integridad de las personas y al mismo tiempo, en la de los animales. Es una especie que puede parecer simpática, pero la realidad es que los osos son especies salvajes totalmente impredecibles”.

Como los edificios y las grandes casas y las piscinas en las que a veces se bañan los osos no pueden moverse, son estos últimos los que acaban sufriendo el estrés del desplazamiento hacia un nuevo hábitat. “Los osos son los que deciden su destino”, asegura Acosta. Las autoridades utilizan algo que llaman Semáforo de Riesgo, una matriz de decisiones que indica el futuro del oso basándose en la conducta pasada y presente del animal. Por ejemplo, si el oso sigue o acosa a una persona en un entorno urbano, es riesgo medio-alto, y, por tanto, procedería manejar (sedar, atrapar) al animal y liberarlos en su hábitat.

Monterrey es la tercera ciudad más grande de México. A medida que aumentaba su población, los habitantes más adinerados se han desplazado hacia las faldas de las montañas que rodean esta urbe de algo más de cinco millones de habitantes que ha duplicado su tamaño en la última década. En 2009, el contorno urbanizado de la región metropolitana era de 65.087 hectáreas. En 2021, la cifra alcanzó los seis dígitos: 177.090 hectáreas. En una década, la extensión urbana casi se triplicó, según la web de investigación Contextual. En medio de un bosque conquistado por los edificios, cada poco tiempo surge un nuevo video con un oso aterrorizando o abrazando a un transeúnte. En abril de este año, una familia regiomontana tuvo que salir corriendo porque un oso enorme les perseguía sin parar por los pasillos de una cabaña en el poblado de Ciénega de González, a una hora de la capital de Nuevo León.

En marzo, trascendieron las imágenes de un oso en la colonia Lagos del Vergel, también en Monterrey, mientras se daba un chapuzón en la piscina de una casa para refrescarse del calor histórico que azotaba esos días la región. Luego el animal salió de la piscina y caminó tranquilamente, jugó con las ramas de los árboles del jardín hasta que se aburrió y se sumergió de nuevo en la frondosidad del bosque. Y hace poco, el pasado mes de mayo, un oso negro, un ejemplar joven, tuvo que ser capturado porque andaba sin rumbo por las calles de Monterrey, chocando con los coches, claramente desorientado.

A veces, sin embargo, pese al Semáforo de Riesgo y la toma de decisiones interinstitucional, las autoridades cometen errores que terminan apareciendo en la prensa nacional. En agosto de 2020, un veterinario especializado de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) recibió a un oso de 96 kilos que ya habían visto antes comiendo de la basura y que había estado “socializando” con paseantes en el Parque Chipinque. Las autoridades decidieron que lo mejor, visto el historial de acercamientos a poblaciones humanas, era liberarlo en la Sierra de Nido, en Chihuahua. El problema es que allí vive otra raza de oso muy territorial, y para que el oso negro de Nuevo León no tuviera problemas de adaptación, decidieron castrar al animal.

La decisión trascendió y generó un debate sobre aquella decisión. Adriana Cela, bióloga de Ciudad de México que trabaja para la organización animalista Animal Heroes, teme que las autoridades enviaran al oso a su propia muerte. “Es muy estresante para un oso llegar a un nuevo territorio que no conoce y tener que volver a luchar por su territorio, pelear con otros osos para conquistar su espacio sin saber tampoco dónde están las fuentes de alimento... quién sabe lo que haya sido de ese pobre animal”, dice por teléfono.

Tampoco está claro que devolverlos a su hábitat natural sea la mejor opción. “Es mucho más fácil alimentarse de la basura de los contendores que de las hormigas de un árbol”, sentencia Cela sobre el tema. Acosta también parece preocupado por este problema: “Los osos buscan regresar a donde perciben que encontraron un manjar, que para ellos es la comida de la basura”. Por si fuera poco, los osos más jóvenes que están apareciendo en videos por las calles de la ciudad han aprendido de sus madres esta conducta.

En 2015, las autoridades atendieron el caso de una osa con sus dos oseznos alimentándose de la basura que generaba un centro recreativo en el Parque Chipinque, a las afueras de Monterrey. Los animales fueron atrapados en jaulas y devueltos a su hábitat natural, pero los expertos aseguran que ahora son esos oseznos los que han vuelto a la ciudad, interactúan con las personas en vez de huir de ellas y se alimentan de su basura, con el riesgo que eso supone. La comida, asegura la bióloga Cela, no trae los nutrientes que necesitan, tienen aditivos y grasas que dañan el hígado y los riñones de los osos.

Acosta va un paso más allá: “Hoy en día, cuando nos encontramos ejemplares muertos y con signos claros de falta de alimentación, lo más seguro es que en la autopsia posterior encontremos un sistema digestivo obstruido por alguna bolsa de plástico”. ¿Cuál es la solución? En sus mensajes a la población, el más recurrente, aparte de no interactuar con ellos y no darles de comer, es no dejar la basura a la disposición de los animales, en la calle o en lugares a los que puedan acceder fácilmente. “La basura se tiene que depositar en contenedores a pruebas de osos, que son un producto que ya se vende aquí”, pide el dirigente de Parques y Vida Silvestre.

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