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Sacrificios humanos, canibalismo y tráfico de drogas: el regreso de Sara Aldrete y ‘Los narcosatánicos’

La miniserie documental ‘La narcosatánica’, dirigida por Pat Martínez, saca a la luz detalles y testimonios inéditos sobre un caso que horrorizó a México a finales de los años ochenta

Andrés Rodríguez
Una captura de una página de un periódico en 1989 que da a conocer el caso de 'Los narcosatánicos'
Una captura de una página de un periódico en 1989 que da a conocer el caso de 'Los narcosatánicos'.HBO Max

“Horrendo”. “Festín diabólico”. “Macabro”. “Terror en Matamoros”. Estos fueron algunos de los titulares que se podían leer en los diarios de la ciudad perteneciente al Estado de Tamaulipas y en todo México tras el descubrimiento realizado el 11 de abril de 1989 en el rancho Santa Elena. Un audio de una periodista de la época afirma que en el lugar “había señal de carnicería de seres humanos por todos lados”. Escondido bajo tierra permanecía “El altar de los dioses”, una fosa que ocultaba 13 cuerpos cercenados en los predios de la propiedad. Eran tiempos en los que la guerra contra el narco que estalló la violencia en el país no tomaría forma hasta 17 años más adelante. Las fosas clandestinas y las matanzas eran “rarísimas” y menos aún si tenían un trasfondo satanista.

Un descuido de David Serna, alias La coqueta, al evadir un retén en la carretera entre Matamoros y Reynosa, permitió a las autoridades, tras su captura e interrogatorio al joven de 22 años, dar con el lugar al que retornaba tras haber realizado una entrega de un cargamento de marihuana al otro lado de la frontera. La confesión no solo reveló la existencia de una banda criminal dedicada al tráfico de drogas, sino también especializada en sacrificios humanos. Al interior del cobertizo en el rancho, según recaba el relato en El libro rojo de la administración de justicia —basado en la versión compartida por las autoridades policiacas—, los agentes encontraron 110 kilos de marihuana, armas de diverso calibre y lo que se había convertido, los últimos nueve meses, en una casa de tortura donde las víctimas sufrían la amputación de miembros y la extracción de órganos.

Dentro del cobertizo resaltaba un caldero de metal enorme, relataba José Lira —periodista y colaborador del Tribunal Superior de Justicia de Ciudad de México—, en el que restos humanos y de bestias yacían dentro en putrefacción. De acuerdo a distintos reportes de autoridades de la época, en ese recipiente los órganos, los miembros amputados y las partes de animales cocían en un brebaje que era ingerido por los integrantes para obtener “poderes mágicos e inmunidad ante los peligros de las fuerzas del orden”. El cuadro de terror del inmueble también lucía pentagramas, cuchillos, sierras, cabezas de ajo, botellas de agua ardiente y manchas de sangre. Serna y otros tres detenidos ese día señalaron a Adolfo Constanzo, conocido como El Padrino —vinculado al Cartel del Golfo—, y que se autodenominaba como brujo, y su cómplice Sara Aldrete, apodada La sacerdotisa, como las cabezas de la operación, una agrupación criminal y secta a la cual la prensa bautizó como Los narcosatánicos.

Adolfo Constanzo, líder de la secta 'Los narcosatánicos', en 1989.
Adolfo Constanzo, líder de la secta 'Los narcosatánicos', en 1989.HBO Max

A más de 30 años de este suceso, la miniserie documental La narcosatánica, de la directora Pat Martínez —disponible desde el 13 de julio en HBO Max—, presenta los testimonios de antiguas autoridades a cargo del caso, periodistas que dieron cobertura a los hechos y la voz de Aldrete, la única miembro de la banda criminal que permanece con vida, para sacar a la luz detalles inéditos y reconstruir los hechos de esta truculenta época que horrorizó a México a finales de los ochenta y principios de los noventa.

Martínez lleva con el proyecto desde hace 15 años, cuando conoció a Aldrete, que se encuentra recluida desde hace 31 años y ahora permanece en el centro femenil de reinserción social en Tepepan, en Ciudad de México. Fue sentenciada a 647 años y cinco meses de prisión acusada de inhumación, exhumación y profanación de cadáveres y por el homicidio de 13 personas. “Sara tendrá siempre el estigma de la narcosatánica, pero quería acercarla y presentarla como yo la conocí, como una persona. Los rituales se pueden creer o no, pero Sara, por primera vez, los cuenta de esa manera, la magia, lo que se practicaba dentro, lo que le atrapó, el gancho que Adolfo utilizó con ella. Le interesaba lo sobrenatural y es lo que destaca de este caso de muchos otros de crimen. Cómo se fue conectando con este santero”, explica la directora.

En los cuadernos y agendas que le encontraron a Adolfo Constanzo, entre sus clientes figuraban los nombres de importantes políticos de estados como Nuevo León, Tamaulipas, Oaxaca, así como jefes de la extinta Policía Judicial Federal, celebridades y el jefe del Cartel del Golfo Juan García Ábrego. Todos creyentes del poder de la brujería. “En este país no funciona el narcotráfico si no está la policía de su lado. La mayoría de comandantes estaba metido en esto”, afirma en un fragmento del primer episodio Humberto Huerta, reportero de La Prensa a cargo de la cobertura del caso en 1989.

Sara Aldrete, al centro, en 1989 presentada por las autoridades como una de las acusadas por el homicidio de 13 personas.
Sara Aldrete, al centro, en 1989 presentada por las autoridades como una de las acusadas por el homicidio de 13 personas.HBO Max

A Constanzo, que había aprendido de su madre el culto del Palo Mayombe, según la opinión de Carlos Monsivais en El libro rojo de la administración de justicia, “nada le sucede por liquidar, y brutalmente, a travestis, mariguaneros y judiciales”, sin embargo, “lo aniquila” el secuestro, la tortura y muerte del joven estadounidense Mark Kilroy, que se encontraba de vacaciones por el receso de primavera en la zona rosa de Matamoros, donde fue raptado. Su cuerpo, cercenado brutalmente, fue uno de los 13 hallados en Santa Elena. La captura de los culpables de la muerte del estudiante de 21 años de la Universidad de Texas se convirtió en un asunto de Estado para los mandatarios de EE UU, George H. W. Bush, y de México, Carlos Salinas de Gortari. Tras el hallazgo y con la presión del vecino país del norte, El sacerdote supremo murió unos meses más tarde en Ciudad de México en el transcurso de una balacera con la policía.

Hasta ese punto se conocen los detalles de estos crímenes, sin embargo, acorde con sus protagonistas, todavía hay piezas del rompecabezas que permanecen inconclusas o que no fueron dichas en su momento, y es lo que la miniserie pretende dar a conocer. El true crime o crimen real en español, al que pertenece La narcosatánica, es un género que se ha popularizado en los últimos años, que busca dar explicaciones, reconstruir y brindar nueva data sobre importantes casos criminales. Este formato de no ficción cuenta con una amplia base de público que disfruta de este tipo de contenido, pero existen también las voces que lo cuestionan, por considerarlo morboso y revictimizante para el entorno de las familias afectadas por este tipo de sucesos. Claudia Fernández, responsable de desarrollo de contenidos audiovisuales no-guionizados para HBO Max México, dice que no se trata de redimir a Aldrete, sino más bien que el público pueda sacar sus propias conclusiones.

“Es importante mantener un contrapeso entre los distintos protagonistas, eso le da veracidad. Es una investigación bastante seria, profunda, en la que no nos estamos regodeando en el crimen. Presentamos la información como no se presentó en su momento, evitando esa distorsión que hubo de parte de algunos medios, de la propia justicia, de las propias autoridades y otro montón de factores que no permitieron que el caso se contara de una manera más cercana a la verdad”, complementa Fernández.

A pesar de que fue “bastante complicado” acceder a los archivos de la época, debido a que la mayoría del material de ese entonces pertenece a unas cuantas televisoras que no quieren licenciar el contenido, tanto Martínez como Fernández están convencidas en la rigurosidad periodística de la serie y esperan que el público pueda ir más allá de los tópicos habituales que envuelven y nublan al caso, para que se hagan preguntas y cuestionen lo que ya se sabía, de los otros involucrados y de la misma Aldrete.

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Sobre la firma

Andrés Rodríguez
Es periodista en la edición de EL PAÍS América. Su trabajo está especializado en cine. Trabaja en Ciudad de México

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