Katherine Corcoran: “El desprecio a la prensa es peligroso. En eso, López Obrador es como Trump”
La antigua corresponsal de Associated Press en México publica ‘In the Mouth of the Wolf’, una investigación sobre el asesinato en 2012 de la reportera Regina Martínez, símbolo de la violencia y la impunidad contra los periodistas en México
La periodista Katherine Corcoran se paró frente a la casa de Isabel Núñez, en Xalapa, y tocó el timbre. Creía que ocho años eran suficientes para que la mujer quisiera hablar sobre el asesinato de su vecina, la reportera Regina Martínez. “Estaba equivocada”, escribe Corcoran en In the Mouth of the Wolf, un libro que recoge la investigación que hizo sobre el homicidio de Martínez. Como otros, la vecina no quería conversar con Corcoran. “No hablamos de eso, ese capítulo está cerrado”, le gritó desde la ventana del primer piso. Corcoran, sin embargo, viajó decenas de veces a Veracruz y consiguió hacer centenares de entrevistas entre 2015 y 2022. El resultado es un texto exhaustivo que ofrece nuevas pistas sobre el crimen y es también una advertencia.
“Quería explicar qué pasa en una sociedad cuando se acalla a la prensa”, dice Corcoran, de 64 años, a EL PAÍS un jueves por la mañana en la terraza de su hotel en Ciudad de México. El día anterior presentó el libro –editado por Bloomsbury y disponible solo en inglés– en la capital. A un lado de la mesa, estaba la foto en blanco y negro de Martínez, con el gesto serio, las gafas de aviador y la libreta en mano. Corcoran era corresponsal de la Associated Press (AP) para México y Centroamérica cuando la reportera del semanal Proceso fue hallada muerta en su casa en 2012. Ese año, otros seis periodistas fueron asesinados en el país, según la organización Artículo 19; una década después, en 2022, fueron 12.
Martínez había dedicado su carrera a investigar casos de corrupción y era una de las reporteras más respetadas e incómodas del Estado. La versión oficial sostuvo que la periodista, que tenía entonces 48 años, había sido asesinada por dos hombres que ella conocía. Con uno, según esa versión, mantenía una relación. Uno de los supuestos criminales fue condenado a 38 años de prisión y encarcelado; el otro continúa desaparecido. Colegas y amigos de la periodista creyeron desde el principio que esa idea era improbable y absurda. La investigación judicial, además, había estado llena de irregularidades.
“Fueron solamente chivos expiatorios”, dice Corcoran. La periodista empezó a seguir distintas líneas de investigación y se encontró, muchas veces, en callejones sin salida. Al final, después de revisar cada una de las hipótesis, regresó al principio: un artículo publicado por el semanal Proceso tres semanas antes del asesinato de la periodista. El reportaje no estaba firmado por Martínez, sino por Jenaro Villamil, pero la reportera había estado con él en Veracruz. El artículo señalaba a dos altos cargos del Estado de tener vínculos con el crimen organizado: Reynaldo Escobar, que había sido fiscal estatal, y Alejandro Montano, exsecretario de Seguridad Pública.
Pregunta. Usted cree que Regina Martínez fue asesinada por una investigación en la que estaba trabajando y regresa al artículo de Proceso que se publicó unas semanas antes. ¿Cree que las autoridades deberían seguir investigando en esa línea?
Respuesta. Sí. Realmente no sabemos quién está detrás de este asesinato. Como hubo un encubrimiento tan fuerte en este caso, los periodistas estamos rascando, rascando y rascando información. Presentar los datos que descubrí es todo lo que puedo hacer con este tipo de encubrimiento y con el temor que existe a hablar de este caso.
P. ¿Sabía desde el principio que sería difícil descubrir quién la asesinó?
R. Como periodista lo quería, pero no lo logré. Alguien me propuso llevar el libro al fiscal para ver si hay algo útil para la investigación. Sí lo voy a hacer.
P. ¿Cuál ha sido la pregunta que más se ha hecho desde que empezó la investigación?
R. Obviamente, quién fue el autor intelectual. No creo que tengamos ahora a los autores materiales tampoco. Fueron solamente chivos expiatorios. Fue una historia puramente inventada. El tipo que está en la cárcel no tuvo nada que ver, no es culpable. La duda es quién estuvo detrás de este crimen. Para mí es obvio, con el encubrimiento y con el temor, que fue alguien del poder. No sabemos quién.
P. Usted habló con Regina Martínez una vez. ¿Cómo recuerda esa conversación?
R. Yo era directora de noticias para AP. Hubo una breaking news, una noticia de última hora, y yo estaba buscando a alguien para hacer la nota. Era inédito, los narcos habían tirado cuerpos en una carretera en medio del día. No teníamos en aquel momento a un corresponsal en Veracruz y entonces, mientras un corresponsal de Ciudad de México iba, yo buscaba a alguien para hacernos una nota. Llamé a Regina y le pregunté si podía ayudarnos. Ella me dijo que estaba muy ocupada en un artículo para Proceso. No pensé en esta llamada hasta seis meses después, cuando leí que la habían asesinado. “¿Ella?”, pensé. Existía la narrativa de que los periodistas asesinados eran narcoperiodistas o periodistas de la nota roja, y ella era otro tipo de periodista.
P. ¿Cómo era ella?
R. Era una periodista adelantada a su tiempo. Desde el principio, ella quiso ser periodista independiente. Eso era un poco raro en aquel tiempo, en los 80, porque la prensa estaba muy controlada por el partido, por el PRI. Desde el principio estuvo apartada de su gremio y desde el principio fue un problema porque ella no jugaba el juego. Sufría mucho acoso, pero la intimidación no se volvió fatal hasta el final de su carrera. Hablé con sus amigos más cercanos y dicen que ella era su faro. Tenía mucho rigor y enseñaba su manera de reportar a jóvenes periodistas. Era dedicada. Por eso y por el acoso que vivía, era súper hermética con su vida personal. Esa fue su manera de protegerse.
P. ¿Por qué se interesó por investigar su asesinato?
R. Me impresionó bastante, al llegar a México, el número de asesinatos y la falta de reacción. El Gobierno insistía en que eran periodistas corruptos, que andaban en malos pasos, y no había investigaciones de verdad. Mi trabajo era explicar México al resto del mundo y no tenía explicación de lo que estaba pasando. Cuando mataron a Regina, fue un parteaguas. Yo sabía y todo el mundo sabía que ella no era una periodista corrupta. Hasta ahora no hay justicia. Muchos de mis colegas seguimos presionando porque queremos justicia para ella.
P. ¿Cuál ha sido el mayor reto de investigar en México?
R. Proteger a las fuentes porque fue muy peligroso para ellas hablar conmigo. Tuve que proteger su identidad y por eso no podía decirle a otras personas con quién estaba hablando. Como periodista, siempre queremos cruzar la información con otra gente y no podía dar nombres a nadie.
P. ¿Por qué la historia de Regina Martínez interesa en Estados Unidos?
R. Mi libro tiene, para mí, un mensaje más grande sobre la prensa y libertad de expresión. Quería contar la historia de Regina al resto del mundo y explicar qué pasa en una sociedad cuando se acalla a la prensa. En México, por décadas, la mayoría de la prensa estuvo controlada por el partido. Ahora México está saliendo de esto y está intentando crear una prensa independiente de verdad. Todavía hay corrupción y mucha desconfianza entre los periodistas, pero desde mi punto de vista el periodismo independiente y de investigación en México ha mejorado bastante en los últimos 10 o 15 años.
En Estados Unidos ya es al revés. Es como México antes, con el PRI. En Estados Unidos la prensa independiente siempre fue valorada porque es fundamental para mantener la democracia y ahora están desmantelando esta idea. Hoy, si alguien contradice al Gobierno, es corrupto o es mentiroso. Estamos viviendo una campaña de desprecio hacia la prensa. Mi propósito fue enseñar a los lectores en Estados Unidos qué pasa si seguimos por este camino, si nadie confía en nada, si nadie cree ningún dato. Este sistema es un sistema de gobiernos criminales, como los de Veracruz. Todavía estamos lejos de este punto, pero yo quería enseñar dónde termina este camino.
P. El presidente de México dedica un espacio en su conferencia matutina a exponer a periodistas críticos.
R. [Andrés Manuel] López Obrador se parece a [Donald] Trump en varios sentidos. Pero en este sentido, se parece porque cree que los periodistas deben de estar del lado del presidente y apoyarlo. Si no, son la oposición, son el enemigo. Ese fue el sistema bajo el PRI. Pero es un concepto nuevo en Estados Unidos. El desprecio a la prensa es peligroso. En eso, López Obrador es como Trump. El ambiente para los periodistas en México ha empeorado por sus ataques, pero el periodismo que se hace es cada vez más profesional, más riguroso y de investigación.
P. Ha estado diez años investigando el asesinato de Regina Martínez. Los números de periodistas asesinados han crecido. ¿Ha obtenido alguna respuesta sobre por qué la democracia en México se ha vuelto tan peligrosa para la prensa? Es una pregunta que se plantea en el libro.
R. El profesor Guillermo Trejo y su equipo estudian la violencia en democracias emergentes. Antes en México había un sistema de control muy fuerte desde la presidencia, incluso sobre las mafias y los carteles. Con la democracia, el presidente perdió este control central. Los carteles tuvieron que hacer nuevos acuerdos con los políticos locales. A veces los políticos se movían a las mafias, como el caso en Veracruz, y no se podía distinguir quién es quién: quién es gobierno y quién es cartel. Trejo lo llama la zona gris. Cuando los periodistas tocan esta zona gris, es el peligro. Casi nadie en México investiga a los narcos porque todo el mundo sabe que es muy peligroso, pero sí investigan muchísimo la corrupción pública. Eso investigaba Regina. Toda su carrera investigó a políticos corruptos, pero en los últimos años de su vida esa pista muchas veces llegaba a narcos.
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